Por
Edgar Hernández*
Ahora
que cualquier pendejo ningunea, ofende y degrada al Secretario de Gobernación, conviene
recordar lo que por siempre significó en la historia del México independiente,
ser el guardián de la república, el responsable de la política interior, el
jefe del gabinete y centinela de la nación.
Me
llega a la memoria aquel 30 de noviembre de 1988 cuando Fernando Gutiérrez
Barrios en el marco de su II Informe de gobierno, solicita licencia para dejar
la gubernatura luego de recibir la invitación presidencial para ocupar la
Secretaría de Gobernación, la que 40 atrás había sido su casa.
Don
Fernando partió de El Lencero a eso de la una de la tarde de aquella soleada
tarde. Lo acompañaban, a bordo de un Turbocomander, Ponce Coronado, el mayor
Armando Félix y quien esto reseña.
Unas
tortas fue lo que se probó en medio de las intensas y jocosas anécdotas llenas
de sorpresas sucedidas esa misma mañana:
La
presencia de 28 gobernadores en el Informe, el sorpresivo anuncio de don
Fernando quien él mismo daría a conocer su nombramiento, la exclamación de los
invitados asistentes al teatro del Estado, las carreras de los periodistas y
corresponsales para dar la noticia y la asunción de Dante Delgado.
Pasadas
las tres de la tarde de ese 30 de noviembre, arribamos a la ciudad de México.
Gutiérrez
Barrios pide a Ponce Coronado prepare un borrador con diez puntos que
significarían el arranque de la política interior en el marco del nuevo
gobierno, al tiempo que solicita a quien esto suscribe coordine con don Alberto
Peniche las tareas de prensa y difusión.
Llegada
la medianoche, a las cero horas y luego de que Manuel Bartlet le entregará la
oficina, don Fernando da conocer su programa de acción y los primeros
nombramientos entre los que destacaba el Subsecretario “A”, Manlio Fabio
Beltrones.
Luego,
ante los medios, la toma de posesión física de la oficina del nuevo titular en
el Palacio de Cobián, el lugar donde el Jefe del Gabinete tomaba -por
instrucciones presidenciales- las más importantes decisiones sobre el rumbo de
la república.
Concluye
la ceremonia se retira la gente y don Fernando me pide le acompañe a recorrer
la oficina.
Una
señorial entrada, no más de 200 metros en “L” ocupaban tan importante oficina
ubicada en el ala izquierda del Palacio de Bucareli. Del lado derecho una mesa
de López Morton acompañada de seis sillas y un librero de piso a techo.
Del
lado izquierdo un escritorio de madera labrada y finamente barnizado que estaba
acompañado en la parte posterior, digamos la pared, con un mapa de la república
con 64 foquitos, uno rojo y otro verde, “correspondientes a cada entidad de la
república; el rojo en crisis, el verde, sin problema”, reflexionaba en voz
alta.
A un
lado de ese mapa de la república de al menos cuatro por cuatro, estaba una
puerta, una puerta grande donde estaban colocados en repisas pequeñas 32
teléfonos blancos, magnetos que al descolgarlos timbraban en cada una de las
oficinas de los palacios de gobierno de los mandatarios estatales.
¿Rustico?
Imposible
afirmarlo. Era 1988. Era lo más moderno, la era de los no celulares ni
conexiones satelitales, solo una forma de comunicarse.
Eran
pues 32 teléfonos lo que le siguen de blancos, enmarcados en la parte central
por un teléfono rojo, línea directa con el Presidente de la República. Estaba
conectada a Los Pinos, la misma que sonaba y había que contestar de inmediato,
incluso si no estaba el Secretario había guardia permanente día y noche.
“Aquí,
reflexionaba don Fernando, no para mí sino para sus adentros, se toman las
decisiones más importantes; se mantiene el equilibrio con los poderes; se
dialoga con respeto institucional con los gobernadores; se marcan líneas de
trabajo para el gabinete; se garantiza que la seguridad nacional se traduzca en
paz social”.
El
llamado “Centinela de la República”, el “Hombre Leyenda”, el “Caballero de la
Política”, sabía de lo que hablaba.
Pasaban
las 2 de la mañana de este día primero de diciembre de 1988 cuando Fernando
Gutiérrez Barrios seguía en la reflexión. Evocaba a notables responsables de la
política interior.
A
Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría quienes luego serían presidentes de
México, a don Jesús Reyes Heroles “quien me decía en capitán Gutiérrez cómo
está eso de que quiere hacer política”, a don Angel Carvajal y tantos más que
ocuparon la silla de la Secretaría de Gobernación.
Una
oficina donde no hay reposo ya que quien asume la responsabilidad responde al
juramento yaqui de que “para ti no habrá dolor, para ti no habrá calor, ni sed,
ni hambre, ni lluvia, ni aire, ni enfermedad, ni familia. Nada te causará
temor, todo ha terminado para ti, excepto una cosa: hacer tu trabajo”.
Terminó
el recorrido, también la reflexión en voz alta del señor Gutiérrez Barrios y
con un “¡Vámonos Edgar, mañana nos espera un día muy largo!”, concluye la
histórica jornada.
Así,
que yo recuerde, fueron primeras horas de trabajo el nuevo Secretario de
Gobernación, en donde el equilibrio, la mano firme con guante de terciopelo,
las decisiones fuertes acompañadas en la discreción con el ejército y la armada
se tomaban sin romper la institucionalidad y el orden establecido.
Muy de
don Fernando “No somos damas de la caridad” al igual que “veneno poco no mata”.
Siempre fue enemigo de los excesos periodísticos ya que “Gobernación es política
interior, no una oficina de publicidad”.
En
fin, que toda esta evocación de un pasado imborrable surge, luego de observar
en estos tiempos al titular de la política interior convertido en una
corcholata, en un pelele del mandatario, en un hombre vulnerable a quien
cualquier imbécil con responsabilidad secundaria ofende y cualquier diputada
amenaza.
Ocupar
la secretaría de Gobernación fue por siempre el máximo honor para un político,
una institución intocable máxime cuando la representaba un político de alto
rango, personalidad y conocimiento.
Por
siempre fue la antesala de la Presidencia de la República, la sede de las
decisiones que marcaban el rumbo de México.
Una
llamada del Secretario de Gobernación, era la alerta para corregir el rumbo o
apoyar las determinaciones presidenciales no un trampolín para salir de campaña
preelectoral sujeto a los improperios de mandaderos y policías municipales que
destrocen la propaganda como fue el caso de la visita del Secretario de
Gobernación, Adán Augusto López al sur de Veracruz.
Hoy el
Palacio de Cobián es una oficina cualquiera ocupada por uno igual.
Tiempo
al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo