A
un año de la tragedia de la Línea 12 del Metro, la incertidumbre se agranda y
el miedo no cede para Patricia Torres, una de las sobrevivientes de esa noche
del 3 de mayo del año pasado.
Trabajaba como agente de seguridad en el Aeropuerto.
Ese día volvía a casa e iba en el convoy que se partió en dos luego de que el
viaducto elevado entre las estaciones Tezonco y Olivos se desplomara.
Ha tenido que ser operada en tres ocasiones del tobillo, usa bastón y a la
fecha no sabe si volverá a caminar como lo hacía antes. De eso depende que
vuelva a trabajar y eso no es cosa menor, pues su esposo padece esclerosis
desde hace tiempo y ella es el sustento de la familia.
Por ahora tiene que ingeniárselas con lo que recibe de incapacidad y lo poco
que gana vendiendo dulces en un puesto que instaló en su casa.
«Todo sigue igual (los problemas familiares), con una grandísima
diferencia que antes yo tenía la capacidad de salir a trabajar, donde sea, de
lo que fuera, a donde fuera, yo me sentía capaz, ahora ya no. ¿Quién me va a
dar trabajo con una discapacidad?», cuestiona.
Y en lo emocional, un año después sigue con miedo. No soporta escuchar gritos y
tiene que dormir con la luz prendida.
«No soporto la oscuridad», asegura.
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