Uriel Flores Aguayo

Se acabó. Concluye el sexenio estatal en Veracruz. Para alivio de muchos y pesar de poquitos, los de la nómina. Seis años fueron muchos o pocos dependiendo de las expectativas creadas. Ya se verá si se les dice adiós y se les tocan las golondrinas simplemente o si, en cambio, se les pide que regresen… lo que se llevaron. Se pensó que llegaba un gobierno de izquierda, diferente a todo lo anterior. Lo que eso significara. Inician los balances en general. Después vendrán los específicos, de los detalles. Un poco de la realidad se asoma en las comparecencias en curso de los Secretarios del gabinete estatal. Habrá que revisar y comparar con indicadores concretos cómo recibieron al gobierno y cómo lo entregan. Es indispensable saber cómo ejercieron los presupuestos en eficacia y transparencia; igualmente saber cómo andan las áreas fundamentales de salud, educación y seguridad. Es oportuno saber si hubo avances democráticos, y consolidación de la división de poderes y el Estado de derecho. Uno debe preguntarse si hubo mayor justicia, pronta y expedita; si los funcionarios tenían los perfiles adecuados; si no se utilizaron recursos públicos para cuestiones partidistas. Está por verse si este primer piso tiene cimientos fuertes que resistan al segundo.

Tengo la impresión de que estamos ante un gobierno omiso y de una levedad tal que lo hace lejano al común de la ciudadanía. Parece que sus prioridades fueron siempre las electorales, viviendo en permanente campaña. Su narrativa y discurso son sumamente débiles, de ínfima influencia y escasa convocatoria social.

Se nota que la clase política en el poder en este sexenio le agarró gustó a la buena vida, disfrutándola como nuevos ricos. Se mostraron como los políticos tradicionales, como los de siempre, aferrados a los cargos y a su carrera política. Se llenaron de privilegios. En general evidenciaron perfiles menores, de pocas luces culturales. Con ideas pobres los resultados de gobierno serán, irremediablemente, pobres también. No creo que dejen legado alguno, no creo que sean recordados por algo trascendente. No se les va a extrañar; no dejan referentes de grandeza, de buena imagen y mensaje perdurable. Terminan y se van, y ya. Vuelven a su realidad, a lo que implica su tamaño. Los que abusaron en corrupción y prepotencia ya verán que el poder no es eterno y que la demagogia tiene duración limitada. No la tiene tan difícil la nueva gobernadora si hace todo lo contrario al grupo saliente. Sin revanchismo alguno, por supuesto, debe hacerse cargo de que rindan cuentas y se sometan a la justicia.

Recadito: es urgente buscar soluciones a los terribles problemas de tráfico vehicular en Xalapa…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *