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Recibió la Medalla de
Oro Bellas Artes en 2008 y es recordado este 31 de enero en su décimo
aniversario luctuoso
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Su obra comprende tanto
la poesía como el estudio del México antiguo
CDMX, 31 de enero de 2023. – Considerado uno de los
poetas más importantes del siglo XX en México, Rubén Bonifaz Nuño recopiló la
tradición de la poesía clásica para ponerla al servicio del lenguaje coloquial,
cotidiano y abordar los grandes temas de la condición humana, consideró el
poeta y ensayista Rogelio Guedea, al recordar la obra del escritor veracruzano
en su décimo aniversario luctuoso este 31 de enero, y de quien también se
conmemorará, el 12 de noviembre de este año, el centenario de su nacimiento.
La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y
el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) recuerdan al autor
de Fuego de pobres (1961), De otro modo lo mismo (1979), As de oros (1981),
Albur de amor (1987), quien recibió en 2008 la Medalla de Oro Bellas Artes.
Rubén Bonifaz desarrolló diversas facetas que transitaron entre la poesía, la
traducción de autores grecolatinos, el estudio del México antiguo y la
investigación, además de haber sido fundador del Instituto de Investigaciones
Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Para Guedea —novelista, poeta, ensayista y
traductor mexicano—, Bonifaz Nuño no ha sido tan leído como debería serlo,
porque es un poeta que, en apariencia, tiene una línea culta y una poesía más
crítica y hermética.
Comentó que uno de los temas sustanciales en su
obra se refiere al amor. “Tiene un libro maravilloso que, para mí, es uno de
los grandes poemas de amor de toda la tradición poética mexicana: El manto y la
corona, un libro hermoso, escrito con un lenguaje cotidiano, pero con toda la
sabiduría de la poesía clásica, del verso medido, de las rimas, de las
cadencias clásicas, que no se notan por su lenguaje coloquial”.
En su opinión, el lenguaje y la sabiduría de Rubén
Bonifaz Nuño abarca desde Garcilaso hasta los grandes clásicos. No debe olvidarse
que él fue uno de los traductores de las Elegías de Propercio; su talla es
enorme, por lo que debería ser más leído por todos los lectores, sobre todo por
los jóvenes poetas.
Sugirió que para acercarse a la obra de Bonifaz
Nuño los lectores podrían empezar por Fuego de pobres, Los demonios y los días
y El manto y la corona, un libro de poemas de amor realmente entrañable,
accesible al público y con grandes hallazgos poéticos, detalló.
“A casi 100 años de su natalicio debe ser reeditado
y hacerlo accesible en todas las colecciones posibles, públicas o privadas,
porque es un poeta potente y de gran importancia en las letras mexicanas”,
aseguró el entrevistado.
Finalmente, expresó que sería imposible entender la
poesía mexicana del siglo XX sin la presencia de Rubén Bonifaz Nuño. “Esa
generación nos dio a grandes autores, entre ellos Jaime Sabines y Rosario
Castellanos. La tradición poética mexicana no se puede entender sin ellos, son
clave”, afirmó.
Con estudios de Derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia;
el doctorado en Letras Clásicas por la UNAM y profesor de latín en la Facultad
de Filosofía y Letras de la máxima casa de estudios, Bonifaz Nuño fue
reconocido por sus destacadas traducciones de los autores grecolatinos, como
Virgilio, Horacio, Catulo, Propercio, Homero y Cicerón.
En 1963 fue nombrado miembro de número de la
Academia Mexicana de la Lengua; desde 1972 es miembro de El Colegio Nacional y
fue presidente de la Sociedad Alfonsina desde 1986 hasta 2000, además de haber
sido un estrecho y entusiasta colaborador de la Coordinación Nacional de
Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura.
Fundador y director de la Bibliotheca Scriptorum
Graecorum et Romanorum Mexicana, recibió diversos premios y distinciones
nacionales e internacionales, como el Premio Nacional de Ciencias y Artes
(1974), la Orden del Mérito en el grado de Comendador (1977), el Premio
Latinoamericano de Letras Rafael Heliodoro Valle (1980), el Premio
Internacional Alfonso Reyes (1984), el Premio Jorge Cuesta (1985), el Premio
Universidad Nacional (1990), el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López
Velarde (2000), el Premio Francisco Javier Clavijero (2004), la Medalla Rosario
Castellanos (2005), el Premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval (2007) y
la Medalla de Oro Bellas Artes (2008), otorgada por el Inbal.
Fue nombrado investigador emérito de la UNAM en
1989 y nacional emérito en 1992, además de recibir el doctorado honoris causa
por la Universidad de Colima (1984), la UNAM (1985) y la Universidad
Veracruzana (1992).
Escribió, entre otros títulos, La muerte del ángel
(1945), Poética (1951), Ofrecimiento romántico (1951), Imágenes (1953), Los
demonios y los días (1956), El manto y la corona (1958), Canto llano a Simón
Bolívar (1959), Fuego de pobres (1961), El ala del tigre (1969), La flama en el
espejo (1971), Albur de amor (1987), Pulsera para Lucía Méndez (1989), Del
templo de su cuerpo (1992), Amiga a la que amo (2004) y El honor del peligro
(2012).