Después del jolgorio y guateque por el triunfo en
el Estado de México y la repartición de culpas en Coahuila, comenzó en Morena
la batalla por la candidatura presidencial. Por su parte, el inquilino de
Palacio Nacional ahora intenta evitar el rompimiento ante la confrontación de
las corcholatas. Sabe que el problema no es la oposición, sino al interior del
partido, por lo que empezó a mover su aparato político para aplastar cualquier
insubordinación de los candidatos.
Por eso, en una exhibición de poder, la noche del
lunes convocó una reunión, en un restaurante cercano al zócalo, a sus
gobernadores y los cuatro presidenciables. El supuesto motivo fue superficial y
socarrón: “felicitar a Delfina”. Y ya forzado, dijo que “era un acto de unidad
del movimiento”. En realidad, lo que se desprende del cónclave fue un acto de
lealtad al presidente y recordar que aún es el líder del “movimiento” y único
árbitro de la contienda. Por ello, será él quien apruebe las reglas de la
contienda y los métodos para elegir al ganador.
Sin embargo, al día siguiente se dio el madruguete:
Marcelo Ebrard anunció su salida de la Secretaría de Relaciones Exteriores para
concentrarse en su campaña presidencial. Así, se confirmó que uno de los
acuerdos de “la reunión de Porrúa”, fue que los suspirantes dimitieran a sus
encargos para participar en las encuestas y lograr una competencia igualitaria.
Pero, el ex Jefe de Gobierno se les adelantó, presionando principalmente a
Claudia Sheinbaum quien cuenta con los reflectores y el presupuesto de la CDMX
para hacer campaña y un amplio ejército de jóvenes a su servicio en los
“PILARES”. Ella sería la principal afectada.
Todo esto se discutirá el próximo fin de semana en
el Consejo Nacional de Morena, el cual obedecerá la orden del Tlatoani. La línea
ya está lanzada, lo que sigue es perfeccionar las compensaciones para los
perdedores y todos felices. Así funcionan los supuestos “distintos”.
En síntesis, tenemos tres escenarios posibles: el
Consejo Nacional acepta las propuestas del canciller y lleva una contienda
equilibrada; en el segundo, por el momento y buscando la unidad aprueban la
propuesta marcelista, pero al final el presidente impone su voluntad, es decir,
el dedazo presidencial; finalmente, se desecha el plan del aún secretario y se
desata un rompimiento en el partido, donde Movimiento Ciudadano le abre las
puertas al canciller. Pronto sabremos si Morena puede resistir un proceso
democrático para elegir a su candidato presidencial y si el dueño de la
franquicia lo acepta.
@pedro_penloz