TESTIMONIO.
Sandra Monroy, egresada de la FES Aragón y activista contra el cáncer de mama,
quien se reconoce como una amazona, figura mitológica que se quitaba un seno o
ambos para ponerse el peto de guerra, cuenta su experiencia con esta enfermedad
Ciudad de México, 18
de octubre. – Sandra Monroy es comunicóloga y periodista, egresada de la
Facultad de Estudios Superiores Aragón. En marzo de 2021 le diagnosticaron
cáncer de mama. Pero la historia, en relación con esta enfermedad, la cuenta
desde 12 años atrás de su diagnóstico, cuando se acercó a la Fundación de
Cáncer de Mama (FUCAM), luego de haberse palpado una bolita en la mama derecha.
En ese momento, le hicieron saber que era una bolita de grasa y le indicaron
que cada año se realizara un ultrasonido mamario.
Durante 2020, por
la pandemia de la Covid-19, no se hizo ultrasonido; sin embargo, en 2021 lo
retomó. En la mama derecha permanecía la bolita de grasa, pero del lado
izquierdo apareció algo que no les gustó a los especialistas.
A sus 36 años tuvo
que realizarse, por primera vez, una mastografía, una tomosíntesis (una
mastografía en 3D), así como una biopsia; esta última resultó positiva. “Era
cáncer, uno de los más comunes, ductal infiltrante, en etapa I. Recuerdo que
cuando me dieron el diagnóstico el oncólogo me dijo que era muy afortunada,
pues las mujeres de mi edad llegan a morir o llegan muy tarde, porque no hay
una cultura de detección temprana en mujeres menores de 40 años”.
FUCAM le brindó
sesiones conjuntas en las que había hasta 18 oncólogos que personalizaban el
tratamiento: “esto te ahorra mucho tiempo y dinero. Especificar o especializar
tu tratamiento da muchísima claridad, porque son doctores que están viendo
mamas 24/7, entonces sabes que vas a lo seguro, sabes que estás con personas
expertas. Yo siempre se los he dicho: ellos me salvaron la vida”.
“Soy una mujer.
Nunca fui mis chichis, ni antes ni después de no tenerlas”
Quedar plana,
una forma de reconstrucción
A Sandra le
sugirieron una mastectomía bilateral radical, es decir, quitarle ambas mamas,
pues al ser tan joven las posibilidades de vida son mayores, lo que incrementa
el riesgo de que el cáncer regrese o se genere uno más agresivo. “Partiendo de
eso dices: adelante, es mi vida y un dos por ciento no va a definir mi 98 por
ciento, que es todo el resto de mi cuerpo, y la capacidad de vivir. Podía
conservar mi mama derecha, pero eso significaba que dos veces al año tenía que
hacerme una tomosíntesis y con una posibilidad de 60 por ciento de que el
cáncer regresara. A la larga, esto significaba mucha radiación en mi cuerpo. No
me convenía”.
Sandra recuerda
que nunca había visto campañas en las que apareciera la cicatriz de una mujer
mastectomizada. Aun así se informó y tomo la decisión de llevar a cabo el
proceso, mismo que se realizó el 5 de julio de 2021.
Abrió la cuenta de
Instagram: jodetecancer, que se convirtió en una cuenta de acompañamiento y
difusión sobre información sobre dicha enfermedad en las mamas, pero también la
llevó a encontrar un movimiento de mujeres planas: “comencé a encontrar una
diversidad y en ese camino también empecé a comprender que yo no era mis
chichis, nunca fui mis chichis, ni antes ni después de no tenerlas. Fui
solidificando la idea de que somos más que un cuerpo, que nuestra diversidad
corporal es la de la elección que uno haga”.
Su decisión le
permitió vivir nuevas experiencias, regresar a su vida lo antes posible y
encontrar una diversidad estética, “hoy por hoy la gente cree que este cáncer
es igual a chichis, no se preguntan por las mujeres que no tuvieron
mastectomía, pero tuvieron quimios y radios. Hay mujeres que van a llorar más
la pérdida del cabello que de las mamas, por un estatuto estético y social. Nos
han vendido la idea de que debemos ser bonitas, en eso radica nuestro poder, no
en nuestra inteligencia ni en nuestra capacidad de seres humanos, sino en cómo
lucimos”.
Para Sandra la
medicina es patriarcal. Retoma los cuatro ejes de violencia estética de la
escritora feminista venezolana Esther Pineda: la hipersexualidad, la
gerontofobia, la gordofobia y el racismo, con los que reflexiona sobre sus experiencias
durante el proceso que ha vivido y recuerda que le dijeron que por ser muy
joven sí iba a poder reconstruirse de manera inmediata, a diferencia de una
mujer de 50 años que “ya para qué lo hacía”.
Resignificar el
pecho
“Yo no quería
implantes, quería un tatuaje, pero no sabía bien qué tipo de tatuaje. La
oportunidad que da internet de poder ver imágenes de otras personas alrededor
del mundo me dotó de la idea de que podía tatuarme y que podía resignificar mi
pecho”.
En su pecho Sandra
tiene tatuadas flores, que representan el florecimiento de su cuerpo, ya que
sanó muy rápido. También puede observarse un corazón, porque al quitarse los
vendajes llevó su mano al pecho y sintió sus latidos, pensó que tenía
taquicardia, pero después le explicaron que al no tener pechos el corazón
estaba más cerca, “mi corazón había quedado de frente.”
Sandra también se
reconoce como una amazona, figura mitológica que se quitaba una mama o ambas
para ponerse el peto de guerra. “Me gusta el término amazona, por todo lo que
simbólicamente significa. Creo que la imagen de una amazona es de poder,
poderosa en su belleza.
Antes del cáncer,
Sandra trabajaba elaborando muñecos personalizados de manta y de felting. Luego
de su diagnóstico, encontró en esa labor una forma de terapia a través de las
manos. “Hice un homenaje a mis chichis con la técnica de felting. Empecé un
trabajo de duelo; no sólo era pensar que te quitan una parte del cuerpo, sino
que esa parte del cuerpo me estaba salvando la vida. Construí un mundo de
ficción que a veces tenemos que comprarnos para sanar. Imaginaba que mis mamas
se independizaban de mí y por eso les ponía como tenis y taconcitos.
Después comenzó a
hacer sirenas mastectomizadas: “las cosas hechas a mano hacen que sean únicas
como nosotros. Ninguno de nosotros nos parecemos, somos diferentes, entonces
comencé a quedarme con la idea de que una muñeca también puede tener canas,
puede ser la representación de alguien mayor, de alguien más joven, de alguien
bilateral, alguien uniteta o un hombre pasando por una mastectomía”.
El
acompañamiento y la información, importantes en este proceso
El pasado 4 de
octubre, Sandra presentó al público su libro Jódete, cáncer, un ensayo
biográfico en el que se presenta un diálogo entre lo que escribía mientras
vivía su proceso y lo que en la actualidad sabe sobre el tema. En el texto
también hay tres cartas: una dirigida a las mujeres recién diagnosticadas; otra
al personal de la salud, en especial los oncólogos, y la tercera, para la
población no oncológica o que todavía no es oncológica.
Además, se incluye
una narrativa en imágenes, algunas de la fotógrafa Sáshenka Gutiérrez, quien
ganó el Premio Ortega y Gasset por la fotografía que le realizó a Sandra, en la
que aparece ella junto con su madre y amiga, dejando al descubierto por primera
vez su torso desnudo, con las cicatrices a flor de piel y con una sororidad
plena. “Es un libro de acompañamiento editado por Luxpluslux. Me acuerdo que
cuando platicamos de hacer este libro, Otto Cázares, que es el editor, me dijo:
por favor escribe un libro que me hubiera gustado darle a mi mamá mientras
esperaba en las salas de quimio”.
Para Sandra es
importante que haya más inclusión en la información que se difunde respecto al
cáncer. “No conozco si hay una guía en braille para las mujeres ciegas. No he
visto que se explique en lenguaje de señas los resultados de una mamografía.
Tampoco sé si hay algún manual en los diferentes dialectos”.
Considera que
educar a niñas y niños con claridad y libertad de explorar su cuerpo y
conocerlo les puede salvar la vida en el momento en que se percaten que algo no
se ve o no se siente bien. Recomienda no esperar a tener 40 años para pensar
que se puede desarrollar el cáncer de mama. Agrega que “hay mujeres que van a
vivir toda su vida con cáncer y van a morir de eso, entonces hay que aprender a
preguntar cómo quieres que te hable ante esta enfermedad, porque el silencio no
hace bien”.
Finalmente,
enfatiza que es importante la concientización de la diversidad corporal y
comprender que “un cuerpo que sobrevivió a quimio, radioterapia hormonal y
cirugía es digno de amar, de ser admirado y representado, entonces necesitamos
campañas reales”.