Ayer fue la hasta hace
nada número uno, Ashleigh Barty, consumida la australiana “mental y
físicamente”; previamente decayó la japonesa Naomi Osaka, que desde hace tiempo
lucha consigo misma y con el envoltorio del profesionalismo para volver a la
cúspide del circuito; y ahora es Victoria Azarenka, una figura de largo
recorrido y prestigiosa trayectoria, la que da un paso a un lado porque, dice, es víctima de un
“estrés extremo”. Queda por saber cuál es el origen exacto por el
que la bielorrusa, de 32 años, anunció que necesita hacer un paréntesis
personal y apartarse del tenis, deporte que desde un ángulo u otro (el físico,
el mental o, en muchos casos, un desencadenante híbrido) acaba consumiendo a no
pocas celebridades.
Tras el impactante adiós
de Barty, que la semana pasada abandonó de manera abrupta el circuito porque
siente que su cuerpo y su mente no dan más de sí, el tenis femenino recibe otro
golpe severo con la pausa de Azarenka, una de sus representantes más
carismáticas. La jugadora de Minsk, exnúmero uno y propietaria de dos grandes
títulos, interrumpió el partido que disputaba en Miami contra la joven Linda
Fruhvirtova, de 16 años, y cuando perdía por 6-2 y 3-0 se
retiró directamente al vestuario. No hubo lesión, tampoco
explicación alguna en la pista. Llegaría después, a través de un mensaje
emitido a través de sus redes sociales.
“Hoy [por ayer] no
debería haber saltado a la pista. Las últimas semanas han sido de extremo
estrés en mi vida personal. El último partido fue agotador para mí, pero quería
jugar ante este gran público porque me ayudó mucho el primer día. Quería saltar
a la pista e intentarlo, pero fue un error”, transmitió la 16ª del mundo, que
antes de cruzarse con Fruhvirtova había salvado a duras penas la primera ronda
contra Ekaterina Alexandrova, con un apurado triunfo en tres sets; “espero
tomar una pausa y regresar. Lo siento por los aficionados, porque estuvieron
fantásticos; fueron la única razón por la que salí a competir. Siempre busco
desafíos y presión, pero hoy fue demasiado. Debo aprender de esto”.
Dos semanas antes,
Azarenka se rompió anímicamente durante su segundo compromiso en Indian Wells,
frente a Elena Rybakina. Entonces rompió a llorar y la juez de silla tuvo que
bajar para consolarla. Continuó jugando y perdió. “Lo siento, lo siento mucho”,
se limitó a comentar. Posteriormente, la tenista, muy activa en las redes
sociales, sorprendía suspendiendo sus perfiles en las distintas plataformas sin
explicar el porqué. Desde algunos sectores se asocia esta maniobra a los tuits
que había publicado previamente, en el marco de la ofensiva militar de
Rusia sobre Ucrania. “Estoy desolada por las acciones que están
teniendo lugar en los últimos días contra Ucrania. Es desgarrador ver cómo las
vidas de tantas personas inocentes se están viendo afectadas por la violencia”,
publicó.
“Desde mi infancia he
visto cómo la gente de Bielorrusia y Ucrania, al igual que ambas naciones
[Rusia y Ucrania] se han apoyado las unas a las otras. Es difícil ser testigo
de la violenta separación que tiene lugar ahora mismo, en vez de apoyarse y
mostrar compasión el uno por el otro. Deseo que la guerra finalice y haya paz”,
lamentó Azarenka, campeona en 2012 y
2013 del Open de Australia.
publicitario para el
presidente Alexakder Lukashenko. Pese a vivir desde su adolescencia en los
Estados Unidos (donde se formó) y después en Montecarlo y Los Ángeles (donde nació su hijo
Leo), la tenista siempre ha expresado un apego sentimental a su
país, a diferencia de otras figuras que en tiempos pasados (como la checa
Martina Navratilova o su compatriota Ivan Lendl) se desvincularon claramente
del entonces bloque soviético. No obstante, ella no suele pronunciarse desde el
punto de vista político.
Sí alzó la voz en 2020,
al igual que muchos otros deportistas de Bielorrusia y en clave crítica, cuando
miles de ciudadanos se manifestaron en las calles y denunciaron la manipulación
de las elecciones presidenciales, así como la represión policial. “Amo a mi
país y rezo a todas las partes para que se detengan los disturbios y avancemos
hacia la paz”, transmitió hace dos años. “Es un lugar limpio en el que hay
gente honesta y trabajadora”, decía en 2012, cuando tenía buena química con Lukashenko,
que la condecoró con la Medalla de la Patria, una de las más altas distinciones
nacionales y tradicionalmente reservada a los héroes de guerra.
Pero recientemente se
produjo un punto de giro. El pasado mes de julio, Azarenka anunció que no
competiría en los Juegos de Tokio, esgrimiendo (como muchos otros deportistas
de todo el mundo) el argumento de la pandemia. La tenista, que en Londres 2012
conquistó el bronce individual y el oro en el dobles mixto, junto a Max Mirnyi,
precisó su voluntad de acudir a París 2024, pero la reacción gubernamental fue
contundente.
“¿Por qué se guio
Azarenka? Es desagradable. ¿Cómo no va a luchar por el honor del país? ¿No va a
ayudar cuando se le necesita ni va a liderar a los jóvenes, inspirándolos con
el ejemplo? Tenía una gran oportunidad de ganar el oro con [Aryna] Sabalenka.
No queda bien ni como deportista, ni como persona ni como ciudadana de nuestro
país”, le recriminó el ministro de Deportes y Turismo, Syarhei Kavalchuk.
“Nuestro país está invirtiendo mucho en el desarrollo de los deportistas. Por
desgracia, muchos de nuestros tenistas cuentan su vida y su carrera sólo en
dólares”, agregó el político bielorruso.
Después de ser madre y
de un desagradable litigio judicial con su expareja por la custodia de su hijo
mermó su rendimiento, pero superada esa crisis (2017-2019), Azarenka volvió a la primera
línea del circuito. Espiritual, guerrera y pulcra, el repentino
parón anunciado en Miami priva al tenis femenino de otro de sus mejores
activos. En menos de una semana, Barty y ella ya observan desde la reserva. Es
decir, un socavón más que importante.