Sin saber hasta dónde será posible continuar, Rafael Nadal
sigue escribiendo su historia en el tenis.
Aunque para muchos la edad es una condicionante en el deporte, para el español
es sólo un número.
Con 36 años cumplidos, a Rafa le falta ganar el Abierto de Wimbledon y de
Estados Unidos para conquistar los 4 Grand Slam del año, algo que no sucede en
la rama varonil desde que Rod Laver lo hiciera en 1969.
El nacido en Manacor siempre ha sido un ejemplo por la fortaleza emocional y
física con la que doblega la lesión degenerativa de su pie izquierdo que tanto
ha mermado su juego.
Es difícil explicar cómo alguien con tantas dolencias es capaz de romper
récords. El carácter, la voluntad, el corazón y la necedad son cualidades que
surten efectos inmediatos al triunfar en el Abierto de Australia a principios
de año y aumentar, desde ayer, su legado en Roland Garros. En París,
Nadal ratificó su poderío al disputar su Final 14 y ganarla ante el noruego
Casper Ruud en tres sets de 6-3, 6-3 y 6-0.
Pese a su dominio de principio a fin en la cancha del Philippe Chatrier, el
mérito del título se debe a que eliminó a los cuatro Top 10 a los que enfrentó.
En la cuarta ronda despachó al número 9 del mundo, Felix Auger-Aliassime. A
Novak Djokovic, primero del ranking de la ATP, lo dejó en Cuartos de Final,
mientras que Alexander Zverev (3) se retiró del torneo por una torcedura en el
tobillo derecho, y en la Final a su pupilo Ruud (6).
«Quiero agradecer a mi equipo, a mi familia, a todos los que han estado
acá, son increíbles las cosas que están sucediendo este año, gracias por
todo», dijo el ex número uno del mundo.
La gran duda se centra en la participación de Rafa en Wimbledon a finales de
junio, cita en la que, a pesar de que quiere jugarla, podría ausentarse en caso
de su salud no se lo permita.