· Silvestre
Villegas Revueltas afirma con respecto al Día del Historiador, a celebrarse
hoy, que para esta profesión se requiere vocación y gusto por la lectura
Enseñar la historia de manera atractiva es un reto.
Para acercar a infantes y jóvenes a esa disciplina “hay que hacerla
significativa”, asegura en entrevista el investigador del Instituto de
Investigaciones Históricas de la UNAM, Silvestre Villegas Revueltas.
Con motivo del Día del Historiador, que
se celebra hoy 12 de septiembre, el experto sostiene que lo importante para
alcanzar ese objetivo es comparar los hechos del pasado con los actuales; es
decir, brindar a los alumnos elementos que les sean significativos, y así sumar
el “conocimiento duro” a su realidad.
Otro desafío en la enseñanza de esta
disciplina es explicarles a las nuevas generaciones el proceso de la Guerra de
Independencia o el Porfiriato “en dos páginas”. “Faltan datos, nombres, fechas.
Desde la primaria y hasta el bachillerato, hoy se enseña menos historia que
hace 40 años”, destaca.
Villegas Revueltas refiere que para ser
historiador se necesita vocación y gusto por la lectura. Sin embargo, “nos
topamos en la licenciatura con muchachos que llegan a estudiar la carrera como
segunda o tercera opción, y no les gusta leer. Si la vocación no es demasiado
grande y se enfrentan con malos docentes, surge un problema mayor. En todo caso
hay que dejarse llevar por los buenos profesores”.
De acuerdo con el experto, para acercar
la historia a más niños y jóvenes hay que relacionarla con el presente. Por
ejemplo, en la carrera de historia se estudian las revoluciones burguesas y los
movimientos sociales del siglo XIX.
“Si analizamos el fenómeno de la Revolución
Industrial y el nacimiento de la clase obrera hablamos de lo que ocurrió en
Manchester o París; pero si además les dejo a mis alumnos una lectura de Engels
relativa a la situación de la clase obrera, los estudiantes se percatan que esa
descripción corresponde a lo que ven en los municipios conurbados de la Ciudad
de México: falta de servicios públicos, hacinamiento, fuentes de trabajo
alejadas. Lo descrito en 1858 puede aplicar para alguien que vive en Ixtapaluca
y trabaja en Santa Fe”, expone Villegas Revueltas.
Cuando un estudiante me pregunta:
“¿para qué me sirven las Leyes de Reforma?”, le respondo que sin ellas, como
ocurría en el centralismo del gobierno de Antonio López de Santa Anna,
tendríamos que portar un pasaporte interno para mostrarlo cada vez que salimos
de la Ciudad de México, y entramos a cualquier otra entidad.
En cambio, una las máximas del
liberalismo es el libre tránsito. Asimismo, dicha ideología política garantizó
la tolerancia de cultos y hoy existen en México diversas iglesias cristianas,
además de la católica.
Otro ejemplo es que hasta el gobierno
de Carlos Salinas de Gortari había diversos tipos de obstáculos para la
libertad comercial. Los gobiernos novohispano, primero, y mexicano, después,
establecieron impuestos a la importación y exportación de productos.
Sin embargo, con el entonces llamado
Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en 1994, se abrieron las
fronteras y, por mencionar un caso, hoy los zapateros de León, Guanajuato,
deben competir con calidad y mejores precios contra el calzado importado chino.
“Así se explica la libertad comercial que llega después de un mundo muy
restrictivo, proveniente de la época de la monarquía hispana en América”.
Recuerda que un día, frente a sus
alumnos de maestría, habló del barroco; “vi las caras de algunos y nunca habían
ido a un templo o catedral con ese estilo arquitectónico”. Su tarea fue visitar
esos recintos y regresaron complacidos.
Ocurre que varios tienen información
elemental en sus casas: los padres carecen de tiempo, dinero o interés por
llevar a sus hijos a sitios con atractivo histórico y cultural, como un museo,
iglesias, zonas arqueológicas, etcétera; ese es otro inconveniente. En escuelas
privadas, pero no exclusivamente, los jóvenes conocen el mall de
Houston, y algunos aspectos de la cultura estadounidense o europea, pero jamás
han ido a Puebla. Ese es un problema nacional.
Se profesionaliza el saber
La historia, define Villegas Revueltas,
es un conocimiento del hombre que luego se vuelve disciplina. El ser humano
empieza a historiar asuntos que le son significativos y que vienen de la
prehistoria; por ejemplo, en las cavernas donde están representados bisontes,
manos, escenas de caza, etcétera, son formas de expresar lo que quería que
fuera recordado.
Después de eso, las culturas sumeria,
egipcia, maya o mexica plasmaron en inscripciones, códices, etcétera, aspectos
de su paso por este mundo. “Es una historia no profesional, pero
significativa”.
A partir de “Historia de la guerra del
Peloponeso”, de Tucídides, y de “La Ilíada” y “La Odisea”, atribuidas a Homero,
“hablamos de los inicios de una factura de historia como un relato profesional
de algo que sucedió”, detalla el experto.
Surgen los historiadores del mundo
clásico de Grecia y Roma, y ese saber se profesionaliza paulatinamente hasta
llegar a los contemporáneos, a partir de la segunda mitad del siglo XIX y hasta
la actualidad.
Por supuesto, aclara, la verdad
histórica objetiva no existe. “Podemos acercarnos a ella con nuestras
investigaciones, de acuerdo con los documentos, archivos o una excavación como
la que hacen los arqueólogos, pero hay elementos que nunca se conocerán, ni del
hombre prehistórico ni de la actualidad”; por ejemplo, no sabemos con precisión
cuántas personas murieron en la matanza de la Plaza de las Tres Culturas, en
Tlatelolco, en 1968; pudieron ser decenas o cientos.
Cualquier afirmación es subjetiva.
Tampoco sabemos genuinamente quién mandó matar al expresidente Álvaro Obregón,
en 1928, o quién estuvo detrás del asesinato del candidato a la presidencia
Luis Donaldo Colosio o de José Francisco Ruiz Massieu. “Se llega a cierto nivel
de verdad con la objetividad de los documentos y evidencias, pero el último
tramo es un pequeño o alto grado de invención”.
Además, cada nación tiene una historia
oficial; la japonesa, por ejemplo, no reconoce las atrocidades cometidas
durante el siglo XX en contra de sus vecinos coreanos, en primer lugar; y la
estadounidense habla de una “cesión de territorio” en el siglo XIX, cuando el
gobierno mexicano no cedió nada, sino que lo perdió por una derrota militar y
por lo establecido en el Tratado de Guadalupe-Hidalgo.
En el Día del Historiador, cuando se
conmemora la fundación de la Academia Mexicana de la Historia, cuya acta de
instalación se fechó en 1919, la mejor manera de celebrar a esos especialistas
“es que nos lean. La lectura de libros, artículos, textos en revistas de
divulgación es el mejor homenaje”, finaliza Villegas Revueltas.
FUENTE: UNAM