- El Museo Nacional de Arte resguarda y difunde una de las
principales colecciones del artista mexicano, quien es recordado este 6 de
julio, en el 183 aniversario de su natalicio
“Este joven
artista hará grande honor a su patria”, comentó acerca del pintor José María
Velasco uno de sus principales maestros Eugenio Landesio, y no se equivocó,
pues para muchos críticos de arte Velasco “innovó la forma de pintar, sacando
el caballete al campo para dibujar y esbozar una y otra vez sus proyectos”.
La Secretaría
de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura
(Inbal) recuerdan este 6 de julio al reconocido artista, en el 183 aniversario
de su natalicio, como uno de los máximos exponentes del paisajismo del siglo
XIX, quien encontró en la geografía mexicana el tema central de su arte.
El Museo
Nacional de Arte (Munal), recinto perteneciente a la Red de Museos del Inbal,
resguarda, conserva y difunde gran cantidad de obras del pintor mexiquense en
una de sus salas denominada Territorio ideal. José María Velasco,
perspectivas de una época.
De acuerdo con
información de este museo, se trata de una de las colecciones más grandes que
se conoce hasta ahora del artista, quien es reconocido por su apropiación
visual del paisaje nacional y por la interpretación sugestiva del naturalismo
científico.
Para alcanzar
su estilo propio, José María Velasco no sólo estudió pintura, también algunos
elementos de geometría e ingeniería que le fueron muy útiles en la construcción
de sus paisajes, a partir de líneas, volúmenes y colores.
Algunos de los
lienzos sobresalientes de José María Velasco son La plaza de San
Jacinto en San Ángel, Las montañas de la Magdalena, El Bosque de Jalapa, El
cedro de Chimalistac, El Ahuehuete de Chapultepec, El valle de México, Un paseo
por los alrededores de México, también titulada La Alameda de
México, Valle de México desde el cerro de Atraeualco, Pirámide del Sol en
Teotihuacán, Templo de San Bernardo, Cascada de Necaxa y El
puente de Metlac, así como los cuadros dedicados a los volcanes
Popocatépetl e Iztaccíhuatl.
Además de todo
ello, se dedicó al conocimiento de la botánica, zoología y minerología,
convirtiéndose en un auténtico hombre renacentista del siglo XIX. Esto no fue
una dificultad para él, ya que desde niño estos temas le habían interesado
bastante. Su curiosidad no tenía límites.
Velasco
estudió en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, donde fue alumno de
artistas como Santiago Rebull, Pelegrín Clavé, Manuel Carpio y el italiano
Eugenio Landesio. A los 18 años fue nombrado profesor de perspectiva en la
Escuela Nacional de Bellas Artes y cuatro años después obtuvo la titularidad de
la plaza de profesor de paisaje en el mismo plantel. Su labor docente duró más
de 40 años, en los que fue maestro de numerosos artistas.
Entre las
distinciones que recibió destacan la Medalla de Oro de las Exposiciones
Nacionales de Bellas Artes de los años 1874 y 1876, la Medalla en la Exposición
Internacional de Filadelfia, Estados Unidos (1876), su primer premio de la
Academia Nacional de México (1878), la Medalla de la Exposición Universal de
París (1889), la Medalla de Oro del Centenario de Colón (Madrid, 1893) y la
Medalla de la Exposición de Bellas Artes de Puebla (1900).
Velasco, quien
vivió entre el 6 de julio de 1840 y el 26 agosto de 1912, ha sido ampliamente
estudiado y le han dedicado a su trayectoria numerosos libros, entre los que
destacan José María Velasco: paisajes de luz, horizontes de modernidad, de
María Elena Altamirano Piolle; Transformaciones del paisaje. La
herencia de Velasco, de Peter Krieger; José María Velasco, pintor
de paisajes, de Fausto Ramírez, y José María Velasco. Un paisaje de
la ciencia en México, de Elías Trabulse, por mencionar algunos.