En el Arsenal de Venecia se lleva a cabo un poderoso ejercicio
de la imaginación: el de materializar, a través del arte, un caleidoscopio de posibilidades
distintas, de metamorfosis del cuerpo y de la definición misma de lo que
constituye a un ser humano.
Este procedimiento, que mucho tiene de alquimia y también de magia antigua, de
visión surrealista, es utilizado por la curadora Cecilia Alemani para dar forma
a la edición 59 de la Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia,
actualmente en exhibición, hasta el próximo 27 de noviembre.
Compuesta por más de mil 400 obras de 213 artistas, la muestra
tiene su punto de partida, como lo declara el título, en los mundos fantásticos
creados por una artista de talla mundial que ejerció el poder de su imaginación
desde México.
«Siempre he estado fascinada por la obra de Leonora Carrington»,
declara Alemani en entrevista.
«Cuando empecé a trabajar en la exhibición, me dediqué a algo que hago a
menudo, que es empezar a leer textos escritos por artistas. Siempre encuentro
realmente fascinante cuando un artista es también un excelente escritor, como
Leonora misma».
En la revisión de la literatura escrita por la surrealista nacida en
Inglaterra, pero quien creó la gran mayoría de su obra durante los casi 70 años
que vivió en México, Alemani halló un libro peculiar que daría nombre a su
propia exhibición: The Milk of Dreams (Leche del sueño,
editado por el Fondo de Cultura Económica en español).
«Reúne muchos cuentos cortos que originalmente había escrito en las
paredes de su departamento en la Ciudad de México, y que luego, después de
algunos años, se recogieron en el libro», explica la curadora.
«Pensé que el libro mismo contenía muchas de las atmósferas que quería
evocar en la exhibición y la idea de la hibridación, la fluidez, mostrar este
mundo en el que las personas pueden cambiar y transformarse con esta suerte de
liviandad y humor que muchas veces hace falta».
La exposición, inaugurada el 23 de abril, parte de las posibilidades
fantásticas de los mundos de Carrington para configurar sus tres áreas temáticas:
la representación de los cuerpos y sus metamorfosis, la relación entre los
individuos y las tecnologías, y la conexión entre los cuerpos y la Tierra.
Esta indagación tuvo, casi como consecuencia inevitable, que la mirada se
ampliara a otras artistas mujeres asociadas con el surrealismo que, por
circunstancias de la vida, también hicieron de México su hogar: Remedios Varo,
Alice Rahon y Bridget Tichenor, quienes, junto con Carrington, están presentes
con obras de gran importancia dentro de la muestra.
«Creo que en los últimos 10 años ha habido un trabajo increíble, tanto en
los museos como en la academia, para volver a presentar el trabajo de mujeres
increíbles en el canon del movimiento surrealista», explica Alemani sobre
su interés en este grupo de artistas.
Las piezas de este grupo de artistas se encuentran distribuidas en el vasto
complejo del Arsenal en una serie de cápsulas que apuntalan y contextualizan la
obra de los más de 200 artistas contemporáneos.
«La exhibición está estructurada en torno a cápsulas históricas, que son
como mini exhibiciones dentro de las grandes, y éstas, en su mayoría, contienen
obras históricas», detalla la curadora.
«Una de ellas no es necesariamente sobre surrealismo, pero reúne una
constelación de obras de artistas del surrealismo, pero también del futurismo y
de la Bauhaus, que hace 100 años, 80, comenzaron a pensar y a retar a esta
suerte de pureza del cuerpo humano y la figuración, para introducir diferentes
versiones».
Un ejemplo de ello, expone, es una de las piezas centrales, la pintura Retrato
de la Difunta Sra. Partridge, de Carrington, con un personaje central que
ayuda a ilustrar el contenido general de la exhibición.
«Se ve como una musa punk-rock cuyo cuerpo se está convirtiendo en un
pájaro azul, y creo que muestra algunas de las preocupaciones de la muestra,
como la idea de la metamorfosis y la transformación, pero también la elevación
del mundo animal y del amor que tenía por los gatos y las criaturas y las aves,
que se convertían en pares de las figuras humanas».
De Varo, por ejemplo, destaca Simpatía (La rabia del gato),
cuya calidad, asegura Alemani, es de museo.
En conjunto, advierte, Carrington, Varo, Rahon y Tichenor constituyen un coro
de voces que no debe ser encasillado.
«Creo que mostraron tener una voz muy poderosa e independiente. Ahora es
fácil decir que eran surrealistas, (pero) no quiero hablar por ellas, porque a
algunas podría no haberles gustado esta etiqueta».
Su inclusión en The Milk of Dreams, espera, seguirá contribuyendo a
que su obra se aprecie más.
«Me entusiasma mucho ver cómo estas artistas tendrán su propia literatura
académica y crítica que no necesariamente diga: ‘Eran las mujeres del
surrealismo’, sino artistas por sí mismas», vislumbra.
«Es simplificador decir simplemente que eran surrealistas; eran mucho más
que eso, y estoy muy emocionada por ver qué va a pasar en el mundo crítico en
los próximos años en términos de la literatura sobre ellas».
ARTE ‘RENACENTISTA’, EN LENGUAJE QUEER
Desde su apertura, The Milk of Dreams, la Exposición Internacional
de Arte de la Bienal de Venecia, ha sido celebrada por subvertir una tendencia
que había persistido durante los 127 años de historia del evento: por primera
vez, la mayoría de artistas participantes son mujeres o personas de la
diversidad sexual. Y más de 180 artistas, de los 213 convocados, participan por
primera vez en el encuentro.
Tal es el caso del mexicano Roberto Gil de Montes (Guadalajara, 1950), cuya
obra indaga en la identidad queer y su experiencia migratoria.
Aunque desde hace 15 años vive en La Peñita, un pueblo pesquero de Nayarit,
radicó en Los Ángeles desde sus 15, forjando una carrera como parte del
movimiento chicano, pero siempre con un pie en México.
«Todo este movimiento chicano, a un lado de lo que pasa en el arte en
Estados Unidos, es (como) un gueto, y eso es lo que traigo cargando»,
explica en entrevista.
En The Milk of Dreams participa con cinco cuadros, entre los
que destaca El pescador (2020), que muestra, frente a la costa
nayarita, a un joven sensualmente recostado en una concha que remite a la que
pintara Botticelli en El nacimiento de Venus.
«(Gil de Montes) redescubre las imágenes tradicionales del Renacimiento,
de nuestro pasado peninsular occidental, pero reinterpretándolas con una clave
queer», juzga Cecilia Alemani, curadora de la muestra.
«Tienen algo realmente alegre, pero también reconozco que mucho de su obra
tenía que ver, especialmente en sus años previos, con la crisis del VIH y otros
temas importantes».
Por su parte, el artista reconoce que hay cierta cualidad surrealista en su
obra que interesó a Alemani.
‘EL CUERPO PUNITIVO, SIEMPRE EN FUGA…’
Un segundo mexicano está presente en The Milk of Dreams: Felipe
Baeza, (Guanajuato, 1987), también anclado en la identidad queer y la vida como
migrante en Estados Unidos, donde radica desde los 7 años.
«Mediante el uso tanto del collage, como del grabado, en mi trabajo está
la idea del cuerpo punitivo, y cómo es que ese cuerpo punitivo es un cuerpo que
siempre está en fuga, que vive escondido, y, aparte, sin estatus», detalla
el artista en entrevista.
En las seis obras de técnica mixta que presenta, los cuerpos de sus sujetos se
muestran en el momento en el que se transforman, se liberan, de las
restricciones materiales y de su entorno.
«Tienen esta materialidad que es muy sensual y hablan sobre los cuerpos,
transformaciones y metamorfosis, pero también sobre los cuerpos migrantes y los
cuerpos que se fugan», expone Cecilia Alemani, curadora de la muestra.
«Él a menudo habla sobre ser queer en Estados Unidos y de haber llegado al
país cuando era un niño. Su condición de no tener papeles».
Para Baeza, sus obras buscan, precisamente, liberar a los cuerpos de las
condiciones opresivas.
«Al hacer visible lo invisible, y viceversa, pretendo desafiar aquellas
nociones que mantienen a las personas en los márgenes», declara.