· Con motivo del Día del Árbol, que se festejará el
13 de julio, Ivonne Olalde Omaña describe que ofrecen liberación de oxígeno,
regulación de la temperatura, retención de humedad, sombra y evitan la erosión,
entre otros servicios ecosistémicos
Los árboles en México viven dos situaciones
disímbolas: habitar en espacios urbanos “diseñados” por el ser humano, donde se
realizan plantaciones con poca o nula planificación; y el entorno en áreas
naturales, en el cual enfrentan problemáticas distintas como el cambio de uso
de suelo.
La Técnico Académico del Instituto de Biología de
la UNAM, Ivonne Olalde Omaña, asegura lo anterior y añade que “sin árboles, sin
vegetación, no existe vida; un suelo deforestado se pierde, y de ahí depende
nuestra alimentación y la de los animales. No hay que olvidar, incluso, que un
centímetro de suelo se forma cada mil años”.
A propósito del Día del Árbol, que se conmemora en
México el segundo jueves del mes de julio, y que en esta ocasión será día 13,
la bióloga por la Facultad de Estudios Superiores Iztacala recuerda que entre
los servicios ecosistémicos que brindan están: regulación de la temperatura,
retención de humedad, sombra, liberación de oxígeno, así como fungir como
barreras contra el viento y para evitar la erosión.
De acuerdo con el informe “State of the World´s
Trees” sobre el estado de conservación de los árboles del mundo del Botanic
Gardens Conservation International (BGCI, 2021), se cuenta con aproximadamente
60 mil especies a nivel mundial, de las cuales, por lo menos, una tercera parte
está amenazada con extinción, principalmente por cambio de uso de suelo.
Refiere también que hay tres mil 620 especies
arbóreas en México; sin embargo, el Instituto de Ecología A.C. estima que
pueden ser más de cuatro mil 200.
Adaptación
En cualquier sitio del país, el árbol idóneo es el
que crece en ese lugar de manera natural, pero también el que logra adecuarse,
aclara Ivonne Olalde.
La vegetación, incluidos los árboles, que se
desarrolla de manera natural en una zona, cuenta con millones de años de evolución
con los organismos del lugar. Por ello, las flores tienen el diseño para que
ciertos insectos lleguen a polinizarlas.
En ese sentido, cuando traemos un árbol exótico
desplazamos un ejemplar nativo y perdemos diversidad, riqueza biológica, y
además rompemos las interconexiones que hay entre los organismos, enfatiza la
experta universitaria.
“Lo miramos en ocasiones con las aves y las
mariposas, pero hay una infinidad de organismos que no vemos, por ejemplo en el
subsuelo, en la rizosfera, con bacterias, protozoarios, hongos, un universo de
organismos que tiene relación con esa planta que de manera natural estaría
ahí”, argumenta.
Sin embargo, en la ciudad no podemos decir: “vamos
a quitar todo lo que no es adecuado”. Eso no se puede hacer, los árboles que
están hay que tratarlos de manejar lo mejor posible, pero en los nuevos
jardines, parques, unidades habitacionales que se construyan deberíamos tener
la planeación de nativos y la especie adecuada para cada sitio; es un cambio
paulatino, esa debería ser la meta.
En la Ciudad de México tenemos fresnos, el árbol
más abundante en el Valle, el cual alcanza 25 metros de altura por 15 metros de
ancho. Es resistente y está bien ubicado en un parque, pero no en una banqueta,
señala la bióloga de árboles.
Para las banquetas, entre otras especies, tenemos la llamada Tronadora (Tecoma
stans), que es de la misma familia que las Jacarandas, pero es nativa, sus
flores son de color amarillo y alcanza cinco metros de altura; sería la más
adecuada para una acera, sugiere.
En la zona oriente de la Ciudad de México, donde
los suelos son más salados y hay problemas importantes de escasez de agua,
necesitamos especies más resistentes como acacias, mezquites, huizaches.
Mientras que para la Magdalena Contreras, donde aún hay montañas y corre un
río, podríamos colocar árboles que demanden más humedad, como los denominados
“huele de noche” (Cestrum nocturnum), encinos, salix (sauces) y una gran
variedad de salvias.
“Todos los gobiernos hablan de reforestaciones y de
sus planes de trabajo en los viveros de la ciudad. Los árboles y las plantas
tienen sus tiempos, no se ajustan a los sexenios o a las administraciones.
México es un país muy rico en encinos, tenemos más de 150 especies diferentes,
desde árboles muy grandes hasta arbustitos, pero son muy lentos para crecer,
tendrían que pasar ocho años para tener uno de tres, cuatro metros; entonces es
invertir a futuro”, asevera Olalde Omaña.