Ricardo
Monreal
La semana
pasada se dio a conocer la clasificación mundial de universidades de la firma
británica Quacquarelli Symonds, QS World University Rankings 2024.
Se trata de una publicación anual que destaca las mejores universidades del
mundo para el estudio de 51 materias diferentes y cinco áreas de facultad.
El ranking presenta, en su edición número 20, a 1500
instituciones de todo el planeta.
Los resultados
de la reciente edición están basados en un extenso análisis de más de 7.5
millones de artículos académicos y las opiniones de más de 240,000 docentes y
personas empleadoras.
La UNAM no
sólo volvió a situarse en el grupo de las 100 mejores universidades del mundo,
al clasificarse en el puesto 93 del análisis, sino que también obtuvo el primer
lugar en el marco de las universidades de habla hispana, seguida de la
Universidad de Buenos Aires en el sitio 95, y de la Universidad Católica de
Chile en la posición 103.
Vale la pena
recordar que nuestra máxima casa de estudios es heredera de la Real y
Pontificia Universidad de México, fundada en septiembre de 1551. Ya para 1910
se crea la Universidad Nacional de México, impulsada por Justo Sierra, la cual
estaba compuesta por las escuelas Nacional Preparatoria, de Jurisprudencia,
Medicina, Ingenieros y Bellas Artes.
En 1921,
fueron acuñados su lema y su escudo por el entonces rector José Vasconcelos. El
primero —explicó— significa la convicción de que la raza nuestra elaborará una
cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima.
En cuanto al
escudo, Vasconcelos buscó plasmar en él la unión de Iberoamérica. Así lo
describió: “Nuestro continente nuevo y antiguo, predestinado a contener una
raza quinta, la raza cósmica, en la cual se fundirán las dispersas y se
consumará la unidad”.
En 1929, la
UNAM obtuvo su autonomía y en 1945 se autorizó la edificación de la Ciudad
Universitaria, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2007 por la
UNESCO.
Cabe
subrayar que la UNAM tiene como fin estar al servicio de México y de la
humanidad; formar profesionistas útiles para la sociedad; organizar y realizar
investigaciones, principalmente acerca de las condiciones y los problemas
nacionales, así como extender con la mayor amplitud posible los beneficios de
la cultura.
Me siento
orgulloso de ser egresado de nuestra universidad nacional; allí estudié la
especialidad, la Maestría en Derecho y el Doctorado en Derecho Constitucional y
Administrativo. Actualmente imparto clases en la Maestría en Derecho: seré
político temporal, pero maestro permanente en la Universidad.
Y es que la
educación pública, por medio de instituciones como la UNAM, es el principal
vector de movilidad social y de cambio. Nuestra máxima casa de estudios es
reflejo de todo el espectro social del país, el cual la enriquece y la
fortalece.
Decenas de
grandes mujeres y hombres mexicanos y extranjeros han egresado de nuestra
universidad nacional para beneficio de sus respectivos países, sus causas e
intereses legítimos.
En momentos
de transición política, como los que la nación atraviesa actualmente, la
academia y las personas de ciencia no pueden estar alejadas de las decisiones
públicas. Sin esta institución, México no habría avanzado en su desarrollo
económico, político y social.
El regreso
de la UNAM a la clasificación de las 100 mejores universidades del mundo es de
suyo importante, pues nos recuerda que la Máxima Casa de Estudios es patrimonio
educativo de las y los mexicanos, pero más relevante aún es que, como
institución pública, sigue siendo uno de los pilares del desarrollo educativo
nacional.