Pedro Peñaloza
“Dondequiera que la ley termine, la tiranía
comienza”.
John Locke
Después de la “noche negra” que montaron los senadores del oficialismo,
se confirmó un atraco más que dibuja de cuerpo entero a un presidente que se ha
quitado paulatinamente la máscara “progresista”. López Obrador se presentó en
2018 como un adalid de la lucha contra la corrupción y enemigo del militarismo.
En contraste, se convirtió en un fanático impulsor de las fuerzas castrenses y,
por citar tan sólo un caso, evadió responsabilidades y acusó un ataque del
conservadurismo por el destape del fraude en Segalmex por 15 mil millones,
protegiendo a su amigo y mentor, sin olvidar el reparto en contratos sin
licitar y programas opacos sin reglas de operación. ¿Eso no es corrupción?
Fiel a su carácter autoritario, AMLO decidió lanzarse contra los
fideicomisos porque “había corrupción”, eliminando fondos de ciencia y
tecnología, de cuidado al ambiente, prevención de enfermedades, etc. Hasta
ahora no se sabe para qué se utilizaron esos recursos o dónde quedaron ¿Eso no
es corrupción?.
Recientemente desapareció el Insabi y dejó contratos abiertos por 15 mil
millones de pesos. En su proyecto de políticas públicas no sólo el país perdió
parte del presupuesto, sino miles de vidas que no pudieron ser atendidas a
tiempo y familias destrozadas por la pandemia de Covid-19. ¿Eso no es
corrupción?
El rostro es grotesco, violando todos los procedimientos parlamentarios
aprobaron 20 reformas, modificando instituciones y reglamentos a capricho.
Ahora, lo único que queda frente a esta vorágine es la Suprema Corte, quien
tiene elementos para echar abajo ese asalto en el poder legislativo. De no
detener esta línea autoritaria tendremos serias consecuencias para la
convivencia democrática. Las presiones crecerán.
Además, ratificando su vocación despótica, AMLO intenta desaparecer al INAI,
presentándose como enemigo de la transparencia y el derecho a saber qué se hace
con los recursos públicos. ¿Violentar el derecho a la información, no es
corrupción?
La prioridad de AMLO no es el “pueblo”, sino garantizar su supuesto
legado designando al candidato presidencial para el 2024. Tiene pavor de
perder, sabe de las terribles consecuencias de una eventual derrota de su
partido. Por eso, no importa que se atropelle todo. Ya hasta el senador, ese
que se vestía de “rebelde”, se convirtió en un abyecto más. Su pequeñez fue muy
grande. Así, el objetivo es mantener la unidad morenista bajo el manto
protector del mesías para aplastar, por cualquier método, a las disidencias,
sean partidistas o de la sociedad civil. El 2024 empezó hace tiempo y la aplanadora
no respetará nada para ganar. Todavía nos falta ver más locuras. Cuidado.
@pedro_penaloz