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Habría que sustituir el modelo institucional-medicalizado, que ha
llevado al aceleramiento artificial de sus fases sucesivas, con todas las
consecuencias potencialmente negativas que la literatura ha registrado, por uno
de corte humanizado-respetado
Gustavo Nigenda y Rosa A.
Zárate Grajales
Durante más de
medio siglo la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia ha formado a miles
de licenciadas en enfermería y obstetricia (LEO) para que se integren a las
instituciones de salud como prestadoras de servicios relacionados,
fundamentalmente, con la consulta prenatal, el parto y el puerperio. Sin
embargo, una importante proporción de estas profesionales ha fungido como
enfermera general, abarcando una amplia diversidad de actividades. Es decir,
durante décadas hemos formado a grandes contingentes de LEO a quienes el
sistema de salud les ha negado la posibilidad de poner en juego sus habilidades
al servicio de la atención de la salud sexual y reproductiva de las mujeres.
En la
actualidad existe alrededor de un millón de especialistas en salud reproductiva
en el mundo, en una diversidad de categorías. La Organización Mundial de la
Salud (OMS) ha hecho énfasis en modificar la atención del parto para garantizar
los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, así como respetar los
procesos fisiológicos y sus tiempos con la menor intervención posible por parte
del personal de salud.
Las
recomendaciones de dicha organización se basan en la búsqueda sistemática de
evidencia con el fin de identificar las mejores prácticas que garanticen
procesos de atención de un embarazo, parto y puerperio seguros y con resultados
satisfactorios para las mujeres y sus familias. Pese a ello, el apego a estas
propuestas se encuentra ausente en las instituciones de salud del país. La
evolución del modelo de atención conocido como medicalizado-institucional ha
derivado en un conjunto de prácticas sistemáticas que atentan contra la salud y
la seguridad de madres e hijos. Por ejemplo, la OMS recomienda que las cirugías
cesáreas no rebasen el 15 % del total de partos, pero en México alcanzamos
alrededor del 50 %, con algunas instituciones por encima de este porcentaje.
También sugiere la no ejecución de acciones como la episiotomía, la maniobra de
Kristeller y la canalización intravenosa, entre otras, excepto en situaciones de
riesgo inminente; pero en las instituciones de salud se hacen de manera
rutinaria.
En la Facultad
de Enfermería y Obstetricia nos interesa seguir y profundizar la investigación
en este campo, con el objetivo de incidir en el cambio de un modelo de atención
institucional-medicalizado por uno de corte humanizado-respetado.
El primero se
rige por criterios financieros y gerenciales por encima del proceso fisiológico
natural. Los tiempos para la rotación de camas, uso de quirófanos, equipos,
etcétera, se imponen a los fisiológicos de las mujeres, llevando al
aceleramiento artificial del proceso, con todas las consecuencias
potencialmente negativas que la literatura ha registrado. Se tienen reportes de
que, en un hospital general en el Estado de México, el 95 % de los partos
atendidos durante un año no hizo caso de las recomendaciones de la OMS.
Por el
contrario, hemos identificado modelos de atención diferentes. Uno se realiza en
el Centro de Investigación Materno Infantil, que brinda servicios en la zona de
Iztapalapa, y el otro en Compañeros en Salud, ubicado en Jaltenango, Chiapas.
En ambos casos la atención se oferta desde un nivel con baja tecnología y con
participación de LEO. Los resultados de los dos modelos han demostrado que es
posible ofrecer atención segura, con bajo riesgo de muerte materna y de
excelente calidad a poblaciones de escasos recursos, tanto en zonas urbanas
como rurales.
Se trata de
garantizar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y de llevar a
cabo las prácticas que garanticen procesos de atención seguros
Esto nos
muestra que en realidad la tecnología desempeña un papel secundario (salvo en
casos de emergencia), y que el conocimiento profesional profundo, aunado a la
sensibilidad y la capacidad de ser empático y solidario con las necesidades de
las usuarias, es aún más importante, como lo planteó el doctor Paul Farmer,
reconocido líder de la salud global.
A partir del
conocimiento de estos modelos de parto humanizado-respetado, en la Facultad de
Enfermería y Obstetricia nos hemos dado a la tarea de compilar experiencias
para publicar un libro en el que podamos mostrar no sólo los éxitos de su
implementación, sino también los retos enfrentados.
No podemos
soslayar el hecho de que hay enormes resistencias por parte del personal médico
especialista en que estos modelos se expandan, ya que no parecen ajustarse a
sus intereses; pero este aspecto representa un falso dilema, ya que a todos
conviene ejecutar un parto humanizado-respetado, tanto para las mujeres como
para los prestadores de servicios y las instituciones. Si se habilitan los
centros de salud de nivel primario apropiadamente, en lo que no se requiere una
gran inversión, cualquier profesional capacitado y con perspectiva de derechos
humanos puede adherirse al modelo.
El objetivo es
que el parto respetado-humanizado se practique en todas las áreas del sistema
de salud público, como se hace en Canadá, Inglaterra, Holanda, Francia,
Noruega, Suecia… Estos países nunca han transitado por un modelo de parto
medicalizado porque la regulación nacional prohíbe llevar a cabo prácticas que
no estén recomendadas por la OMS. Lo mismo empieza a suceder en América Latina.
Naciones como Colombia y Chile ya han aprobado leyes que determinan el parto
humanizado-respetado como obligatorio. ¿Cuánto le falta a México para llegar a
este punto?
Contamos con
un contingente amplio de LEO (45,500 en el sistema de salud, 5,500 ubicados en
el primer nivel de atención) y otras parteras profesionales que podrían
integrarse a una estrategia nacional y asumir esta responsabilidad si se
contara con la normatividad y legislación necesaria. También se sumarían los
médicos dispuestos a comprometerse con la idea de que los derechos de las
mujeres en el parto deben respetarse, y que quieran poner en práctica lo mejor
de sus capacidades clínicas para garantizar un parto seguro, de calidad, en una
experiencia cuyo recuerdo sea positivo y con el mínimo riesgo.
A propósito
del Día de las Madres (10 de mayo), y de acuerdo con la Confederación Mundial
de Parteras, la OMS y el Fondo de Población de las Naciones Unidas, el parto
humanizado es considerado un elemento esencial: el respeto a los derechos de
las mujeres y sus hijos, la protección de su dignidad y su felicidad ante uno
de los eventos más importantes de su vida. Los profesionales de la salud deben
ser responsables de garantizar que esta experiencia sea trascendental, así como
de marcar un parteaguas en la atención a la salud de las madres y sus hijos.
Reflexionar
sobre la atención en el parto y la labor de los profesionales universitarios
preparados para tal fin cobra relevancia, ya que es una deuda pendiente del
sistema de salud el diseñar políticas públicas y programas que pongan en el
centro del interés la salud de las mujeres y sus hijos.
FUENTE:
UNAM