Cd.
de México 24 julio 2022.- El
camino que llevó a Martí Gutiérrez a ser uno
de los bailarines mexicanos profesionales en el Junior Ballett Zürich en Suiza ha
sido largo, pero nunca ha estado marcado por el miedo o el titubeo.
El tapatío firmó un contrato para ser parte de esta compañía de ballet a partir
de agosto. Para Martí, esta agrupación encajó
perfecto con sus pretensiones -a pesar de que tuvo posibilidades de estar en
otras compañías de Europa- pues al entrar como bailarín junior,
tiene un programa de presentaciones que la mayoría de los otros cuerpos de
ballet no tiene.
La historia
de Martí con el ballet comenzó casi desde que
nació, cuando rondaba los pasillos de la escuela del Ballet de Cámara de Jalisco con
la dirección de la maestra tapatía Lucy Arce, en donde
estudiaba Alín, su hermana mayor.
«Siempre que veía bailar a mi hermana en sus videos yo intentaba bailar
como ella con mis pasitos. Me los fui aprendiendo todos», explica Martí Gutiérrez Rubí,
de 19 años.
Sus padres y maestros vieron ese interés temprano y el joven debutó
en una presentación que hizo Lucy Arce, interpretando
al Patito Feo, a los 3 años.
Desde entonces comenzó a desarrollar su talento para la danza.
Nunca le dio vergüenza admitirlo y, por suerte, no vivió el estigma de la
masculinidad que señala a los bailarines varones.
Siempre llevó con orgullo su pasión y se la tomó muy en serio.
En 2011 tuvo su primer papel protagónico en un ballet que hizo Lucy Arce,
se llamaba El espíritu de la Navidad, la historia de un niño
y su travesía encontrando el espíritu de las fiestas, que se presentó en el Teatro
Diana de Guadalajara.
«Tenía 11 años pero logré desarrollar a un personaje durante toda la obra,
nunca antes había tenido la oportunidad de hacer algo así tan completo, hasta
entonces solamente bailaba algunos roles, una o dos piezas, pero este personaje
desde el comienzo hasta el final fue determinante para mí, no he tenido otra
oportunidad así, esa obra en el escenario me hizo pensar que sí, que eso es lo
que quiero hacer, que esto es algo que quiero volver a experimentar»,
dice Martí.
Ya a los 15 años, después de varias propuestas, decidió dejar el País por
primera vez para irse a estudiar a Cuba en la Escuela Nacional de
Ballet «Fernando Alonso», donde tenía una carta
abierta para entrar después de que una maestra cubana lo viera bailar en
el Ballet de Cámara.
«Nunca tuve miedo. Cuando terminé la secundaria estaba listo, ni siquiera
hice trámites al bachillerato, fue un poco difícil la transición de
independizarme en un país en el que hay muchas carencias, pero sabía que ese
era mi destino y estuve maravillado del trabajo de mi escuela, aprendí a
ser bailarín pero aprendí también muchas cosas de
la vida», cuenta.
Estudió arduamente, durante muchas horas de todos los días.
Incluso ganó la medalla de oro en el Encuentro Internacional de Academias para
la Enseñanza del Ballet, en 2018, una presea
que casi siempre está destinada a algún bailarín cubano.
«En una de las piezas para el concurso bailé y no
me di cuenta que estaba bailando, lo disfruté
muchísimo y me emocioné, cuando terminé vi que el público estaba tan emocionado
como yo, aplaudiendo y gritando tanto que yo no quería dejar el escenario,
quería quedarme allí».
Después de un año y medio estudiando en Cuba, en 2021 pudo regresar a México
para participar en un certamen internacional de danza, el Festival YAPG,
que tuvo sede en Orizaba, Veracruz y donde Martí no
tuvo que ganar para que su vida diera otro vuelco.
El
camino a Suiza
Ahí, en Orizaba, durante los calentamientos antes de las presentaciones, un
profesor, Fracois Petit, lo invitó a formar parte de la
escuela Ballettschule Theater Basel, en Suiza, y le
ofreció una beca.
Martí estudió
la propuesta, dice que aún no se sentía listo para irse de Cuba, donde ya
había alcanzado un nivel alto entre sus compañeros, pero el hambre de la aventura,
y de retarse a sí mismo, lo convencieron de aceptar la propuesta.
Para poder llegar a Suiza, Martí recibió
el apoyo de la fundación de la primera bailarina mexicana Elisa Carrillo,
con quien tiene una relación cercana y quien aún ahora le gestiona más
recursos.
Fue en el clima frío de los Alpes donde Martí se
ha desarrollado como un bailarín adulto, allá
vivió la pandemia que no le permitía más que seguir ensayando en su casa.
Desde allí todo ha ido hacia arriba. En 2021, Martí fue
uno de los 20 finalistas del Prix de Lausanne,
considerado uno de los más prestigiosos del mundo para los jóvenes de 15 a 18
años.
Ahí, el joven inicialmente fue parte de los 399 candidatos al galardón, luego
se colocó entre los 82 seleccionados oficiales provenientes de 20 países y
finalmente logró estar entre los 20 mejores, siendo el único mexicano seleccionado
este año.
Este año se graduó de la Ballettschule, pero su
trayecto en Suiza no ha terminado.
Al terminar este verano, después de unas vacaciones con su familia, Martí Gutiérrez Rubí volverá
a Europa y frente a los ojos de todo México,
tras convertirse en la nueva joven promesa del ballet internacional
de origen jalisciense, emprenderá el siguiente paso en su brillante camino.
Ahora representará a México en el Junior Ballett Zürich, donde a
principios de 2022 firmó un contrato por un año.
«Finalmente voy a ejercer mi profesión después de tantos años de estudio,
nunca me imaginé que terminaría en esta compañía, pero la vida me llevó allí y
siento que llegué al lugar correcto donde voy a poder crecer, estudiar y bailar muchísimo,
no sé lo que me espera, no sé si viviré allí toda la vida o no, pero sé que
quiero bailar mucho, conocer gente y explorar todo lo que hay»,
afirma Martí, quien no pretende encasillarse en un estilo
de ballet, más bien quiere probar todo.
Dice que le encantaría regresar a México en algún momento y
traer todo lo que aprenda en Europa como lo hace Elisa Carrillo.
Poner su granito de arena para apoyar al talento mexicano para que se conozca
más el potencial que tienen los bailarines mexicanos a
nivel internacional.