Pedro Peñaloza

“La intolerancia, la estupidez y el fanatismo

pueden combatirse por separado,

pero cuando se juntan, no hay esperanza”.

Albert Camus

La política económica instrumentada por la presidenta Sheinbaum descansa en los mismos indicadores y objetivos de su antecesor. El binomio riqueza para las minorías y placebos para las mayorías es la ruta del publicitado “segundo piso de la cuarta Transformación”.

Un elemento de análisis imprescindible para comprender los alcances del nuevo gobierno y los resortes que lo impulsan es el Presupuesto de Egresos. Ahí encontramos que el 70% se destinará a lo que se denomina desarrollo social. No hay vuelta atrás, el carácter electoral de ese rubro es evidente. Desde Palacio lo presumen y se frotan las manos. La fórmula corporativa y clientelar significa la permanencia en el poder del bloque gobernante.

En términos de la distribución de la riqueza nacional, según el INEGI, los salarios representaron 28.5% de la economía en el segundo trimestre del presente año, mientras que las ganancias de las empresas el 42.2%. El esquema dibuja a un país marcado por las brechas económicas.

El reporte de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores desnuda al mundo real. De enero a octubre, del presente año, los bancos privados que operan en el país obtuvieron beneficios que sumaron 245 mil 904 millones de pesos, lo que significó un crecimiento de 3.02% en términos reales, si se compara con los 225 mil 857 millones reportados en el mismo periodo del año pasado (La Jornada, 9/12/2024, p.17)

Como burla y escarnio para una parte de los oprimidos, el incremento al salario mínimo para 2025 no modificará el nivel de consumo en relación a la canasta básica, a menos que se ponga en funcionamiento una política oficial que incentive a las empresas para incrementarlo.

Para 2030 el gobierno busca que el salario represente 2.5 veces la canasta básica, ya que a nivel nacional el 35.1% de la población tiene hoy un ingreso menor al valor monetario de ésta (La Jornada, 9/12/2024, p.18). 

En la lógica de los tecnócratas del morenismo los trabajadores deben esperar seis años para rasguñar un “ingreso decente” (OIT), no así los dueños del dinero que “objetivizan” sus ganancias inmediatamente. El pragmatismo del grupo en el poder es simplemente un ejercicio demagógico que se viste de celofán “pobrista” para exorcizar la esencia de su neoliberalismo social (dixit Gilly).

Su “humanismo mexicano” es hermano gemelo del capitalismo voraz depredador de la fuerza de trabajo. El gobierno de Sheinbaum camina en aguas movedizas y no se distingue del anterior. La diferencia es el énfasis del discurso. Mortífera cortina de humo.

@pedro_penaloz

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