• Lu Ciccia indica que el Día Internacional de la
Visibilidad Trans, que se celebra el 31 de marzo, es un llamado a modificar
nuestras prácticas sociales
• Reconoce que en la UNAM, a través de la CIGU, se realiza un trabajo
importante en la materia
Vivimos en una sociedad
transfóbica y transodiante que resta derechos y seguridad a las personas del
colectivo trans, lo cual genera discriminación, acoso y, en ocasiones,
violencia, además de escasas políticas de inserción social que se vinculan con
la falta de acceso a servicios de salud, educación, empleo y vivienda. “Son
personas en condiciones de vulnerabilidad a quienes, por supuesto, les afectan
esos escenarios”, afirma la especialista del Centro de Investigaciones y
Estudios de Género (CIEG), de la UNAM, Lu Ciccia.
La
investigadora universitaria especifica que para determinar si esta minoría
sufre desigualdad, es necesario comprender que se trata de un tema en el que
existe una multiplicidad de identidades, de personas que se enuncian con
pronombres femeninos, masculinos y/o neutros; todas las personas, además,
tenemos otros ejes que atraviesan nuestra experiencia, relacionados con la
clase social, raza, edad, orientación sexual y discapacidad, por ejemplo.
Cuando decimos población trans, tenemos que considerar la heterogeneidad de
experiencias hacia dentro de dicha población.
En
ocasión del Día Internacional de la Visibilidad Trans, que se conmemora el 31
de marzo, Ciccia reconoce en entrevista que la Ciudad de México tiene una ley
de identidad de género, eso implica que las personas trans accedan a un cambio
legal de sus documentos personales (nombre y género de acuerdo con su
identidad), por medio de un trámite administrativo.
La
especialista en Diversidad sexual y políticas de la identidad precisa que
existen otros retos para esta comunidad: cuando alguno, alguna o algune, busca
acceder a tratamientos hormonales y quirúrgicos los servicios de salud
solicitan una evaluación psicológica. “Pareciera que es necesario asegurar un
estado mental que garantice que pueden acceder a esos procedimientos, eso es
patologizante porque en general se piensa que las personas trans tienen
problemas psicológicos”.
Y
aunque podrían padecer problemas de depresión, no es que ser trans cause
naturalmente estados depresivos, sino que este hecho se explica por la
marginalización, la violencia y discriminación de que son objeto. En
definitiva, no debe sorprendernos puesto que se viola sistemáticamente sus
derechos, recalca.
Debemos
dejar de patologizar y empezar a normalizar la vivencia trans, romper con la
lectura esencialista que tenemos de esa identidad. Si existe algo que impida
que normalicemos la experiencia trans, “es que seguimos creyendo que una
genitalidad determina el género de una persona. Cuando decimos que alguien con
vulva es mujer, no estamos diciendo que nació mujer, sino que le asignan esa
categoría sobre la base de su genitalidad, y se identifica aún con ese género”,
plantea.
Si
bien es fundamental y necesaria la existencia de una ley que garantiza los
derechos de la población trans, no es suficiente para cambiar el imaginario
social que tenemos de estas personas, es decir, “pensar que son individuos con
problemas psicológicos, anormales o enfermos, gente disfrazada que carece de
una identidad auténtica; es básicamente el resultado de desconocer lo que
implica una vivencia trans e ignorar que todos los días padecen los obstáculos
y violencias de una sociedad transodiante”, señala.
Plantea
que “no podemos quedarnos en esa ley, hace falta aparejarla con un cambio
cultural en torno a cómo estamos entendiendo la experiencia trans”.
Las personas trans son auténticas, igual que las personas cis: nadie nace con
una identidad de género, la identidad es relacional, no un estado interno
individual, no hay genes ni cerebros que definan quién soy, apunta.
En
este contexto considera que la Coordinación para la Igualdad de Género de la
UNAM realiza un trabajo “bestial, increíble, maravilloso; de hecho, elaboraron
la primera consulta universitaria sobre las condiciones de la comunidad
LGBTIQ+, para determinar cómo vive esta población en la Universidad. Gran parte
de la deuda que tenemos como comunidad universitaria es con las vivencias trans
dentro de la institución”.
El
reconocimiento legal de una persona trans, como ocurrió en 2021 con la
estudiante de Economía, Sofía Pastrana, es un paso fundamental, en primer
término, para que se respete, por ejemplo, el acceso de esa persona a los
baños, porque también ese es un problema en la Universidad; implica una
legitimidad y un respaldo institucional para que puedan estar en un ámbito
académico seguro, en el que sea respetada esa identidad.
La
conmemoración de esta efeméride, prosigue, es necesaria para visibilizar las
violencias que llevan a la muerte a través de los discursos transodiantes, esas
desigualdades y violencias que continúan con relación a nuestra identidad de
género. Este día es un llamado urgente a modificar nuestras prácticas sociales,
una necesidad de romper con los obstáculos que impiden una mejor calidad de
vida para esta población. Cabe señalar que este año está dedicada a la
sensibilización en contra de la discriminación hacia estas personas en el
mundo.
De
acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, las personas trans representan
de 0.3 por ciento a 0.5 por ciento de la población mundial. En México,
información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía refiere que 5.0
millones de personas de 15 años y más se autoidentifican con una orientación
sexual e identidad de género LGBTI+.
Además,
la Organización de los Estados Americanos precisa que en nuestro país el
reconocimiento pleno de la identidad de género es obligación compartida entre
los diferentes órdenes de gobierno. En 2015 la Ciudad de México fue la primera
entidad federativa en adoptar una legislación para el reconocimiento de la
identidad de género autopercibida; 17 más aprobaron prácticas o legislación en
la materia.
FUENTE: UNAM