Francisco Morales                                

Agencia Reforma

Ciudad de México 29 octubre 2024.- Las historias de amor, por extraño que parezca, tienen también su lugar en las salas de los museos.

 Más aún cuando son protagonistas dos de los artistas que definieron al México del siglo pasado: el escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia (1928-1983) y la pintora inglesa Joy Laville (1923-2018).

 “Es una historia que no ha sido contada aún y que, al mismo tiempo, en el mundo del arte y la literatura, es una historia que todo el mundo platica y que está llena de anécdotas”, señala en entrevista la promotora cultural Cristina Faesler.

 Celebrada por amigos y colegas en las reuniones y las fiestas, pero jamás relatada de manera cronológica y coral, la relación de ambos creadores toma forma en el proyecto expositivo Jorge en Joy: Joy Laville y Jorge Ibargüengoitia, Una historia de amor.

 Una nueva forma de aquilatar, desde una mirada íntima, la obra de la pintora célebre por sus paisajes azules y evocadores, y del autor de libros fundamentales como Los relámpagos de agosto (1965), Las muertas (1977) y Los pasos de López (1982).

 En exhibición en el Museo de Arte e Historia de Guanajuato, en León, la exposición conmemora la complicidad afectiva e intelectual que nació en ese mismo Estado de la República, el natal de Ibargüengoitia, cuando Laville llegó a vivir a San Miguel de Allende en 1956.

 Varios años después de su llegada a México desde Canadá, sin hablar español y animada por la novela Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, la pintora conoció a su futuro esposo en la hoy extinta librería El Colibrí.

 Faesler, quien fue amiga de Laville y coordina este proyecto expositivo, cita de memoria las palabras de Ibargüengoitia sobre ese primer encuentro: “No puedo decir que estuviéramos enamorados, pero sí amarrados. Nos despedimos con la tranquilidad de quien se ha enfrentado a su destino”.

 Lo que siguió se cuenta en el museo a partir de 200 objetos, con más de un centenar de pinturas de la artista, una treintena de libros del escritor, imágenes del archivo fotográfico de ambos y hasta su álbum de bodas.

 Ante todo, lo que ahí se cuenta es la historia de un matrimonio que, en el mundo artístico, resulta inusual por la falta de egos involucrados y la colaboración mutua.

 “Muchas veces pasa, en las figuras así de importantes, que uno de los dos deja su vida por el otro, y aquí no es el caso para nada. En el momento en el que se conocen, cada quien continúa con su vida profesional y se vuelven no sólo una pareja que platica de eso, sino cómplices totales”, explica Faesler.

 Para muestra, ahí están las portadas de Laville para los libros de Ibargüengoitia, en las clásicas ediciones de Joaquín Mortiz, y la incasable labor de él por promover el arte de ella, convirtiéndose en su “mejor agente”.

 Este hecho presentó el reto a la exposición de poder mostrar, en igualdad de circunstancias y sin protagonismos, el trabajo del matrimonio, por lo que se convocó al artista visual y diseñador Alejandro Magallanes para crear la imagen del proyecto, al escritor Jorge F. Hernández para supervisar la parte literaria y al curador José Valtierra para hacerse cargo de la parte plástica.

 “Queríamos que se entendiera que la imagen y el texto se acompañan, y que en ningún momento el texto se volviera un pie de foto de la imagen, y la imagen no una ilustración del texto”, plantea Faesler.

 Entre fotografías ampliadas en las paredes, frases, columnas periodísticas y manuscritos de Ibargüengoitia, así como una detallada cronología de la pareja, las obras de Laville, que custodia la Galería de Arte Mexicano (GAM), guían este recorrido dinámico y entrañable.

 Desde ese momento en la librería El Colibrí, pasando por la vida de pareja en Coyoacán y luego en París, la historia no termina con el trágico accidente aéreo que acabó con la vida del escritor en 1983, cuando se dirigía a un encuentro literario organizado por Gabriel García Márquez.

 El duelo de Laville por la muerte de su esposo constituye uno de los momentos más sensibles de la exposición, cuando su paleta de azules se tornó negra y gris.

 “La ausencia total del color en una mujer en donde el color siempre estuvo presente, y la posterior hermosa recuperación de la vida, con una nostalgia hermosa de ese amor que vivió para siempre Joy”, relata Faesler.

 Abierta hasta febrero de 2025, con la intención de trasladarla a otros recintos, la muestra será complementada con un libro que, de igual manera, buscará ponderar en igual medida el trabajo literario de Ibargüengoitia y la obra plástica de Laville en el contexto de su amor.

 Echando mano del archivo generosamente prestado por el hijo de la artista, Trevor Rowe, el volumen expandirá la bibliografía y el material de la exposición, junto con textos de valoración de la obra de Ibargüengoitia y una serie de entrevistas a la pintora realizadas por Jorge F. Hernández.

 Lo mismo con textos apreciativos de la obra de Laville, el contexto del México al que llegó y entrevistas y anécdotas de la pareja contadas por amigos y colegas de ambos.

 El libro, que cuenta con la investigación documental de la poeta Carla Faesler y el diseño editorial de Magallanes, se plantea para ser presentado en el cierre de la exposición en Guanajuato.

 A poco más de 101 años del nacimiento de Joy Laville y a 41 de la muerte de Jorge Ibargüengoitia, la historia de amor que forjaron por fin recibe el protagonismo que merece.