- La obra inconclusa del artista oaxaqueño permite vislumbrar un
sistema de trabajo y el proceso creativo del artista
Para celebrar
el 42 aniversario del Museo Rufino Tamayo, el curador y subdirector de
Colecciones, Juan Carlos Pereda ofreció la conferencia La obra
inconclusa de Tamayo, en el marco del ciclo La colección comentada.
En esta
conferencia, el historiador del arte se refirió a la única pieza que Rufino
Tamayo no concluyó en su trayectoria de casi 80 años como artista plástico. La
pieza, que no pertenece a la colección del museo y que no tiene título
siquiera, es un cuadro en el que Rufino Tamayo esbozó la figura de una mujer
sentada frente a una mesa con un florero, ubicada en un rincón, y con manchas
de color marrón y sepia en las paredes de la habitación.
“Los trazos y
las líneas nos indican que es un boceto, pero se denota un dibujo inmediato
hecho con facilidad y fluidez extraordinarias, con vitalidad y fuerza
magistrales. Es un dibujo hecho a mano alzada, de línea continua en el que se
ve que el artista también empezó a dar color a la tela. En general, se trata de
un dibujo magistral que da idea de peso y volumen, y eso que es apenas un
dibujo”, afirmó el curador Juan Carlos Pereda, especialista en la obra de
Tamayo.
Y agregó: “El
cuadro denota también el lado humano de su autor, pues se ve que tiene
correcciones en los ojos de la mujer —se vislumbran tres ojos—, lo que lo hace
más entrañable, porque deja ver que el genio, el gran maestro de la pintura
mexicana, Rufino Tamayo, también se equivoca y tiene el valor de dejarlo así,
como unacifra constitutiva de la estética del cuadro y que se suma a los
grandes enigmas que plantea una obra inacabada, que está abierta a toda clase
de cuestionamientos e ideas por explorar”.
Con el cuadro
frente al público, Juan Carlos Pereda recordó que Tamayo explicó alguna vez a
Raquel Tibol ante la pregunta de cómo pintaba: “Es una forma de pintar mía
darle primero color a la tela, porque me molesta a los ojos el blanco, por eso
le doy un cierto color gris a la tela y así también empezar a jugar con las
tonalidades del cuadro”.
Comentó
también que este cuadro cobra un valor especial, porque Tamayo no hacía bocetos
o los hizo muy poco para obra mural, generalmente dibujaba directo sobre la
tela. “Lo que encontramos aquí es de alguna manera un sistema de trabajo, los
indicios de un proceso creativo, cómo hacía un planteamiento del espacio, cómo
se va llenando la tela de un contenido múltiple, de líneas y trazos, de colores
y tonalidades, en general, podemos estudiar su sistema de trabajo y encontrar
notables influencias, como las de Paul Cézanne”.
Al referirse
acerca de la importancia que tiene en la plástica un cuadro inconcluso, señaló
que es una categoría que se había dejado de estudiar dentro de la historia del
arte y que ahora se le está dando cierta importancia. “Es el estudiar si se
trata de un defecto o una cierta condición especial del cuadro, que no está
firmado y, por lo tanto, no está completo; si es una decisión del artista o
responde a circunstancias ajenas a la voluntad del autor. Se les llama obra non
finita y generalmente son piezas que encierran algo extraordinario”.
Aclaró que, en
este caso, la obra non finita de Tamayo no se debe a que él
haya decidido dejarla así, porque él era un artista disciplinado que siempre
terminó sus obras. De hecho, dijo, no hay obras inconclusas de él, salvo un
retrato al que le faltó detallar las manos, y el pintor argumentaba que la
persona retratada “no se estaba quieta, siempre estaba moviendo las manos”. La
obra no se concluyó porque a Tamayo lo sorprendió la muerte.
Juan Carlos
Pereda subrayó que Rufino Tamayo afirmaba que una obra no está acabada hasta
que la firmaba y luego hasta que una persona la miraba y hacía un
cuestionamiento, y consideró que el artista oaxaqueño tardaba hasta tres meses
en una sola obra. Por eso comparó el número de obras realizadas por Pablo
Picasso, Joan Miró, Marc Chagall, que van de 50 mil a 70 mil cada uno, mientras
que Tamayo no llega a más de cinco mil piezas.
Finalmente
expresó: “Este museo cumple 42 años de vida. Para celebrar esta trayectoria de
casi 80 años de pintar, vemos en este cuadro inacabado la conclusión de una
tarea, de un camino tan importante de un pintor del siglo XX mexicano que nos
dio una identidad fuera de México”.
A Tamayo le
costó mucho trabajo abrir este museo, pero cumplió así su sueño de que México
contara con un museo de arte contemporáneo internacional, convenido de que el
museo educa, pero también es un lugar de confrontación, disfrute y estudio.
“cuando un museo cumple con su función se convierte ciertamente en un lugar
donde se encuentran las ideas y uno sale nutrido espiritualmente, con alegría y
efervescencia”.