Aunque las metrópolis del mundo pretenden devolver la ciudad
al ciudadano de a pie en lugar de favorecer a los autos, los esfuerzos y
presupuestos que dedican para lograrlo son muy dispares, y la CDMX se ubica
rezagada, advierte Miquel Adrià, director de Arquine, revista de
arquitectura que este mes cumple un cuarto de siglo y cien números publicados,
y lo conmemora con una edición que reflexiona el presente de las urbes.
«El esfuerzo (de los gobiernos) se mide en cuántos pesos pones, no en lo
que dices que harás», advierte.
«Una ciudad que tiene cada vez más kilómetros de
transporte público, más metro, por ejemplo, seguro es mejor que una ciudad que
está reparando metros que se le caen; una ciudad que tiene cada vez más
estaciones de bicicletas, es mejor que una que sólo tiene en un par de colonias
más o menos hipsters. Ahí estriba la diferencia».
Por otra parte, Adrià, autor de más de treinta libros sobre arquitectura
mexicana y latinoamericana y director de la Escuela de Arquitectura en CENTRO,
indica que las urbes deben apostar por un aire limpio, aunque tener claridad en
las premisas, contrasta, no significa la aplicación inmediata de medidas al
respecto.
Un tema que pone en relevancia ante la contingencia ambiental por ozono que
actualmente vive la CDMX, la quinta del año.
«El camino está bastante claro y cualquier gobierno está de acuerdo.
Sabemos hoy por hoy que las ciudades limpias son mejores que las contaminadas,
por lo tanto, el aire es determinante; que si cuidamos y reciclamos el agua
vamos a tener una mejor ciudad, en lugar de mandarla por el caño como seguimos
haciéndolo en la Ciudad de México, y que una ciudad con más transporte público,
más eficiente y más diverso será mejor».
Observa que hay metrópolis que podrían calificarse como «modélicas»,
que van muy por delante porque están haciendo un esfuerzo importante en el
proceso de transformación de regresar la ciudad al ciudadano.
«Sobre todo al ciudadano de a pie, y otras, como la Ciudad de México,
vamos más rezagadas, porque los esfuerzos que se hacen son modestos.
Básicamente diría que es un tema de intensidad», explica.
Y es que, lo invertido al respecto, demuestra no ser suficiente.
En su número de aniversario, el número 100, Arquine aborda
cinco ejes que reflexionan el presente de las urbes: enseñanza, vivienda
colectiva, espacio público, territorio y cambio climático.
Cada uno reúne cinco destacadas voces para sumar coralmente 25 propuestas que
ayuden a vislumbrar y dibujar el camino que sigue.
CADA ACTO CUENTA
Estos esfuerzos de transformación urbanística reclaman, también, una ciudadanía
que aporte desde su respectiva trinchera, expone el también arquitecto y
teórico en la materia.
«Si nosotros, desde nuestra cancha, desde nuestra cuadra, no somos capaces
de aprovechar ese sol fantástico que tenemos cada día para generar energía, o
esa agua que recibimos casi cada tarde, no estamos pensando en un futuro más
eficiente en términos de energía y más responsable en términos
planetarios», previene.
Las respuestas de los ciudadanos frente un cambio climático de dramáticas
repercusiones podrían ser más eficaces al reducir, por ejemplo, la huella de
carbono con el uso de energías limpias o materiales reciclables.
«En un tema directamente vinculado a la arquitectura, a la construcción -uno
de los aspectos más contaminantes que tenemos-; podríamos construir de una
manera menos contaminante, dejando una huella de carbono mucho menor, y hacer
que nuestros edificios, en lugar de ser consumidores, pasaran a ser productores
de energía.
«Hoy por hoy, cualquier edificio de oficinas es un gran consumidor de
energía y tenemos ya tecnología de mercado, y por tanto relativamente
económica, para convertir esos edificios que consumen energía en edificios que
producen energía. Eso está a nuestro alcance».
La arquitectura es entonces corresponsable también de la crisis climática, pero
existen soluciones, enfatiza Adrià.
«No todo es rasgarnos las vestiduras: podemos dar respuesta desde cada una
de nuestras canchas».
Al señalar que los ciudadanos somos quienes hacemos las ciudades, Adriá refiere
sectores capaces de proponer, transformar y activar proyectos específicos y
también de reaccionar frente a los que consideran fallidos. Sin embargo, no
basta, considera.
«Creo que lo importante es que la ciudadanía, con esa misma capacidad de
activarse y de proponer, o de reaccionar, también seamos capaces de exigir a
los empleados temporales que tenemos -que mal llamamos autoridades- que lleven
a cabo los programas que la ciudadanía pide».
POLÍTICA PÚBLICA DESDEÑA CONCURSOS
Arquine surgió en 1997 como un proyecto de proyectos que incluye, además de la
revista: el Festival de Arquitectura y Ciudad Mextrópoli, un concurso
internacional, la editorial que ha publicado más de 200 libros y el portal
www.arquine.com.
Se ha convertido en mirador de la arquitectura mexicana y también en faro que
señala sus derroteros, pondera Adrià.
«Desde el principio», dice, «hemos seguido con mucha atención la
trayectoria de algunos arquitectos que nos parecía que tenían una propuesta
sólida, interesante y propia, y también hemos sido cuidadosos para dejar un
poco al lado algunas arquitecturas quizá muy mediáticas, quizá muy ruidosas en
el momento en que se producían, pero menos consistentes».
Una revisión del centenar de números publicados hasta ahora en la revista
confirma que acertaron al convertirse en compendio de la mejor arquitectura de
México en este periodo.
Arquine apuesta, en suma, a la construcción de una cultura, a través de la
arquitectura, que aboga por el mejoramiento de las ciudades.
Lo hizo, primero, desde la revista e, inmediatamente después, desde el
concurso, expone Adrià.
«Porque en un México en el que no se hacían concursos nos parecía
fundamental construir esa cultura de la igualdad de condiciones a la hora de
competir con buenos jurados».
Evoca certámenes internacionales de proyectos en la historia reciente, como el
de la Biblioteca Vasconcelos, que ganó el arquitecto Alberto Kalach, pero son
excepción.
«Lamentablemente esto fue fugaz. Hoy en día las políticas públicas no
pasan por concursos, no pasan por competir en igualdad de condiciones, siguen
siendo encargos directos, como sucedía hace 25 años».
¿CÓMO DEFINIR A ARQUINE?
Si Arquine un animal, sería una suerte de pulpo con varios cerebros.
«Si fuera un edificio, tendría que ser una estructura en la que no todo
está construido, con huecos que se pueden ir llenando y que sea capaz de
generar su propia energía y sobre todo sea capaz de irradiar energía, irradiar
conocimiento: deberíamos ser mejores productores que consumidores», resume
Adrià.