GRACIAS FUTBOL

GRACIAS FUTBOL

Diogo de Oliveira nació en una de las favelas más peligrosas de Sao Paulo, las drogas y el narcomenudeo eran el pan de cada día para todos los que vivían en este lugar, las tentaciones tocaron a su puerta cada día de su infancia, pero jamás desvió el camino gracias al futbol y los consejos de su familia.

El goleador de los Pumas se sinceró sobre los duros momentos que debió pasar antes de destacar en el futbol. Su hermano mayor, Rodolfo, quien actualmente juega para el equipo brasileño Princesa do Solimoes siempre estuvo al pendiente de él para impedir que se dejara llevar por los «amigos» del barrio.

«Siempre que salía a una fiesta mi hermano hablaba conmigo, me exigía andar por el camino correcto; no conocía mucho del mundo, de lo que pasaba afuera, era demasiado inocente, pero siempre lo escuché. Me ofrecieron drogas, pero nunca quise, nunca agarré, respeté siempre a mi papá y a mi mamá», reveló a CANCHA.

A Diogo no le gustaba el futbol, de pequeño intentó ser basquetbolista, practicó voleibol, pero no llegó a más porque nunca se apasionó por alguna de estas disciplinas.

Fue hasta que vio a su hermano jugar como defensa que comenzó a tomarle gusto al balón, encontró un motivo de vida y salió de ese mundo, donde muchos de sus vecinos y amigos se perdieron.

«Donde vivimos había muchas drogas, tráfico, se vendían y siempre ofrecían, era un lugar peligroso, pero mi familia siempre me decía ‘eso no se puede’, mi hermano hasta me pegaba, pero siempre lo escuché», confesó.

La madre de Diogo hacia limpieza en diferentes casas de Sao Paulo y su padre trabajaba en un camión cargando piedra y cemento, estaban ausentes durante gran parte del día, pero en sus hijos siempre sembraron valores.

«Mis padres siguen viviendo en la favela, no quieren mudarse, les gusta estar ahí. Ahora hay menos peligro que cuando era niño, y van a cumplir 31 años de casados, agradezco todo el amor que nos dieron en medio de tantas carencias», mencionó el jugador felino.

De las hamburguesas a los goles


A los 19 años, Diogo de Oliveira, tuvo que emplearse como parrillero de un McDonald’s en Sao Paulo para llevar dinero a sus padres y colaborar con los gastos familiares.

El goleador de los Pumas no tiene reparo en contar esta experiencia de vida, que le dejó muchas enseñanzas, pues durante los meses que elaboró cientos de hamburguesas, entendió cuánto costaba ganarse unos pesos por 12 horas de arduo trabajo.

«Es más fácil hacer goles que hamburguesas, tienes que saber el punto exacto de la carne, trabajaba de la 1 de la tarde hasta las 12 de la noche y hacia mucho calor, pero aprendí a ganar el dinero sudando», mencionó.

«Nunca precisé robar ni esas cosas para llevar dinero a casa, mis padres siempre me decían que había que ganar el dinero limpiamente, aunque fuera poco, siempre tuve un camino recto y hoy estoy aquí gracias a Dios».

El delantero mencionó que en Brasil no es fácil ser futbolista porque hay miles de niños practicando este deporte, y luego de jugar en las fuerzas básicas de Vasco da Gama, pasaron varios meses sin que pudiera encontrar un club que le diera la oportunidad de debutar, por eso optó por trabajar como parrillero.

Su primer cambio de vida se dio cuando en enero del 2020 fichó para el Plaza Colonia de Uruguay, donde salió campeón. Esa actuación le valió para que un video llegara a manos del técnico auriazul, Andrés Lillini, quien dio el visto bueno para traerlo a Pumas.

«Lillini es de los mejores técnicos que conozco, siempre habla con nosotros, te dice lo que debes hacer en la cancha, cuando no vas a jugar también lo hace, es muy paternal, es una persona buenísima y agradezco que me haya puesto en el futbol mexicano», apuntó.

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