Pedro Peñaloza

“Cuidado con aquel que habla de poner las cosas en orden.

Poner las cosas en orden

siempre significa poner las cosas bajo su control”.

Denis Diderot

Las violencias que se expresan en el país son el resultado de múltiples factores que no han sido atendidos por diversos gobiernos, aunque la administración obradorista los superó en desinterés e ignorancia.

Nunca se habían realizado tantas modificaciones de carácter normativo para garantizar el impulso y permanencia de las fuerzas militares en tareas que deberían realizar organismos civiles.

El gobierno que se presentó como “progresista” renunció a ese carácter civil al poner en práctica una política de seguridad basada en dispositivos legales anti garantistas e inconvencionales. López Obrador estafó al electorado. Recordemos que en sus campañas presidenciales cuestionó la presencia de las fuerzas armadas en las calles.

El repentino cambio hacia la militarización lo justificó arguyendo que “no conocía el tamaño de la crisis en la seguridad”, exhibiendo, en primer lugar, la ausencia de un diagnóstico para gobernar al país y, por otro lado, aseguraba la estabilidad de su mandato en alianza política con el ejército y marinos.

Poco le importó renunciar a una de sus banderas centrales de campaña. Confió en su retórica y en la fidelidad de sus seguidores. La intensa campaña a favor de la infalibilidad de los militares fue intensa y continua. Se echó a andar con la Guardia Nacional, hasta llegar a su fusión con la Sedena. La obra está hecha: puso la seguridad pública en manos de la ola verde, ese fue el objetivo del tlatoani en reposo.

Aún faltaba otro ingrediente para cerrar la pinza autoritaria del régimen de la 4T: el aumento del catálogo de delitos sujetos a prisión preventiva oficiosa. Es decir, ante la falta de capacidad de investigación de las instituciones se elimina la presunción de inocencia aumentando el número de inocentes en la cárcel, de ciudadanos encerrados sin juicio o pruebas de algún delito. La “izquierda” encerrando pobres.

Por si algo faltara para la edificación de un nuevo régimen dictatorial, el partido en el poder cumple su venganza: el asalto a la Suprema Corte. Ahora, Morena controlará los tres poderes, con el ejército reprimiendo, sin transparencia y una Comisión Nacional de Derechos Humanos protegiendo al gobierno y no a las víctimas. El menú autoritario busca la permanencia de esa coalición echeverrista-neoliberal-dictatorial. Sheinbaum no se desmarcó, sino que obedeció todas las órdenes del jefe.

Lo más grave es la falta de una oposición creíble, vigorosa y de masas. Y no se ve para cuando. En efecto, la dictadura disfrazada de bienhechora social tendrá todo el poder.

@pedro_penaloz

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