Entrevista a Daniel Innerarity
“El alarmismo
populista es tan sospechoso como la frivolidad tecnocrática”, escribió Daniel
Innerarity en el libro La humanidad amenazada: gobernar los riesgos
globales.
Al respecto,
en entrevista, detalla que “el gran problema que tienen las sociedades y las
democracias contemporáneas es que hay quienes gestionan el principio de
realidad sin hacer mucho caso a las dimensiones normativas y de legitimación, y
otros que, por el contrario, únicamente atienden las aspiraciones, los deseos,
pero no tienen ninguna presión hacia la realidad”.
Innerarity,
catedrático de filosofía política y social, investigador Ikerbasque en la
Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática,
participa en el Coloquio Internacional La humanidad amenazada: ¿quién se hace
cargo del futuro?, que se realizará a partir de hoy y hasta el 28 de abril en
la UNAM y en el que participan 36 especialistas de 11 países (18 hombres y 18
mujeres).
El objetivo
del evento es analizar la vulnerabilidad de las sociedades; avanzar en el
entendimiento común sobre las complejidades de nuestro mundo, caracterizado por
conflictos geopolíticos y guerras constantes; las crisis climática y económica;
la reciente pandemia; los factores que socavan la solidaridad y la confianza y
los derechos humanos.
El origen de
este encuentro, cuenta Innerarity, se remonta al año 2010, “cuando tuvo lugar
en San Sebastián un coloquio con este título precisamente, que organizamos
Javier Solana, que acababa de ser representante de política exterior de Europa,
y yo”.
Aquel evento
tuvo mucha resonancia, acota, “publicamos un libro en castellano, en inglés, en
francés, en portugués. Lo que ha pasado es que los acontecimientos posteriores,
y especialmente la continuación de las crisis económica y climática, la
pandemia, no han hecho más que confirmar la oportunidad de aquella reflexión”.
Este coloquio volverá a examinar “si efectivamente vivimos en una sociedad en
la que el futuro es algo amenazante, en peligro, que debe ser protegido, de
qué, por quién, de qué modo”.
En la
introducción del libro La humanidad amenazada: gobernar los riesgos
globales, Innerarity señala que “para quien ha crecido en los miedos de los
años 70 y 80 del siglo XX (límites del crecimiento, amenaza nuclear, crisis
económica, escasez de recursos…), la palabra ‘progreso’ suena de una manera
frívola”. Sobre esta reflexión escrita en 2011, el titular de la Cátedra
Inteligencia Artificial y Democracia del Instituto Universitario Europeo en
Florencia indica que “seguramente hemos vivido casi durante 200 años con la
idea de que la historia tenía un curso lineal, en el cual podía haber avances;
había gente que quería ir hacia adelante y quienes querían detenerlo e ir hacia
atrás”.
Considera que
es un planteamiento demasiado simple, “y seguramente esta asociación de crisis
en las que estamos nos han puesto de manifiesto que no se trata de proseguir la
modernidad, la racionalización y la técnica de la misma manera que lo estábamos
haciendo hasta ahora. Ni tampoco podemos interpretar todas las resistencias a
ello –que pueden ser de derechas o de izquierdas, afanes proteccionistas,
incluso también nostalgias por lo local– como algo que deba despreciarse, sino
que más bien hay que ver cómo lo integramos en la ecuación de la solución de
nuestros problemas. Sólo así la idea de progreso, como uno que integra diversas
dimensiones de lo humano, seguirá teniendo sentido”.
El miedo
Los actores
políticos no hacen otra cosa que meter miedo respecto de cosas diversas,
afirma. “Hay quien tiene miedo a que haya demasiada innovación, y que sea
destructiva del empleo o de la naturaleza; y hay quien, en el otro caso, teme
que haya falta de creatividad, de innovación, de desarrollo, de
experimentación. ¿Cuál opción es la mejor? Bueno, tal vez podría decir en qué
sentido una es mejor que otra, pero a final de cuentas me parece que las dos
tienen una parte de razón: el miedo no es necesariamente irracional”.
La gestión
La dificultad
no es la teoría, ni siquiera el análisis o la voluntad política, dice. “Es la
implementación en un contexto en el que hay muchísimos intereses en litigio.
Tenemos que frenar el cambio climático, vale. Muy bien, podemos estar todos de
acuerdo en Río, en París, en Edimburgo. Ahora vamos a ver cómo se distribuyen
los costes de esto, porque en Europa hemos contaminado muchísimo, y
probablemente tengamos una tecnología que nos permite avanzar muy rápido en la
descarbonización, por poner un ejemplo. Y mientras otros países, de distintos
lugares del mundo, han contaminado menos y no disponen de una tecnología que
les permita hacer esa descarbonización tan rápidamente”.
Concluye que
“no es cuestión de que nos escuchen, nos hagan caso o a los informes de los
científicos… El asunto es: vamos a una negociación, y eso cómo se implementa de
tal forma que mis intereses, o lo que yo entiendo por tales, sean compatibles
con los tuyos y con los de los otros”.
FUENTE: UNAM