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DARIO ARGENTO AÚN SUSPIRA POR EL CINE DE TERROR

DARIO ARGENTO AÚN SUSPIRA POR EL CINE DE TERROR

Para ser un hombre que ha pasado casi 50 años asustando a las audiencias cinematográficas, el cineasta italiano Dario Argento no luce nada aterrador.

De hablar suave, incluso un poco reservado, Argento estaba ansioso por terminar una entrevista reciente para poder ver a sus nietos (los retoños de su hija, la actriz Asia Argento), antes de volar hacia Nueva York, donde Beware of Dario Argento, una retrospectiva de 20 películas, se proyecta en el Lincoln Center hasta el 29 de junio.

«No los veré por algún tiempo», dijo sobre los niños.

Pero eso no significa que Argento, de 81 años, no esté preparado para un poco de caos y sangre.

Su más reciente filme, Dark Glasses, que se estrenó en febrero en el Festival Internacional de Cine de Berlín, tiene momentos Argento clásicos: música palpitante, que por lo general augura algo malo; asesinatos sangrientos y espantosos; persecuciones para morderse las uñas (esta vez con un protagonista ciego); y un montón de giros de tuerca.

Sin embargo, la película es también sorprendentemente tierna: en su corazón es la relación entre una mujer y un niño cuyas vidas se entrelazan en la tragedia.

«Es diferente de otras que he hecho», y el final deja espacio «para alguna lágrima», dijo Argento en la sala de estar repleta de antigüedades de su casa en Roma. Una estantería abultada presumía algunos de los muchos premios que ha ganado durante su carrera.

Dos adiciones recientes las obtuvo en agosto en el Festival de Cine de Locarno, en Suiza. Uno era un reconocimiento a su trayectoria que le fue entregado por el director John Landis. El otro fue un galardón por su debut actoral en Vortex, la conmovedora película de Gaspar Noé sobre el declive de una película de ancianos.

Es todo un arco para la carrera de un hombre que, primero, trabajó como periodista y luego como crítico de cine en un periódico romano de izquierda; coescribió la historia del clásico de Sergio Leone, Érase una Vez en el Oeste (1968), con Leone y Bernardo Bertolucci; colaboró con George A. Romero en el clásico zombie El Amanecer de los Muertos (1978); y recientemente escribió dos libros: una autobiografía, llamada «Paura», y una antología de historias de sustos, titulada «Horror».

Argento ha dicho que conoció el miedo de niño cuando sus padres (él, un productor fílmico; ella, una famosa fotógrafa) lo llevaron a ver la obra Hamlet en Roma. Cuando el fantasma del padre de Hamlet aparece, el pequeño Argento tuvo «convulsiones», recordó; no obstante estaba intrigado. «Una semilla había sido plantada, y creció».

Y continuó creciendo. El día después de concluir su trabajo en Vortex, Argento ya estaba con Dark Glasses, cuya filmación se había retrasado por la pandemia.

Es una película «giallo» (un género amplio que contiene elementos recogidos de misterios de asesinato, terror, investigación criminal, incluso el subgénero del slasher). Argento es el maestro viviente de los «giallo».

Fiel a su forma, las muertes en Dark Glasses son violentas y directas, comenzando con la de una prostituta al inicio del filme. Mujeres brutalmente asesinadas son un problemático leitmotif en los «giallo», aunque Argento replica que ha «matado un montón de hombres» de maneras igualmente espantosas.

Y, agregó, ha escrito roles femeninos valientes también, especialmente aquellos interpretados por su hija, Asia, quien ha sido su protagonista por muchos años. «Ella ha hecho muchas mujeres fuertes».

Argento irrumpió en la escena cinematográfica italiana en 1970 con El Pájaro de las Plumas de Cristal, un «giallo» elegante y visualmente exuberante que lo estableció como una estrella ascendente y le ganó el sobrenombre de «el Hitchcock italiano».

«Las películas de Argento a menudo están llenas de sorpresas, de giros», dijo Russ Hunter, experto en cine italiano que enseña en la Universidad de Northumbria, Inglaterra. Pero Argento también dotó a la pantalla de «una suerte de bravura visual» que influyó en otros cineastas y lo estableció como un director de culto con fans acérrimos.

Con Profondo Rosso (1975), uno de sus títulos más celebrados, Argento usó un trabajo de cámara cinético y exuberantes visuales para construir el drama (sin mencionar los efectos especiales de Carlo Rambaldi, quien ganaría tres Óscar). En Suspiria (1977) la luz y el color hacen el truco. «Hay un fantástico uso de la saturación del color, lo que crea ambientes de otro mundo», dijo Hunter. Contrastes en colores crean estados de ánimo que son «inquietantes y extraños».

Argento dijo que incluso si los mundos que crea lucen estilizados y extravagantes, eso no lo es todo. «Dentro, en el núcleo, está la verdad, algo real, algo profundo que está dentro de mí, de mis miedos, de mis pesadillas», y esas visiones reverberan con la gente, explicó.

Aunque comentó que nunca se había sometido al psicoanálisis, Argento observó que tiene a Sigmund Freud en alta estima y visita su casa en Viena cada que está en la ciudad, «mirando ese diván en el que muchos se han acostado».

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