Por Edgar Hernández*
El brutal desgaste político de
Cuitláhuac aunada la carnicería desatada entre las tribus morenas y
prácticamente morir en la raya Rocío Nahle, por incumplida y corrupta, de la
noche a la mañana levantó los momios al cielo de Ricardo Ahued.
A este, que no es veracruzano
pero que la ley le permite serlo, le late el corazón más fuerte que nunca.
Y lo que son las cosas, sería el
gobernador el encargado de clavar el último clavo del ataúd que de origen
construyó para Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación para que al final fuera utilizado para la Nahle.
A la misma sepultura transitan
los morenos que ya mismo buscan la supervivencia en Ricardo Ahued Bardahuil,
quien ha mantenido hasta donde se ha podido su mejor imagen al alejarse de los
corruptos y dedicarse a chambear.
Que tiene sus malquerientes
-entre ellos el que esto escribe- en nada demerita su trabajo político que a
los ojos de una parte de la capital que gobierna es excelente.
Pero fundamentalmente su
presencia y capacidad para la gobernabildad es lo que más abona.
Gana por estar alejado de las
torpezas y venganzas de Cuitláhuac; gana por no ser cómplice de las permanente
violaciones de la ley del llamado “Bola 8” ya mismo bajo sospecha este día por
el accidente del líder local de los diputados, Juan Javier Gómez Cazarín; gana
en esa enemistas gestada por el abusivo sexual Manuel Huerta, quien se cree
candidateable, y gana por la división gestada por indeseables como Sergio
Gutiérrez Luna.
En el 2021 cuando el edil se
llevó la alcaldía de Xalapa, Ahued no pocos olvidan que se llevó la plaza 2 por
uno en histórica votación y que, a partir de diciembre de ese año, empezó a
tejer su entramado político conciliando con el rijoso Secretario de Gobierno,
Eric Cisneros ante quien no chisto luego de imponerle posiciones sustantivas en
su estructura de gobierno.
Tampoco peleó con el ñoño
gobernador so riesgo de que lo congelara y de gran acierto al mostrar
congruencia al exigir -barriendo para atrás- cuentas claras al antecesor
Hipólito Rodríguez quien con todo y la cara de menso que tiene, se llevó una
enorme tajada del millonario presupuesto del erario.
Poco gustó a los jalapeños, sin
embargo, que abriera 150 frentes de obra pública dejando a la capital
convertida en un maremágnum de mentadas de madre en su contra, pero al paso de
los días, de los meses y de los años, llegó la conformidad y a la vista de los
resultados, el reconocimiento a su trabajo.
Ahued es un hombre de mucha
chamba e impecable honestidad a quien miran los morenos con respeto a sabiendas
de que sus genes son priistas; se le reconoce que juega a que no sabe jugar a
la política y no se monta en escenarios mediáticos, pero sí los deja que le
lleguen y trae un buen staff de colaboradores algunos grillos controlados y
otros que esconden sus apetitos.
Ese es el Ahued quien se reúne en
lo oscurito con quien le interesa, a quien no se le han descubierto negocio
alguno, ni pendientes con aduanas o su paso legislativo y jamás ha sido visto
encimándosele al Peje, quien, sin embargo, lo observa.
López Obrador sabe que las
barajas se le acaban y lo último que quisiera que esta, que dice es su tierra
-aunque es tabasqueño- se pendiera a manos de la alianza PRI/PAN/PRD/MC.
Hará hasta lo imposible por
conservar este rico bastión, cuarta reserva electoral y preferirá echar a la
basura a candidatos perdedores, Nahle incluida, antes de devolver a la
oposición el poder, sobre todo hoy que está creciendo exponencialmente Pepe
Yunes, uno de los aspirante a la gubernatura por la Coalición, caracterizado de
honesto, sensible para la gobernabilidad y garante de la paz social.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo