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Científicos de Estados Unidos y el Reino Unido consiguieron, tras 12
años de investigación, mapear por completo ese órgano de una larva de la mosca
de la fruta
Rafael Paz y Fabiola
Méndez
Uno de los
grandes anhelos de la neurobiología se logró: conocer por completo un cerebro.
La
investigación –titulada The connectome of an insect brain– fue
realizada por un grupo de científicos provenientes de diversas organizaciones
de Estados Unidos y el Reino Unido –entre las que se encuentran la Fundación
Nacional de Ciencias, los Institutos Nacionales de Salud, el Instituto Médico
Howard Hughes, el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes
Cerebrovasculares, y el Consejo Europeo de Investigación– fue publicada en la
revista Science y tiene como protagonista a la larva de una
mosca.
Según los
resultados, el cerebro de esta especie, conocida como Drosophila
melanogaster, está conformado por 3,016 neuronas y hay unas 548,000
conexiones entre ellas.
El modelo por
excelencia
Rafael Riesgo
Escovar, investigador del Instituto de Neurobiología (INb), colecta desde hace
25 años cepas de la mosca de la fruta. Hasta el momento ha registrado mil 500,
en lo que constituye el banco más grande del país.
El
universitario considera que este mapa “será el inicio de una revolución” y
ofrecerá muchos caminos de investigación en el futuro:
“Eligieron
usar el cerebro más sencillo, el de la larva, pero es un orden de magnitud
mayor de lo que se había intentado antes. Ésta presenta muchos comportamientos,
responde a muchos estímulos; se pueden hacer pruebas luminosas, gustativas,
olfatorias, también sensitivos –de dolor– y es capaz de aprender, porque tiene
memoria de corto y largo plazos. A pesar de que es un sistema nervioso
sencillo, hasta cierto punto, de todas formas es muy sofisticado, puede hacer
muchas cosas. La mosca ha sido el modelo genético por excelencia en los últimos
100 años”, señaló Riesgo Escovar.
“Muchos genes
se llaman con el nombre que se les dio en la mosca y así se denominan también
en humanos porque tenemos los mismos genes, compartimos algo así como el 62 %
de los genes, o sea un montón.”
Uno de los
hallazgos presentados en la publicación es que se encontró en el cerebro de la
larva una integración multisensorial e interhemisférica omnipresente, además de
“una arquitectura altamente recurrente, abundante retroalimentación de las
neuronas descendentes y múltiples motivos de circuitos novedosos”.
La
arquitectura cerebral identificada por medio del estudio proporcionará, de
acuerdo con los involucrados, una base para futuras investigaciones
experimentales y teóricos de los circuitos neuronales de otros seres vivos.
Es una
reflexión que comparte Juan Rafael Riesgo Escovar, quien añade que esta
proyección a futuro incluye a los nuevos modelos de inteligencia artificial:
“Lo que se
está intentando hacer ahora con algoritmos de inteligencia artificial la
naturaleza ya lo inventó hace muchos años. Nos servirá para poder mejorar esos
circuitos, tomando en cuenta lo que se ha estado haciendo, ver cómo están
conectados y cómo funcionan las neuronas, y de ahí tomar ideas para traducirlo
a circuitos”.
“Va a tener un
impacto muy fuerte en lo que llaman deep learning. Está muy de moda
ChatGPT, que hace cosas más o menos parecidas a lo que haría un humano, puede
redactar textos y todo tipo de cosas. Ellos se van a ver beneficiados al
entender mejor cómo funciona un cerebro que es funcional”, aventuró el
investigador universitario.
A pesar de lo
significativo de este avance, la posibilidad de realizar un mapa similar del
cerebro humano en el corto plazo es complicada, ya que mientras la larva cuenta
con poco más de 3,000 neuronas, nuestra especie rebasa los 1,000 millones.
FUENTE: UNAM