·
Sin la investigación de
los doctores Katalin Karikó y Drew Weissman “no habríamos podido salir tan
rápido de la pandemia”: Susana López Charretón, investigadora del Instituto de
Biotecnología
El Premio Nobel de Medicina 2023 es para los doctores Katalin Karikó y
Drew Weissman “por sus descubrimientos sobre modificaciones de bases de
nucleósidos que permitieron el desarrollo de vacunas de ARNm eficaces contra la
Covid-19”, anunció la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska.
“A través de sus innovadores hallazgos, que han
cambiado fundamentalmente nuestra comprensión de cómo el ARNm interactúa con
nuestro sistema inmunológico, los galardonados contribuyeron a un ritmo sin
precedentes en el desarrollo de vacunas durante una de las mayores amenazas a
la salud humana en los tiempos modernos”, añadió el instituto y recalcó:
“El entusiasmo por crear la tecnología de ARNm con
fines clínicos fue inicialmente limitado. Estos obstáculos no desanimaron a la
bioquímica húngara Katalin Karikó, que se dedicó a generar métodos para
utilizar el ARNm con fines terapéuticos. A principios de la década de 1990,
cuando era profesora asistente en la Universidad de Pensilvania, se mantuvo
fiel a su visión de hacer realidad el ARNm como terapéutico a pesar de
encontrar dificultades para convencer a los financiadores de la investigación
de la importancia de su proyecto. Un nuevo colega de Karikó en su universidad
fue el inmunólogo Drew Weissman. Estaba interesado en las células dendríticas,
que tienen funciones importantes en la vigilancia inmunitaria y la activación
de las respuestas inmunitarias inducidas por vacunas. Estimulados por nuevas
ideas, pronto comenzó una fructífera colaboración entre los dos, centrándose en
cómo los diferentes tipos de ARN interactúan con el sistema inmunológico.”
The New York Times (https://shorturl.at/jKNS8) recordó que la unión entre Karikó y Weissman se trató de un hecho
fortuito en la Universidad de Pensilvania, ya que por azar, durante una de sus
jornadas de trabajo en 1998, se encontraron frente a una fotocopiadora e
intercambiaron ideas: ella habló de su fascinación ARN mensajero y él contó que
buscaba nuevos enfoques para una vacuna contra el VIH. 25 años después de ese
encuentro fueron premiados con un Nobel.
No hay manera de predecir el futuro
Para Susana López Charretón, investigadora en el
Instituto de Biotecnología de la UNAM, el galardón otorgado a Katalin Karikó y
Drew Weissman “es realmente un reconocimiento a la importancia de la
indagación, no podemos decir ‘sólo hay que investigar lo que creemos que es muy
importante y lo que vemos como primordial’, hay que sostener la investigación
básica, porque uno nunca sabe en qué momento puede ser aplicada. A esta mujer
no la quisieron apoyar en este tipo de trabajo por mucho tiempo pensando que no
tenía futuro, pero no hay manera de predecir el futuro de una investigación;
ahora este trabajo es importantísimo y de aquí en adelante muchas vacunas
podrán ser accesibles en diversas partes del mundo”.
“Ya estaban trabajando en otras vacunas cuando
llegó la epidemia de SARS-CoV-2. No es un descubrimiento de un día a otro;
ambos, la doctora Katalin Karikó trabajando el ARN y el doctor Drew Weissman
con inmunología, llevaban más de 10 años colaborando. Había realmente muy poca
información sobre la efectividad de este tipo de vacunas, su desarrollo llevaba
mucho tiempo de estudio. Fuimos afortunados de que se tuviera un prototipo para
probarlo en esta pandemia que permitió demostrar su utilidad”, agregó la
especialista.
Es un sentimiento que comparte Mauricio Rodríguez
Álvarez, académico de la Facultad de Medicina: “Quiero enfatizar la importancia
de la ciencia y la investigación. Gracias a décadas de estudio y dedicación,
hoy en día contamos con herramientas poderosas para enfrentar desafíos de salud
tan significativos como la Covid-19. Lo más prometedor es su adaptabilidad. Al
igual que con las vacunas de influenza que se actualizan anualmente, la
tecnología de ARN podría permitirnos desarrollar con rapidez vacunas en
situaciones de emergencia”.
¿Cómo funcionan?
El principio de estas vacunas es que los seres
vivos tenemos principalmente dos tipos de información genética, explicó Susana
López Charretón, “todas las células tienen ADN (ácido desoxirribonucleico) que,
en general, es el que contiene la información genética –lo que se hereda de
padres a hijos–, y el ARN, que es una molécula, podríamos decir, que es una
copia del ADN que funciona como mensajero. Ese ARN tiene información que puede
ser decodificada durante la producción de proteínas, se traduce –tienes en una
banda un lenguaje que pasa a través de una máquina, la de traducción– y lleva
las instrucciones para traducirse a proteína”.
Así detalló su funcionamiento la investigadora:
“Para esa vacuna, lo que hicieron fue hacer sintéticamente un ARN que tiene las
instrucciones para traducir la proteína Spike, que es la que forma las
espículas que tiene el coronavirus. Este ARN sintético tiene que estar
encapsulado en unas burbujas de lípidos que se fusionan con algunas células
musculares y el ARN se libera dentro de ellas. Así la célula lo reconoce como
propio, lo empieza a traducir y la célula empieza a producir la proteína Spike
del virus, y lo presenta al sistema inmune del organismo. Así funcionan las
vacunas, a través de presentar proteínas extrañas al sistema inmune. Parece muy
sencillo, pero costó mucho trabajo demostrar que el ARN, que es una
macromolécula muy lábil y se degrada facilísimo, puede funcionar para este
propósito. Karikó y Weissman hicieron modificaciones en el ARN para que no se
degradará tan fácil y para evitar que las células al detectar ARN exógeno no
despertaran una respuesta inmune inflamatoria severa”.
Mauricio Rodríguez, por su parte, destacó que “la
tecnología de ARN, ejemplificada por las vacunas de Pfizer y Moderna, ya cuenta
con un sólido respaldo en términos de seguridad y eficacia. Están en marcha
ensayos para otras enfermedades que utilizan esta misma plataforma. Puede
revolucionar la medicina, permitiendo la creación rápida de vacunas o
tratamientos para padecimientos importantes. Sin embargo, una preocupación es
la propiedad intelectual; es probable que pocas empresas controlen esta
tecnología en los próximos años, lo que podría afectar el acceso y
disponibilidad de medicamentos y vacunas”.
López Charretón subrayó que inicialmente muchos
inversionistas e investigadores consideraron que las ideas de la doctora Karikó
no tenían futuro, situación que complicó su investigación; además de que, antes
de este desarrollo médico, se había encontrado que al introducir ARN exógeno a
un organismo, éste generaba una respuesta inflamatoria severa.
“Lo que resultaba tóxico era el ARN, porque cuando
nuestras células detectan un ARN extraño, se prende toda una serie de señales
inmunes que causan principalmente inflamación. El ARN que se está usando en las
vacunas ya está modificado, de modo que no causa estas reacciones secundarias
tan graves. No podemos decir nunca va a pasar, pues algunas proteínas que se
produzcan quizá no funcionen como queremos, lo importante es saber que cada
vacuna se tiene que probar primero, como ha ocurrido con todas las que
conocemos, pasando por diferentes fases: primero en células en cultivo, luego
en animales experimentales y después en grupos pequeños de voluntarios. Cada
uno de estos diseños nuevos de vacunas de ARN se tiene que probar”.
“Se espera que empecemos a tener muchas vacunas de
ARN, porque, además, ya tuvimos la suerte de probarla con millones de personas
y sabemos que es muy útil, gracias a eso podemos salir a la calle y ya estamos
protegidos contra la infección del SARS-CoV-2. Sin esas vacunas creo que no
habríamos podido salir tan rápido de la pandemia”, concluyó la especialista.
FUENTE: UNAM