REFLEXIONAN SOBRE EL MAL DESDE LA LITERATURA

REFLEXIONAN SOBRE EL MAL DESDE LA LITERATURA

Cd. de México 5 julio 2022.- De la sorpresa al enterarse del genocidio perpetrado en Guatemala, e impactada por la violencia dictatorial, Ximena Santaolalla escribió una novela atravesada por, entre otras cosas, una pregunta sobre el mal.

Se trata de A veces despierto temblando (Literatura Random House), publicada el año pasado y ganadora del Premio Mauricio Achar, que gira en torno a los eventos ocurridos en dicha nación vecina entre 1978 y 1983 -el denominado Quinquenio Negro-, durante las dictaduras militares de Fernando Romeo Lucas García y Efraín Ríos Montt.

Fue precisamente mientras Ríos Montt era enjuiciado por tales hechos, entre 2012 y 2013, cuando Santaolalla, abogada y psicoterapeuta, supo por primera vez de dicho genocidio, según compartió este lunes durante el arranque del 33 Coloquio Internacional Archipiélago Crítico, ¡Formado está! ¡Naveguémoslo!, organizado por el 17, Instituto de Estudios Críticos.

«Me sorprendió no tener conocimiento de que en 17 meses habían sido asesinadas o desaparecidas 100 mil personas, cosa que es inaudita. Creo que sí se podría decir que es la dictadura más violenta que ha habido en América Latina», consideró la autora al participar en la mesa «Migración y movilidad humana I. Literatura, genocidio y trauma».

«Me sentí avergonzada de no saber de esto en ese momento, y quise leer un poco más», añadió Santaolalla, en una conversación desde su hogar con los académicos Rafael Mondragón y Pablo Domínguez que fue transmitida en línea.

Al ir conociendo más al respecto, lo que más le impactó fue el tema de los «kaibiles», soldados de élite del Ejército de Guatemala, y su entrenamiento para alcanzar una mayor eficiencia al asesinar y acabar con la población, específicamente la originaria de la franja transversal del norte, para que no estorbaran a los intereses económicos tanto de tal país como de Estados Unidos.

«Es un tema que me importa mucho porque no creo que podamos pensar que los asesinos, torturadores, violadores, son monstruos que están allá afuera y que no se parecen a nosotres», expresó Santaolalla.

«Son también personas, son seres humanos, y eso a mí siempre me ha dado miedo, en el sentido de: ¿Podría ser posible que cualquier persona llegue a hacer algo así? ¿O tiene que ver con algo en la esencia de las personas? ¿Existe la esencia o no existe? ¿Todos podemos ir cambiando poco a poco hasta llegar a masacrar, a aventar personas en un pozo para que ahí se mueran? Esas son cosas que me inquietan mucho».

A decir de Mondragón, se trata de una novela dura, pues describe con mucho dolor y mucha furia, aunque también con mucho cuidado y respeto, el proceso que permite que alguien se vuelva capaz de hacer lo perpetrado por tales kaibiles; «ser testigos de ese proceso deshumanizante no es fácil, es muy duro».

«El libro abre una pregunta por el mal que no tiene justificación, por la posibilidad de desarrollar la crueldad, y permite que los personajes se hagan preguntas sobre esto conforme lo van viviendo, y también hay preguntas sobre cómo se puede regresar de eso que son muy difíciles de responder», sostuvo Mondragón.

«Me parecía, y me parece importante, que estas cosas queden en la memoria y que nos preguntemos cómo le podemos hacer para nosotros no ser parte de esa violencia», agregó la autora. «No creo que estemos exentos o exentas nadie de encontrarnos en situaciones en las que podamos cometer ciertos actos horrorosos y terribles que creíamos que no seríamos capaces».

Para Domínguez, por otra parte, resultan sorprendentes las relaciones del libro -el primero de la abogada y psicoterapeuta- con algunos temas del México contemporáneo, como la violencia contra periodistas, las protestas de grupos feministas o la lucha de las personas buscadoras de desaparecidos.

Sobre todo, destacó la intención explícita de exterminio de una forma de vida, de una cultura y una lengua, como la de los pueblos guatemaltecos arrasados; una «limpieza racial», coincidió Santaolalla, quien atribuye precisamente al racismo que tal genocidio no sea dado a conocer de la misma forma que otros.

Cuestionada sobre lo que pueden tener en común o lo que subyace entre quienes cometen tales actos -torturas, masacres, asesinatos, la violación como táctica de guerra-, la autora apuntó no sólo a que hay muchos perfiles, sino a que también hay un aparato que exige que se perpetren delitos de esa naturaleza. Una cuestión sistemática más relacionada con lo que Hannah Arendt refiriera como la banalidad del mal.

Durante la charla, la autora también habló de las críticas que recibió por escribir de esto «desde el privilegio» y sin haber padecido la dictadura, o de las dudas que tuvo sobre cómo narrar sin reproducir los horrores con morbo -una «pornografía del horror»-, en todo momento queriendo abordar el tema de manera mucho más universal.

Finalmente, pese a la cuestión fundamental sobre el mal y el horror que atraviesa su obra -para la cual pudo contar con algunos testimonios-, Santaolalla abogó por la tendencia natural hacia la luz y el bienestar.

«Creo que, en general, siempre hay más personas haciendo el bien que haciendo daño», refrendó.

«Creo firmemente que tendemos más hacia el querer estar bien, dejar de sufrir, el deseo de ser felices todos y todas. Estoy convencida de ese deseo profundo», concluyó la autora.

Archipiélago Crítico, que tendrá actividad hasta el sábado, abordará también temas como los traumas del genocidio, la migración mundial, los estudios de género y el impacto social de la tecnología contemporánea, entre otros.

El programa completo puede ser consultado en el sitio del 17 (https://17edu.org/coloquioarchipielagocritico).

 

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