• El
trasplante más importante en México y el mundo es el de riñón, destaca Dante
Amato Martínez, con motivo del Día Mundial del Trasplante de Órganos y Tejidos,
que se celebra el 27 de febrero.
En México, de acuerdo con datos de la
Secretaría de Salud, a finales de 2021 había 22 mil 859 personas en lista de
espera para recibir un órgano o tejido. De ellas, 17 mil 299 solicitaban un
trasplante de riñón; cinco mil 259 de córnea; 238 de hígado; 54 de corazón; y
nueve más requerían dos órganos.
Según el
Observatorio Mundial de Donación y Trasplante (GODT, por sus siglas en inglés),
cada año se realizan más de 100 mil procedimientos de riñón en el orbe, frente
a los más de cinco millones de pacientes que se someten a diálisis anualmente.
La enfermedad renal crónica tiene una prevalencia mundial de 9.1 por ciento; se
calcula que provoca 1.2 millones de muertes anuales y la pérdida de 35.8
millones de años de vida.
El profesor de la carrera de Médico Cirujano de
la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, de la UNAM, Dante Amato Martínez,
considera que para numerosas personas es la única alternativa para salvar su
vida ante enfermedades como insuficiencia cardiaca, cirrosis, falla hepática
aguda grave, cáncer de hígado e insuficiencia renal, entre otras. No obstante,
el más frecuente en México y el mundo es el de riñón.
El nefrólogo precisa en entrevista que datos
del GODT indican que de los dos mil 143 que se realizaron en el país en 2021,
prácticamente todos fueron de riñón; es decir, mil 974 (92 por ciento);
mientras que de hígado solo 135 (seis por ciento); 26 de corazón y seis de
pulmón. No hubo ninguno de intestino delgado, ni de páncreas.
En ocasión del Día Mundial del Trasplante de
Órganos y Tejidos, que se conmemora el 27 de febrero, el especialista
universitario refiere: aunque durante el confinamiento por la pandemia de la
COVID-19 esta actividad médica disminuyó a nivel global, se recuperó y crece en
13 por ciento.
Estados Unidos y España son “los campeones
mundiales de trasplante”. En 2021, EUA efectuó 25 mil 490 trasplantes renales;
Brasil, cuatro mil 559; España, dos mil 950. En Argentina –cuya extensión
territorial es más grande que la de México, pero con una población menor– se
tuvieron mil 237 y en nuestro país mil 974. De ellos, 475 fueron de cadáver y
mil 499 de donantes vivos.
Si se toma en cuenta la población de los cinco
países mencionados, en EUA se llevaron a cabo 76.57 trasplantes renales por millón
de habitantes (pmh); España, 63.37 pmh; Argentina, 27.13 pmh; Brasil, 21.3 pmh;
y en México solamente 15.15 pmh.
En nuestra nación, de las dos posibles fuentes
de donación de riñón, la mayor parte proviene de donadores vivos y, en menor
proporción, de cadáveres. Por lo general se trata de personas que deciden darle
uno de sus riñones a un familiar, a un amigo o a un conocido. Situación
contraria ocurre en España, donde la fuente principal es de cadáver, debido a
que su legislación permite disponer de los órganos de la mayoría de los seres
humanos que fallecen en esa nación.
“En ese país se tienen aproximadamente ocho
donaciones de cadáver por cada donación de persona viva. También en Estados
Unidos, Argentina y Brasil la mayor parte de los riñones trasplantados proceden
de donadores cadavéricos; nosotros somos los únicos que vamos al revés, a
contracorriente, pues la mayor parte de los trasplantes de riñón son de
donantes vivos, y solo uno de cada cuatro trasplantes proviene de gente
fallecida, cuando esta última debería ser la fuente principal de disposición de
órganos”, añade el universitario.
Propuestas
Al afirmar que la lista de espera de pacientes
para recibir un órgano es por lo menos del doble del número de unidades
funcionales disponibles, Amato Martínez considera que para incrementar la
cultura de donación convendría contar con una legislación similar a la de los
españoles, en ella se asume que si un individuo falleció y no manifestó su
deseo de no donar sus órganos al morir, se considera que sí acepta la donación.
“Pero aquí, en México, hay que pedir permiso a los deudos, quienes en su
mayoría se negarán”.
Indica que México cuenta con la infraestructura
necesaria para la práctica de trasplantes –casi 100 centros–, así como con los
trasplantólogos, muchos de ellos reconocidos por sus pares a nivel mundial. Sin
embargo, es bajo el número de procedimientos.
También existen otros problemas graves, por
ejemplo cuando un paciente llega a la etapa de insuficiencia o enfermedad renal
crónica, para continuar con vida debe recibir un tratamiento de reemplazo de la
función renal. Para ello existen diferentes alternativas como diálisis
peritoneal o hemodiálisis, y el trasplante. Sin embargo, este es más costoso
que la diálisis, pero si se considera la relación costo/beneficio, es mucho más
conveniente.
Es importante, prosigue, brindar apoyo a las
personas que reciben un riñón, pues además de tratarse de intervenciones
quirúrgicas complejas y caras, los pacientes trasplantados deben tomar
inmunosupresores, medicamentos que también son costosos.
Además, si se compara la calidad de vida que
tiene un paciente que se dializa, contra la de uno trasplantado, “la diferencia
es como la del día y la noche, la calidad de vida de quien ha recibido un riñón
es mucho mejor”.
Plantea que un donador cadavérico puede salvar
la vida de cinco a siete personas, a través de la donación de su corazón,
pulmones, hígado, páncreas, riñones e intestino delgado, entre otros. La piel,
huesos, médula ósea y córneas son tejidos también trasplantables. Una persona
viva, después de una serie de exámenes médicos, puede donar un riñón o un
segmento de hígado, por ejemplo.
Es fundamental realizar campañas continuas de
donación de órganos y tejidos, por parte del gobierno y también de
organizaciones no gubernamentales. “Todo el año deberíamos hacer labores
educativas y de convencimiento para aumentar el número de donantes, falta mucho
trabajo por hacer”. Es un acto de solidaridad permitir que algún niño o adulto
recupere la salud y pueda conservar la vida mediante la recepción de un órgano,
concluye.
Fuente: UNAM