Aconsejada al oído por su
madre, una pequeña de 9 años se dirigió este martes a Elena Poniatowska.
«Felicidades por tus 90 años, Elena», lanzó la niña, en medio de un
grupo de fanáticos lectores que se habían acercado a tomar fotos a la escritora
y periodista al término de un conversatorio en la Casa Universitaria del Libro
(Casul) de la UNAM.
«¿Tú cuántos tienes?», respondería la autora, sorprendida de pronto
por el libro de Miguel Covarrubias: Vida y mundos que la niña
traía en las manos. «Ése no es para ti, mejor otro. Te doy mi dirección y
vienes por uno. Ése ni te va a gustar; es un señor que se murió. Yo te lo
cambio».
Con el domicilio de la autora en un pedazo de papel y una sonrisa de franca
felicidad, la niña se fue del brazo de su mamá, quizá próxima dueña de un
ejemplar autografiado de Lilus Kikus, otro título de la autora que
quizá resultaría más ad hoc.
Lo cierto que ahí parecía irse ya una nueva amiga de la escritora, como las que
esta tarde la celebraron en la Casul, a dos semanas de que cumpliera nueve
décadas de vida: la antropóloga Marta Lamas, la escritora y periodista Adriana
Malvido, y Guadalupe Alonso, titular de Casa Universitaria, quienes comenzaron
por elogiar el humor de Poniatowska.
«Una de las cosas de las que a veces se habla menos es de lo divertida que
es Elena. Es muy chistosa; es una provocadora, y hace unas cosas absolutamente
geniales», destacó Lamas, antes de contar la anécdota de cuando recuperó
de un acto político de mujeres la voz de una que dijo: «Ay, compañeras, yo
creo que no hay nada mejor que estar enamorada».
«(Elena) tiene una risa gutural divertidísima; le gusta hacer maldades y
travesuras. Y, de repente, con una sonrisita es capaz de decirle al político
más alto: ‘Ay, señor, pero ¿y usted de veras roba tanto como dicen?'»,
agregó Lamas.
Una capacidad para preguntar con aparente gran inocencia, pero mortal cual tiro
al blanco, definiría Alonso. Y siempre denotando una inteligencia mayor de la
Premio Cervantes 2013, complementó Malvido, trayendo a cuenta algunos ejemplos
tomados de varias entrevistas.
«A María Félix la primera pregunta que le hace es: ‘¿Es cierto que tiene
voz de sargento?'», leyó Malvido.
«Al Santo también lo agarra en curva. Cuando él está hablando del otro
luchador, El Espanto I, que en paz descanse, ella le pregunta: ‘¿Y usted fue
quien lo mandó a descansar en paz?’. En fin, es un ejemplo de miles de
entrevistas, y varios de ellos dicen que nunca nadie los había entrevistado
mejor».
Cuestionada sobre cómo hizo para hacer una entrevista diario, Poniatowska
respondió que, cuando uno es joven, tiene dos cosas: «Mucha energía y
mucha inconsciencia».
«Entonces yo le preguntaba a cualquier gente. Me paraba frente a Diego
Rivera, y ni siquiera había visto sus murales, ni siquiera había ido a la SEP,
y él me sonreía. Y yo le decía: ‘¿Sus dientes son de leche?’. Y entonces me
decía: ‘Sí, son de leche, y con ellos me como a las polaquitas preguntonas’. Y
así iniciaba yo la entrevista», compartió.
Después vendría del público la pregunta sobre su motivación para contar todas
las historias que la terminaron por consagrar como periodista, a lo que ella
contestaría atribuyéndolo al hecho de no haber nacido en México, y a las
constantes preguntas que hacía a su nana Magdalena Castillo, de quien aprendió
el español.
«Yo creo que por instinto o por algo que tenemos aquí en el cerebro, le
preguntaba primero a Magda, que nos acompañaba a todos lados, a todas las
clases de ballet, de piano; a Magda le preguntaba por su propia vida, y más
tarde seguí pregunte y pregunte.
«A todo mundo le preguntaba, en la calle, a donde fuera», resaltó
Poniatowska, refiriendo la importancia de haber hablado con los ciudadanos de a
pie para títulos como La noche de Tlatelolco. «Siento una
cercanía enorme con la gente que anda en la calle, que camina, porque
finalmente es la que me dio más respuestas. En el terremoto (de 1985) tuve
tanto contacto con la gente, que se me metió adentro, y la traigo y la cargo y
la amo».
Sus reflexiones en torno a las mujeres; el impulso que dio a Malvido para
escribir su libro sobre Nahui Olin, y hasta recuerdos de su tía la poeta
Guadalupe «Pita» Amor, o de cómo la periodista Elvira Vargas salvó de
ahogarse a un escolta del Presidente Lázaro Cárdenas -«qué bueno que
tenían ahí a una vieja, si no se les ahoga un guarura», expresó-, fue
parte de lo conversado durante poco menos de una hora.
De pronto, una mujer entre la audiencia preguntaría: «A los 90 años, ¿qué
te falta hacer?».
«Morirme», respondió Poniatowska, contundente, desatando risas y
aplausos. «¿Qué le puede faltar a uno cuando tienes 90 años? Eso es el
paso futuro, el paso a futuro».
De manera menos lúgubre, el encuentro cerró con aquello que la escritora estimó
que diría a su yo de la infancia, a pregunta expresa de un joven.
«Le diría lo que nos decimos todas las mujeres: que trabajara más, que
estudiara más, que leyera más, que escuchara más.
«Y que también tratara de adquirir a lo largo del tiempo, con sus propios
instrumentos, con su papel, su lápiz, con sus hijos, con las cosas que le van
sucediendo, que adquiriera algo que es muy importante para todos nosotros: la
capacidad para la felicidad. El método, la manera de ser, los pasos hacia eso
que es tan importante, que es la felicidad», concluyó.
Y fue precisamente pura felicidad la mesa; ejemplo es cuando, al término, Lamas
posa para una foto y le pone los cuernos a la celebrada.
‘TENEMOS AQUÍ A TODA
ELENA’
Con la obra completa de Poniatowska, desde Lilus Kikus hasta
las dos entregas de El amante polaco, este martes también se
inauguró la Biblioteca Casul de Escritoras.
«Este espacio pondrá a disposición de sus visitantes los títulos de una de
nuestras más queridas y admiradas escritoras para su consulta y lectura»,
expresó la titular de la Casa, desde el Salón del Vitral del recinto de Orizaba
24, Colonia Roma Norte.
«Biblioteca Casul de Escritoras será un proyecto a largo plazo que reunirá
la obra de mujeres destacadas en la literatura hispanoamericana», agregó.
Se trata de una iniciativa realizada de la mano de editoriales y librerías.
En el caso de los libros de Poniatowska, colaboraron sellos como Planeta, el
Fondo de Cultura Económica (FCE), Grupo Penguin Random House, Librerías Gandhi
y Libros UNAM.
Asimismo, contaron con donaciones particulares, como las de los autores Sara
Poot y Michael Schuessler, quienes donaron los títulos que escribieron sobre
Poniatowska.
«Y una edición de la colección Letras Mexicanas de Hasta no verte Jesús
mío, que encontré en la biblioteca de mi padre, y quise que formara parte de
este conjunto», indicó Alonso.
«La buena nueva, pues, es que tenemos aquí a toda Elena Poniatowska».
Para sellar el «pacto con los lectores», la escritora y periodista
canceló con el ex libris de Casul un ejemplar de La noche de Tlatelolco.