Durante
el encierro por la pandemia de Covid-19, el compositor y artista del
performance estadounidense Abraham Brody buscó, entre la soledad y la
introspección de los periodos prolongados en casa, reinventarse, y al mismo
tiempo declararle la guerra al patriarcado a través de un proyecto queer de
música electrónica experimental.
Hastiado de la pretensión y el elitismo del mundo de la música clásica, el
multiinstrumentista educado en Viena, y hoy radicado en la Ciudad de México,
dio un vuelco a una carrera que lo había llevado a pisar escenarios como el
Barbican Center, en Londres, y colaborar con creadores de la talla de Marina
Abramovic.
«Durante la pandemia fue muy complicado para todos las
artistas, entonces me enfoqué en aprender más la producción de música
electrónica y cosas que siempre había querido hacer, pero nunca tuve
tiempo», explica en entrevista.
Así nació Eyibra -un juego fonético con su nombre-, proyecto que no reniega de
algunos de sus intereses previos, como la instrumentación delicada y
sobrecargada de capas de cuerdas, o la indagación sobre la música tradicional
de sus raíces lituanas y ucranianas.
«Básicamente pasé por una crisis sobre qué iba a hacer y quería delinear
mi identidad, de Abraham Brody, con este nuevo proyecto que es algo totalmente
diferente. Yo quería tener una identidad separada», abunda.
Con un primer sencillo, la canción «Isaac», lanzado en abril de 2021,
ahora Eyibra alista la salida de su primer álbum, Diomede, y un
concierto para presentarlo el 27 de mayo en el Teatro de la Ciudad.
El título de este primer disco de este nuevo proyecto está inspirado en las
Islas Diómedes, un par de formaciones rocosas, una perteneciente a Estados
Unidos y otra a Rusia, que están separadas apenas por unos kilómetros y que, en
medio de la pandemia, surgieron como una metáfora para el artista.
«Estaba pensando, metafóricamente, en la distancia entre personas que se
sienten cercanas, pero que al final son muy diferentes», apunta.
«Esas islas son muy interesantes porque separan Rusia y los Estados Unidos
y tienen dos kilómetros de distancia, pero están en distintas zonas horarias.
Entonces tienen como 20 horas de diferencia entre ellas, pero están así de
cerca».
Las canciones del álbum -que en algunos casos comenzaron como poemas, antes de
recibir las capas múltiples de beats, instrumentación varia y las
voces- reflexionan sobre las relaciones interpersonales desde un enfoque que,
lamenta Brody, él no vio representado en la música con la que creció.
«Muchas de las letras son sobre mis amantes, o el amor, pero más
específicamente estaba pensando, cuando ya decidí hacer el disco, que, cuando
crecí, no había música que pudiera escuchar en la que la letra, o el tema de la
música, hablara de parejas o de amantes que no sólo son heterosexuales»,
reflexiona.
Por ello, las letras de Diomede buscan la representación de
lo queer y lo no binario, además de lanzar un llamado a
derribar el patriarcado.
La canción «We Are More than Islands», por ejemplo, utiliza como base
una canción ritual de Lituania (raíz que Brody exploró ya en su disco From
the Rich Dark Earth) que tradicionalmente es cantada por mujeres y que
aquí es una historia de amor entre hombres.
También se encuentra «Womb», una colaboración con los productores
Nnux (coproductora del disco) y Kozovo, con un mensaje antipatriarcal.
«Esa canción la escribí después de leer algo que escribió Björk, sobre que
necesitamos más energía de la matriz en el mundo, que las mujeres no son
normalmente las que destruyen cosas. Sí tienen esta capacidad, y diosas
anteriores, como Coatlicue, podían destruir y dar vida, pero yo estaba pensando
en el mundo al revés del patriarcado y por eso se llama ‘Womb’ (Matriz). La
letra está hablando sobre esa otra posibilidad, y también que yo quisiera
destruir al patriarcado y hacerle caer», explica.
El disco también cuenta con una colaboración en la canción «2Spirit»
con el artista muxe Lukas Avendaño, con quien ha trabajado en varios proyectos,
y que fue escrita por Brody, o Eyibra -ya prácticamente su sobrenombre-, como
un homenaje al trabajo del oaxaqueño.
La música, detalla, sigue el camino trazado por artistas como Björk, ARCA y FKA
Twigs.
«Yo creo que la influencia más grande es Björk, porque yo también tengo
una formación clásica y también me gusta combinar la música electrónica,
los beats, con elementos clásicos como cuerdas», apunta.
«En el álbum, casi cada canción tiene cuerdas, y pienso en muchas capas de
complejidad, de componer con cuerdas, luego voz, luego agregar más cosas
electrónicas».
El concierto del 27 de mayo, en el que presentará Diomede en
su totalidad, contará con un ensamble de cuerdas y producción electrónica en
vivo, además de visuales multimedia de Oswaldo Errevé e invitados especiales.
Será, explica Brody, más un performance, disciplina que aprendió de la mano de
artistas como Abramovic, con quien colaboró en la pieza The
Violinist is Present.
«Me encanta el performance, me encanta interactuar con el público, me
encanta usar mi cuerpo, me encanta explorar sus límites, los límites de la voz,
y eso también va a ser parte de la función en el Teatro de la Ciudad, porque no
es un concierto como tal», promete.
Lejos ya de su pasado como músico clásico, pero sin olvidarse de la
instrumentación aprendida, Eyibra comienza un nuevo proyecto surgido de la
soledad y la búsqueda de la representación queer.
TOMA NOTA
Qué: Presentación de «Diomede».
Quién: Abraham Brody, Eyibra, acompañado por visuales de Oswaldo Errevé.
Cuándo: 27 de mayo, a las 20:30 horas.
Dónde: Teatro de la Ciudad, en Donceles 36, Centro Histórico.