Cuando el escritor José Saramago llegaba a
Guadalajara, las personas le preguntaban “señor Saramago, ¿se quiere hacer una
foto conmigo?”. “Estaba ya tan integrado”, cuenta Pilar del Río, periodista y
esposa del novelista, “lo normal en otros sitios era ¿me puedo hacer una foto
con usted?”. Este año, en el que Guadalajara ha sido nombrada Capital Mundial
del Libro por la UNESCO y que coincide con el centenario del nobel portugués,
la ciudad mexicana ha dedicado la primera de las 1.300 actividades previstas
hasta el próximo abril a la obra más célebre del autor, Ensayo sobre la
ceguera. A las 10 de la mañana de este sábado, fue el pistoletazo de salida de
una maratón de lectura que se extendió por siete horas. Así empezó el año de
Guadalajara.
“Si puedes mirar, ve. Si puedes ver, repara”,
pronunció el alcalde de la ciudad, Pablo Lemus, el primero en subir al
escenario a leer la obra de Saramago. Le siguieron funcionarios, altos cargos,
representantes de la UNESCO; después estudiantes, psicólogos, directoras de
escuela, libreros. Lourdes González, secretaria de Cultura de Jalisco, había
destacado antes del arranque que el libro era “especial” porque “muchas
personas descubrieron a lo largo de dos años de pandemia, casi como un
paralelismo”. En la obra de 1995, Saramago presenta una distopía en la que una
epidemia de ceguera ha afectado a casi toda la población. “Si existe un
mensaje, este no está en la tragedia”, había señalado González, “sino en el
llamado a reconocernos de nuestra condición más humana; a mirar en medio de la
adversidad”.
La industria del libro en México, como tantas
otras en todo el mundo, se resintió por el parón impuesto por la crisis
sanitaria. En 2020, la producción de títulos en el país cayó un 31% y la
facturación de libros impresos un 25%, según datos de la Cámara Nacional de la
Industria Editorial. Un año después, esos indicadores volvían a sus números
habituales con 24.000 obras registradas y casi 12.000 millones de pesos
facturados en 2022. Ahora, el nombramiento de la UNESCO es “la gran oportunidad
de reposicionarse como la capital cultural de Latinoamérica”, destacó Lemus,
que prevé una inversión de 100 millones de pesos en un año. El alcalde bajó del
escenario y recibió una rosa roja como la que recibiría cada uno de los participantes
que subieran al escenario a mantener la lectura andando.
Durante un año, habrá charlas, conferencias,
presentaciones de libros, mesas de diálogo, talleres, encuentros de libreros y
editores. Los organizadores prevén además que autores como Cristina Rivera
Garza y Antonio Ortuño, de México; Bernardo Atxaga y Víctor del Árbol, de
España; Fernanda Trías, de Uruguay; Alberto Manguel, de Argentina; el italiano
Alessandro Baricco o el británico Salman Rushdie acudan a la cita de forma
presencial o virtual. El programa difundido por los organizadores contiene, de
momento, actividades hasta junio solamente, pero el Ayuntamiento asegura que la
información se actualizará cada tres meses. Los libreros y editores
independientes esperan que haya espacios, también, para la discusión de temas
sobre políticas públicas del libro.
En un país en el que se lee poco –ha habido 9%
menos de lectores en seis años, según los últimos datos del Inegi, publicados
este miércoles–, el desfile que se realizó tras la maratón por las calles
principales del centro histórico motivó a los alumnos de una preparatoria del
Valle de Guadalupe a leer Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Omar López, de 17 años,
aguardaba con la cara empalidecida por el maquillaje a que se cantaran los
ganadores del concurso. A la sombra y sudado, estaba vestido como Juan
Preciados, que en la novela parte a Comala en busca de su padre. “El personaje
me quedaba”, aseguró. El resto de sus compañeros –no todos habían leído el
libro, algunos se habían decantado por la película de 1967– estaban
personificados como el padre Rentería o Eduviges. Habían recorrido una hora y
media desde sus casas hasta allí y no ganaron, pero la experiencia, cuentan,
fue “divertida, emocionante y calurosa”.
A diez cuadras, sobre una avenida ancha, cuelgan
versos escritos en negro. Pintadas y placas similares se han repartido y
continúan instalándose por zonas periféricas de la ciudad. Algunos de los
textos son fragmentos de autores jaliscienses como el mismo Juan Rulfo,
Guadalupe Dueñas, Juan José Arreola o Agustín Yáñez. La idea, dijo el novelista
Martín Solares, director de Guadalajara Capital Mundial del Libro, es “que no
haya que caminar mucho para encontrarse con un acto literario”. A esas zonas se
espera también llevar maratones de lectura como la celebrada este sábado en el
centro histórico. “Tendremos la oportunidad de trabajar por una cultura de paz
a través de proyectos literarios que aumenten la cultura, la igualdad y el
respeto por la diversidad”, aseguró.
La UNESCO otorgó el reconocimiento a Guadalajara
porque consideró que las actividades van a permitir “desencadenar el cambio
social” en la capital de Jalisco, donde casi nueve de cada 10 habitantes se
sienten inseguros, de acuerdo con la última encuesta de percepción del
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi); donde hay más de 3.000
desaparecidos, una de cada tres, mujeres. El año anterior, el reconocimiento
había ido para Tiflis, en Georgia, y el siguiente año será para Accra, en
Ghana. Guadalajara es la primera ciudad de México en obtenerlo y la tercera en
Latinoamérica, después de Buenos Aires, en 2011, y Bogotá, en 2007.
Durante el año que arranca, no será raro ver bajar
de un autobús amarillo a un principito, una Greta Thumberg o una Blancanieves
guiados por un Quijote, como los que este fin de semana caminaban por la
ciudad. O frenarse de repente a escuchar al dramaturgo Hugo Hiriart o a
narradores que recitan del regreso a la normalidad, las apps de citas o dios
sobre una pista de funk. O coloquios, como en el que este domingo hablaba la
poeta Elisa Díaz Castelo. “Con frecuencia siento sobre mis hombros –creo que es
una cita de Virginia Woolf– el peso de todas esas historias que no se han narrado”,
decía. Se refería a las de las mujeres, el 50%, aclaraba antes de leer un poema
de su libro Proyecto Manhattan: “Nosotras escogemos jitomates. Nos asoleamos.
Ellos voz con hambre. Nosotras horas hombre. Nosotras catástrofe en bolsitas.
Té para cólico y pantuflas y el sueño arrebatado de las calabazas. Ellos armas.
Nosotras armisticio”.