Con el rediseño de
los planes, programas de estudio y de libros de texto planteado por el Gobierno
de la Cuarta Transformación, no sólo se eliminarían palabras consideradas como
neoliberales, sino también peligrarían materias básicas como historia, español
y matemáticas, alertaron expertos.
El colectivo Educación con Rumbo
compartió con Grupo REFORMA un análisis realizado por diversas organizaciones y
especialistas sobre los documentos propuestos por la Secretaría de Educación
Pública (SEP) en el que se advierte del riesgo de cambios en asignaturas,
debido a la ambigüedad del planteamiento de las autoridades y desdén a
lineamientos internacionales.
José Antonio Cabello, actual director de la División Económico Administrativa
de la Universidad Tecnológica de Querétaro y Consejero Técnico Ciudadano para
la Mejora Continua de la Educación en Jalisco, afirmó que la actual
Administración no define específicamente las materias a impartir, ni se ciñe a
modelos pedagógicos.
En la página 125 del «Marco curricular y Plan de estudios 2022 de la
Educación Básica Mexicana», elaborado por la Dirección General de
Desarrollo Curricular de la SEP, por ejemplo, se enlistan cuatro campos:
lenguajes; saberes y pensamiento científico; ética, naturaleza y sociedad; y de
lo humano a lo comunitario.
Tan sólo el hecho de llamarles campos formativos, explicó, en vez de referirse
a materias, las aleja de ser evaluadas o participar en pruebas como el Programa
Internacional de Evaluación de los Alumnos (PISA), o el Plan Nacional para la
Evaluación de los Aprendizajes (Planea).
Además de que ante la falta de definición, dejaría la educación a la
interpretación y en el aire a diversas materias o asignaturas, pilares del
aprendizaje escolar.
«Esta propuesta implica la eliminación de materias como Historia,
Matemáticas, Español, Física, Química, para abordar sus contenidos en campos
formativos genéricos, con lo cual se diluyen los contenidos que corresponden a
estas disciplinas», subrayó.
«Ve a la lectura como medio para fines principalmente de carácter social y
cultural, pero poco académicos», agregó.
Asimismo, prosiguió, tiene fallas como la confusión de la educación formal e
informal, «trasladando a la educación formal rasgos propios de la
informal»; eliminaría la evaluación sumativa, limitándose a diagnóstica y
formativa; y se reduciría a metodologías educativas al aprendizaje basado en
proyectos, al constructivismo y a la escuela activa.
«Con esto, se hace evidente lo que este Gobierno ha hecho reiteradamente
manifiesto: su intención, traducida a intento de política pública, por eliminar
los mecanismos institucionales para evaluar los aprendizajes de los alumnos,
así como el desempeño del sistema educativo nacional», expuso.
«El argumento a favor de los campos formativos tiene que ver con el hecho
de que, a juicio del planteamiento hecho por la SEP, en donde sigue la moda
pedagógica, es que un plan de estudios basados en asignaturas propicia la fragmentación
de la realidad y del conocimiento», añadió.
Juan Alfonso Mejía, ex Secretario de Educación de Sinaloa, coincidió en que al
nombrar campos formativos, en vez de asignaturas, complicaría que México
participe en evaluaciones internacionales y se transitaría hacia un
«populismo educativo».
Por su parte, Patricia Gánem, coordinadora general de Investigación de
Educación con Rumbo y presidenta de la Comisión de Educación de la Coparmex,
refirió que en el análisis de los documentos se hallaron indicios ideológicos,
anti-académicos, que formarían un perfil de estudiante genérico,
«buenista», con una visión local o comunitario, sin que se garantice
el aprendizaje con estándares internacionales, que tampoco podrá ser medido por
falta de evaluación.