CUÉNTAME LA NAVIDAD: EL REGALO DEL PORVENIR
Sandra González
Agencia Reforma
Guadalajara, Jalisco 21 diciembre 2024.- El olor a canela invade los espacios de la casa de los abuelos en la provincia mexicana. La Navidad entra a través de una respiración plagada de melancolía.
Cada 24 de diciembre los niños permanecen despiertos hasta muy tarde, con la emoción de recibir los regalos especiales que decoran mi base. A mis pies la tela bordada por la abuela con chaquiras cristalinas dibuja nochebuenas coloradas. El número de cajas crece como los miembros de la familia, hasta desbordarse e invadir media sala de la casa.
Los pequeños tienen sus expectativas puestas en las cajas de regalo a mis pies. Los observo uno a uno. Crecí hasta llegar a los dos metros de altura y me encuentro erguido en la parte central de esta habitación donde se reúne la familia. Mis ramas firmes sostienen luces de colores y esferas de cristal que proyectan cientos de destellos de estrellas traídas desde el cielo.
Las hermosas cajas en diferentes tamaños y formas contienen deseos que rematan con moños en tonos rojos y verdes.
Los niños, impacientes, esperan muy cerca de mí el momento de abrir los regalos. Es un ritual donde alguno de los miembros de la familia funge como maestro de ceremonias para leer las tarjetas que contienen el «de: para».
Intentan descubrir cuál de todas esas cajas es la suya. «La más grande para mí», dice el pequeño, «la más brillante para mí», dice la niña. «Una muñeca con vestido blanco» piensa ella, «un videojuego» imagina el pequeño. Ambos tienen desde hace semanas muy claro su deseo.
Las esferas de cristal sostenidas por mis ramas multiplican la luz y deforman los rostros de los invitados, los niños ríen observando la transformación de su nariz o el gran tamaño que adquiere su sonrisa.
Con una voz que emociona, el tío es el encargado de leer cada tarjeta y entregarla al dueño del regalo.
Al descubrir su muñeca, ella no tarda en sacarla de la envoltura y bailar ensimismada en la fortuna de tenerla junto a su pecho, y saber que es de ella y nadie más. Él grita de emoción al romper el papel dorado como el sol y lo destruye sin piedad, impaciente, mientras hace pedazos la envoltura de la caja, tan grande, como su deseo. Gritos de alegría salen de sus pequeños pulmones, superando las voces de toda la familia (que suman más de 20) y descubre que el regalo es el videojuego tan anhelado, aquel con el que soñaba desde el día que lo vio anunciado en el televisor. «Te lo dije», le grita el niño, emocionado, al tío, «lo sabía» enfatiza intentando expresar la confianza en la promesa de su padre, un hombre de palabra.
Sin soltar la caja, el pequeño de siete años se lanza hacia su padre con alegría y gratitud. La imagen se congela. En un abrir y cerrar de ojos pasan más de 20 años. El regalo inolvidable se transforma en uno de los escalones que suma a sus logros profesionales aquel niño: crear música para un famoso videojuego.