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Durante su
rectorado se creó lo que hoy es el campus Morelos y se instauró el concepto
integral de Extensión Universitaria
CDMX,
13 de diciembre. – La posición más interesante, más honrosa, más estimulante,
más gratificante a la que cualquier universitario puede acceder es la de
Rector. Desde la Rectoría, uno puede visualizar todo el desarrollo del país.”
Ícono
de la medicina nacional, universitario ejemplar y maestro en el más amplio
sentido de la palabra, Octavio Rivero Serrano, exrector y profesor emérito de
la UNAM, quien falleció este lunes a los 93 años, logró una trayectoria
académica sobresaliente y realizó aportaciones fundamentales a esta
institución. Para él, la Universidad representó toda su existencia. Médico de
profesión, docente y humanista por vocación, se ocupó –como uno de sus ejes esenciales–
de la ética, salud y educación de los mexicanos; su interés por mantener un
alto nivel de calidad en el ejercicio médico del país también fue permanente.
Originario
de la ciudad de Puebla (15 de junio de 1929) hizo sus estudios profesionales en
la entonces Escuela Nacional de Medicina de la UNAM, donde se recibió con
Mención Honorífica como médico cirujano en 1953, con la tesis “Reconstrucción
experimental de la tráquea”. Posteriormente se especializó en enfermedades
respiratorias.
Su
carrera en la “más humana de las ciencias” inició en el Hospital General de
México de la Secretaría de Salud, donde fue jefe de la Unidad de Neumología,
del Departamento de Cirugía Experimental y de Enseñanza e Investigación; además
de subdirector Médico.
Su
dedicación a la Universidad mediante su labor docente y de investigación, y su
actividad académico-administrativa fue total. Académico de la Facultad de
Medicina (FM) durante más de seis décadas, el universitario comenzó su labor
como ayudante de profesor de Patología del aparato respiratorio; desde
entonces, la docencia fue una actividad predominante en su vida. Entre sus
principales cargos, Octavio Rivero se desempeñó como director de la FM
(1977-1980). Ahí promovió la actualización médica de los estudiantes en el
posgrado y la actividad docente-asistencial de los académicos.
Además,
impulsó un programa de tutores para fortalecer la formación de los alumnos, así
como cursos intensivos sobre temas no incluidos en el plan de estudios. A fin
de fomentar el gusto por la cultura entre los jóvenes, alentó un programa de
actividades que incluyó conferencias sobre la historia de México, exposiciones
de pintura, conciertos de la Orquesta Sinfónica de la Preparatoria y música
ranchera.
Sus
aportaciones
Según
sus propias palabras, “la posición más interesante, más honrosa, más
estimulante, más gratificante a la que cualquier universitario puede acceder es
la de Rector”, responsabilidad que desempeñó del 3 de enero de 1981 al 31 de
diciembre de 1984. “Desde la Rectoría, uno puede visualizar todo el desarrollo
del país”, afirmó en una entrevista en la que también destacó que, sin duda, la
UNAM fue el proyecto cultural nacional del siglo XX. Lo que acontece en ella
tiene impacto en la nación, consideró. Así, buscó defender su calidad de
universidad pública y autónoma, y el reconocimiento de su prestigio en los
ámbitos nacional e internacional. El entonces rector Rivero puso especial
atención en vincular la docencia con la investigación; instauró el Programa de
Superación del Personal Académico; estableció una reserva ecológica en los
terrenos de Ciudad Universitaria, y creó los programas universitarios con los
que la institución se ligó a los problemas de la sociedad.
Uno de
sus más grandes retos fue la administración del presupuesto, ya que resultaba
insuficiente para todas las necesidades. Durante su gestión se inició una
reforma académico-administrativa; propuso el documento “Evaluación y marco de
referencia para los cambios académico-administrativos”, y en respuesta surgieron
más de 60 proyectos que configuraron el Plan de desarrollo institucional.
En su
rectorado también se creó lo que hoy es el campus Morelos de la UNAM, con la
instalación del actual Centro de Ciencias Genómicas en la ciudad de Cuernavaca.
Asimismo, instauró el concepto integral de Extensión Universitaria, a la cual
concibió como la instancia dedicada a difundir el conocimiento y la cultura,
así como a extender la docencia y la investigación. Por lo anterior, en su
periodo se crearon programas para fomentar la preservación y producción de
modelos culturales a partir de los fundamentos históricos de la realidad
nacional mexicana.
Uno de
sus mensajes que más se recuerda es el que pronunció en su toma de posesión,
cuando expresó que la misión fundamental de las universidades “no se ha
modificado: hoy más que nunca, les corresponde formar a los profesionistas,
especialistas e investigadores que, altamente capacitados, se constituyan en
los elementos de transformación económico-social del país en que viven. Sólo
así, los universitarios serviremos al país”. A los estudiantes, a quienes calificó
como la parte más importante de la institución, les dijo: “Pretendo que sean
capaces de comprender la oportunidad que les brinda el país; el privilegio que
tienen de instruirse y educarse en una de las mejores universidades del
continente y que, en correspondencia a esa oportunidad y a ese privilegio,
deben procurar hacer su máximo esfuerzo por prepararse como universitarios”, en
bien de ellos mismos, de nuestra institución y del país.
“Una
universidad que no forma los recursos humanos con la capacidad profesional
necesaria, o que no educa para que comprendan su obligación con el país, falta
a su compromiso: profesionistas sin preparación académica son ineficaces para
cumplir su cometido; profesionistas sin conciencia social pierden la meta de su
formación”, expresó en aquel entonces.
Labor
intensa en Medicina
Reconocido
por su capacidad como cirujano, el también exembajador de México en Italia,
creó en 1991 el entonces llamado Programa Universitario de Medio Ambiente, con
el propósito de promover la investigación y la difusión con un enfoque
multidisciplinario de los problemas ambientales. Esta iniciativa dio paso al
inicio de una nueva especialidad médica en el país: la medicina ambiental.
En
1995, al también expresidente de la Academia Nacional de Medicina –de la cual
fue miembro honorario–, fue nombrado secretario del Consejo de Salubridad
General en el que desarrolló los programas de Certificación de Hospitales, de
Medicamentos Genéricos Intercambiables y de Certificación de Médicos Generales.
Constante promotor y protector de la salud de los mexicanos, en 1998 creó el
seminario “El ejercicio actual de la Medicina” en la FM, que en 2008 cambió su
nombre por el de “Medicina y Salud”, mediante el que planteó temas como el uso
inmoderado de la tecnología, la pérdida de la relación médico-paciente, el
consumismo de medicamentos en forma innecesaria, la conversión de la medicina
como profesión hacia una industria, el envejecimiento, dilemas éticos en el
área y la necesidad de una cobertura universal en salud.
Rivero
Serrano recibió la Condecoración Dr. Eduardo Liceaga, el mayor reconocimiento
que otorga el Consejo de Salubridad General, entre otras distinciones. El
expresidente de la Sociedad de Neumología y Cirugía de Tórax fue miembro
honorario de la Academia Mexicana de Cirugía. Fue autor de libros como Manual
de Terapéutica Médica, y coautor de otros como Neumología. A lo largo de su
vida docente el distinguido universitario formó a estudiantes de pregrado y
posgrado en la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional, la Escuela Médico
Militar, la Escuela de Medicina de la Universidad Autónoma de Guadalajara y en
los institutos nacionales de Salud.
Preocupado
por los grandes adelantos de la ciencia médica, que en ocasiones no prolongan
la vida, Rivero Serrano expresó en alguna ocasión: “No sé si aparte de mis
familiares cercanos alguien se acuerde de mí después de haberme ido. Quisiera
que ellos recordaran el gran cariño que les he tenido”.
Fuente:
UNAM