Uriel Flores Aguayo

La operación abusiva y recaudadora de las grúas en Veracruz, nada tiene que ver con ausencia de leyes y reglamentos, tampoco con concesiones y, mucho menos, con un servicio público. Lo último que les interesaba a los regenteadores de ese millonario negocio era liberar la circulación vehicular. Actuaban como mafia los propietarios, sus operadores y las autoridades de Tránsito estatal.

No había elementos de la autoridad para auxiliar a los automovilistas, pero en cada grúa viajaba un agente vial para darle cierta legalidad a sus abusos. Poco hay tan extremo como llevarse un vehículo con el pretexto de estar mal estacionado, es una agresión grave a los derechos y dignidad ciudadana. Se justificaría en casos de obstrucción a centros sensibles como hospitales, estaciones de bomberos, acceso a escuelas, etc. No era el caso. Las grúas, multiplicadas hasta la anarquía, agarraban parejo.

La sola existencia de tantas “empresas” dedicadas a ese giro es un indicador de que estaban organizadas para hacer negocios. Es curioso que cobraran sin comprobantes fiscales, evadiendo impuestos con la ayuda oficial. Todo era irregular y absurdo.

Miles de xalapeños y veracruzanos fueron víctimas impotentes de sus atropellos. Las grúas eran parte de un sistema de saqueo implementado por el gobierno estatal y grupos privados; la participación oficial venía desde la cúpula. Todos se mojaban. Colocaban letreros de prohibición para estacionarse en forma generalizada y arbitraria; donde fuera. El siguiente paso era levantar los autos de desprevenidos o confiados automovilistas. Lo hacían a la vista de la gente, incluso con prepotencia. Todos los altos mandos lo sabían y lo justificaban. Su comportamiento fue ofensivo para la ciudadanía en grado cruel. Era una forma degradante de tratar a la gente.

Por lo visto hay nuevos aires y han decidido, correctamente, desde el gobierno Estatal terminar con ese negocio. En buena hora. Es una señal sana que se deslinda de la frivolidad y abuso recientes.

Faltaría fincar responsabilidades a los antiguos socios y operadores de las grúas sobre el dinero obtenido. La justicia debe ser completa. Por algo se empieza. Es alentadora esa actual capacidad de autocrítica, reconociendo lo obvio, lo que está mal. Si no avalan esas turbiedades, como se ve, deben ir más allá y castigar a quienes estuvieron saqueando a los automovilistas veracruzanos.

Recadito: al menos los nuevos en el sector educativo saben leer y escribir.

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