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LÍNEA 12: UN AÑO SIN CALMA

LÍNEA 12: UN AÑO SIN CALMA

Ha pasado un año y los miedos parecen no tener fin.

El 3 de mayo de 2021, la vida de Patricia cambió para siempre. Esa noche volvía de su trabajo cuando el convoy cayó entre las estaciones Olivos y Tezonco.

Ahora depende de un bastón para caminar y no tiene certeza sobre si volverá a caminar como antes. Ha sido operada del tobillo izquierdo tres veces, luego de la fractura. Hasta hace seis meses, padecía de dolores, inflamación y no podía apoyar el pie lastimado.

Los médicos determinaron que era necesario retirarle una placa y los tornillos que le habían colocado para que sanara la fractura, pues su organismo estaba rechazando las piezas. La operaron el 29 de octubre de 2021, después, vinieron las terapias… y también las advertencias.

Los especialistas le aseguraron que tendrá secuelas, además de que sólo podrá desplazarse con ayuda.

«Me dan rehabilitación en las tinas, terapia física y determina la doctora que quedé con secuelas y que no puedo caminar (sólo) con ayuda de un bastón, si yo no lo hago, afecto mi lado bueno, que sería la pierna derecha, la rodilla», cuenta Patricia desde su casa, hogar que comparte con su esposo que padece esclerosis lateral amiotrófica y con sus tres hijos menores de edad.

Para ella, la oscuridad es ahora uno de sus mayores temores.

«(Tengo) mucho miedo de salir a la calle, mucho miedo a la oscuridad, mucho miedo a los gritos, son tantas cosas, lo principal es cuando me duermo, la luz prendida siempre, una luz siempre tiene que estar prendida, no tolero la oscuridad», compartió.

En ese mismo tren, hace un año, venía Nancy Hernández con su familia. Al escuchar el estruendo y sentir el movimiento del convoy, pensó que se trataba de un temblor.

Abrazó a sus hijos, quienes en ese momento tenían tres meses y siete años. La agitación de tren provocó que la mujer de 28 años cayera de espalda al piso mientras estrechaba a los menores.

El bebé resultó ileso; Yael, su hijo mayor, tuvo esguince en el hombro, mientras que ella resultó con doble fractura en las vértebras. Su esposo, Salatiel, padeció un esguince en el hombro izquierdo.

La familia iba en el penúltimo vagón del tren, el cual no cayó de la trabe, pero desde ahí se veía el abismo. Después del impacto, vino la oscuridad. El vagón se quedó sin energía eléctrica, además de que el polvo nublaba la vista. Pasaron varios minutos para que policías y rescatistas subieran para ayudarlos.

Luego de ser trasladada a un hospital fue dada de alta, los médicos consideraron que no era necesaria su hospitalización. Pero en los días siguientes, el dolor en la espalda no cesaba, motivo por el que funcionarios del Gobierno de la CDMX le pidieron regresar al mismo hospital, donde nuevamente le practicaron estudios e identificaron las fracturas en las vértebras.

Sin embargo, doce meses después, el dolor físico no se ha ido y las actividades que antes era su rutina ahora son esporádicas, como lavar a mano o cargar a su bebé.

«(Las vértebras) no consolidaron bien, pero todo tiene una secuela, yo ya no quedé bien al 100 por ciento. Ya no tengo la misma fuerza de jugar con mi bebé, de agarrarlo de la manita porque ya me empieza a doler, no puedo hacer ya mi vida como era antes», relata.

Después del colapso, Sergio Santiago ha pensado dos veces en suicidarse. Sólo lo ha detenido pensar en su hijo, para él su padre es su «Batman», el menor tiene cuatro años.

«Cómo iba a aventarme si tengo a alguien que sigue mis pasos», expresa Sergio-

El hombre recorría 56 kilómetros diarios en bicicleta de Valle de Chalco a su trabajo en Tlalpan para ahorrar 650 pesos a la quincena y dárselos a su familia. Por la noche prefería tomar el Metro en Tezonco y bajar en Tláhuac para evitar un accidente, pero fue en uno de sus trayectos que ocurrió la tragedia.

«Fue un minuto que avanzamos muy despacio, escuché un golpe pensé que había pegado otro vagón. Al momento de voltear, lo único que pude ver fue el desprendimiento y la noche.

«Al caer en picada ya no me pude agarrar de nada, fui rebotando y rebotando. Algo que le doy gracias que haya pasado es que mi bicicleta quedó atravesada y ancló mi mano y no dejó que me fuera, caí casi en donde se hace el colapso», recuerda.

Una señora lo sostuvo y la gente cayó encima de él, se fue la luz, hubo silencio y luego, los gritos de desesperación de la gente.

Tras diagnósticos erróneos, en el Instituto Nacional de Rehabilitación le detectaron una lesión en el manguito rotador de una mano, dislocación de la mano, fractura de las costillas izquierdas, esguince, fisura del hueso y otras. A la fecha, se le inflama la cadera y determinará si requiere operación.

En su trabajo le redujeron el horario por su estado de salud, lo que significa también una disminución en sus ingresos.

Su proyecto de vida y sus actividades preferidas se diluyeron, entre ellas compartir sus conocimientos a niños en Chalco sobre fútbol por 10 pesos. La desesperación por no recuperar su vida antes de la tragedia y no tener solvencia, lo han llevado a intentar aventarse en dos ocasiones al Metro.

Hace un año corría por los andenes del Metro porque iba tarde a su destino; ahora, Benito Alvarado se encuentra postrado, luchando cada día por sobrevivir y lograr caminar otra vez.

Ese 3 de mayo, recuerda, viajó junto a su hermano desde la estación Constitución de 1917 hacia Atlalilco y transbordó a la Línea Dorada.

Fueron segundos, pero el momento del colapso lo recuerda como en cámara lenta. Iban en el primer vagón y sintió un tirón fuerte que frenó el tren, luego vio cómo las personas comenzaban a caer sobre él y el convoy pasaba de ir en posición horizontal sobre las vías elevadas a colgar en posición vertical sobre la Avenida Tláhuac, hasta que junto al vagón inmediato formaba una V.

«Intenté localizar a mi hermano, pero me doy cuenta de que mis piernas no me responden, las llevo rotas completamente volteadas, me doy cuenta y empiezo a jalarme hacia arriba sólo con las manos, mi cinturón me lo desato y con él me amarro», cuenta.

Lo sacaron por una ventana y llegó al hospital, donde estuvo casi un mes.

«Noches sin dormir, no movía pies, brazos, salí lesionado de cadera, el pulmón casi me estalla, pelvis, piernas, fémur, rodillas, cabeza, demasiado mal», señala.


DAÑOS COLATERALES



Si Leticia no se hubiera cambiado de casa, se haría más de seis horas de transporte en ida y vuelta a su trabajo.

La mujer es promotora de alimentos en un centro comercial de Polanco, vivía en Chalco y todos los días viajaba por la Línea 12 para llegar a su trabajo.

Este transporte representaba una solución, pero sin él, sufrir todos los días el tráfico era imposible.

«Se hizo un tráfico espantoso, me hacía más de tres horas y tuve que buscar un lugar más cercano donde me hiciera menos tiempo», explicó.

Tan sólo para llegar a la estación Tláhuac, desde su casa, Leticia tiene que caminar dos kilómetros sobre Avenida Chalco-Tláhuac hasta llegar a la base, pues de otra manera debe esperar más de media hora.


SIN IMPUTADOS


A un año del colapso, no hay ningún imputado.

La audiencia para imputar a Enrique Horcasitas, ex director del Proyecto Metro, a otros funcionarios y a dos empresas por los delitos de homicidio, lesiones y daños culposos por el siniestro, fue diferida por cuarta vez, ahora para el 6 de junio.

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