Es una enorme tristeza el caos escenificado esta tarde en el estadio de futbol de Querétaro. Esto no es amor a la camiseta, es la expresión de la composición social que se vive.
Hoy no se habla del gol, no se hablará en la prensa deportiva de partido entre Querétaro y Atlas. Lo que es tendencia mundial es la bronca despiadada entre, según dicen, las barras, hasta el momento no hay información oficial de las autoridades.
La bronca pasó de la tribuna a los pasillos, del inmueble hasta llegar a la cancha de juego, para quedar suspendido después del minuto 60, por la trifulca entre aficionados de ambos equipos que se extendió hasta la cancha. Las imágenes que circulan en redes permiten ver un número indeterminado de personas inconscientes dentro y fuera del estadio.
Entre carreras tratando de ponerse a salvo, y otros más, sonrientes y pidiendo selfies a algunos futbolistas que aún permanecían confundidos por los acontecimientos, las riñas se extendieron causando miedo, caos sin ninguna autoridad. Algunos jugadores, incluso, trataban de calmar los ánimos, pero fueron devorados por la
muchedumbre y sus intenciones se diluyeron en el caos.
En las imágenes televisivas no se apreciaba la presencia de personal de seguridad, ni de nadie capaz de contener los desmanes. Los pleitos ocurrían en diversas zonas del estadio. Mientras las transmisiones televisivas continuaban, algunos rijosos golpeaban a sus rivales de la afición contraria.
El torneo Grita por la paz, mero slogan publicitario en el marco de una guerra, la miopía de las autoridades deportivas y la carencia de autoridad son algunos de los detonadores.
