La Coordinación de Difusión
Cultural recordó al escritor, recién fallecido
Ciudad de México, 06 de octubre.
– ¿Qué hacer cuando muere un poeta?, se preguntó Anel Pérez, directora de
Literatura y Fomento a la Lectura de la Universidad, al empezar la transmisión
virtual de La música de lo que pasa. Palabras y lecturas en homenaje a David
Huerta, un acto organizado por la Coordinación de Difusión Cultural en memoria
del poeta, ensayista, traductor y académico fallecido a los 72 años.
“Las muertes cercanas suelen
dejarnos sin palabras, pero la muerte de un poeta como David Huerta debe, al
contrario, llenarnos la boca de las palabras contenidas en sus poemas”,
sostuvo, y dijo estar, como tanta gente que lo conoció, todavía bajo el efecto
de la sorpresa y el dolor por su partida. Por eso mismo es que se organizó, un
día después del fallecimiento, la lectura de parte de su obra en la que fue su
casa, la UNAM.
La comunidad literaria está de
luto. Para acompañar esta nueva orfandad se seleccionaron diversos poemas de
quien recibió en 2019 el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, los que
se leerían en voz alta con la intención de darse, entre quienes siguieron la
emisión, una especie de abrazo con las palabras del vate nacido en Ciudad de
México en 1949.
El acto comenzó con el texto
“Semblanza en primera persona”, de David Huerta leído por Anel Pérez, en el que
el autor de El jardín de la luz expone algunas de sus afinidades, afectos e
inquietudes y refiere que creció en un ambiente de periodistas y escritores,
muchos de los cuales eran también militantes políticos de izquierda. Menciona
que su padre, Efraín Huerta, era un poeta formidable, y su madre, Mireya Bravo,
una presencia irradiante.
Líneas más adelante reconoce que
la matanza de Tlatelolco lo marcó de por vida, y que el sistema de educación
pública fue fundamental en su formación. “Leí mucha poesía en la infancia y en
la adolescencia. Hacia mis 12 o 14 años, ‘Canción de jinete’, de Federico
García Lorca, fue lo que me desencadenó una vocación de escritura”.
Canto y celebración
Concluida la semblanza se dio
paso a la lectura de sus poemas. Hernán Bravo, director del Periódico de
Poesía, publicación que durante algún tiempo dirigió el propio Huerta, eligió
“Jaime Reyes”, el cual, dijo, “es un canto y celebración a su difícil,
fascinante y exigente amistad” con ese otro gran vate de su generación.
Myrna Ortega, secretaria de
Extensión y Proyectos Digitales de Cultura UNAM, presentó “Invisibilidad”, el
primero de los dos poemas que se incluyeron en el homenaje leído por el propio
Huerta desde la plataforma Descarga Cultura. UNAM y la colección Voz Viva.
Julia Santibáñez, titular de la
Cátedra Extraordinaria Carlos Fuentes, leyó fragmentos de Las hojas. Sobre
poesía, que dijo tienen mucho del espíritu, la lucidez, la claridad y, también,
la incomodidad del poeta, “y por eso es absolutamente indispensable. Él
practicaba lo que dijo Eliseo Diego: la poesía es el acto de atender en toda su
pureza. Pocos poetas en nuestro país y en el mundo atienden con tanta pureza
como lo hizo David”.
No
busques debajo de las puertas / ni detrás del refrigerador. / La conciencia y
su gusano enorme, / fosforescente, / enantiomorfo / de Las enseñanzas de don
Juan, / no estará ahí donde lo trates de encontrar /—sino, siempre, en otro
lado…”
Víctor Cabrera, coordinador
editorial de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, optó
por leer “Noviazgo”, el cual aparece en el número dedicado al autor en la
colección Material de Lectura; mientras que Guadalupe Alonso, directora de la
Casa Universitaria del Libro, antes de decantarse por un fragmento de
“Incurable”, contó que vio por última vez a Huerta el pasado jueves. “Me dijo
que estaba enfermo. Le respondí que se cuidara y que ya pasaría. Me miró
fijamente y dijo: ya es incurable”. Siguieron las lecturas de “Ayotzinapa”, en
la voz del joven Emiliano Aquino, mediador de lectura del Programa Universo de
Letras, y “Filantropías de Moreno”, seleccionado por Carmina Estrada,
coordinadora del proyecto Punto de Partida, quien recordó que en 1969 el poeta
recibió de esta publicación una mención por un texto suyo sometido a concurso.
Las dos últimas participaciones
serían las de Guadalupe Nettel, directora de la Revista Universidad de México,
quien trajo “El gusano de la conciencia”: “No busques debajo de las puertas /
ni detrás del refrigerador. / La conciencia y su gusano enorme, /
fosforescente, / enantiomorfo / de Las enseñanzas de don Juan, / no estará ahí
donde lo trates de encontrar /—sino, siempre, en otro lado…”.
Finalmente, la de Eduardo
Vázquez, coordinador ejecutivo del Colegio de San Ildefonso, con un poema de
Cuaderno de noviembre, no sin antes relatar que Huerta “no temía perderse en
las líneas de la poesía, porque siempre estaba dispuesto a encontrar ahí sus
gemas preciosas”.
Fue este acto un testimonio de la
generosidad, afabilidad, genialidad creativa y calidez humana de un
extraordinario vate; se le deseó un buen camino. Con David Huerta se puede
seguir conversando a través de su veintena de libros de poesía, entre ellos Versión,
merecedor del Premio Xavier Villaurrutia en 2005.