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En
la Facultad de Psicología trabajan en el tratamiento del Síndrome de Asperger
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Es
un trastorno del espectro autista caracterizado porque los pacientes presentan
problemas sociales y de comunicación
Por: Laura Lucía
Romero Mireles
Alrededor de 0.5
por ciento de la población mundial padece el Síndrome de Asperger, es decir, 40
millones de pacientes, aunque faltan estudios para tener un número preciso,
afirma el académico de la Facultad de Psicología (FP), Fructuoso Ayala
Guerrero.
De acuerdo con la
Secretaría de Salud federal, en México alrededor de 120 mil pacientes viven con
esta condición; aproximadamente la mitad de ellos llega a la edad adulta sin
diagnóstico.
En el Laboratorio
de Neurociencias de la FP se implementa un método consistente en la
estimulación del cerebro: después de una valoración neuropsicológica, de
atención, aprendizaje, memoria, etcétera. Los participantes reciben
estimulación magnética transcraneal para mejorar su condición. La meta es que
se sume como otro tratamiento.
Los interesados en
participar en el proyecto pueden acudir al Laboratorio de Neurociencias situado
en el sótano del edificio C, de la Facultad de Psicología, o escribir al correo
electrónico fayala@unam.mx para solicitar más información.
El Síndrome de Asperger
es un trastorno del espectro autista que se caracteriza porque los pacientes
presentan problemas sociales y de comunicación, en el lenguaje y en la
conducta, explica el especialista en ocasión del Día Internacional del Síndrome
de Asperger que se conmemora el 18 de febrero.
“Se aíslan, tienen
una mente rígida y no entienden el lenguaje figurado; si les dices que está
lloviendo a cántaros, ellos creen que efectivamente el agua cae de esos
recipientes. Lo entienden literalmente”, detalla.
En la actualidad,
aclara el universitario, “tiende a desaparecer el término de Asperger para
quedar como nivel 1 del trastorno del espectro autista”. El término autismo
proviene del griego autôs que significa “propio” o “uno mismo”, porque los
pacientes se aíslan y tienen conductas repetitivas; se “encierran” en una tarea
que les interesa y no pueden salir de ahí.
Tampoco entienden
las intenciones y sentimientos de las otras personas, quienes utilizan, además
del lenguaje hablado, el corporal, por ejemplo, una mirada o una sonrisa.
Ayala Guerrero
refiere que el origen del síndrome podría ser hereditario, o desarrollarse en
el útero durante el proceso de gestación, también podrían intervenir factores
medioambientales que alteren el neurodesarrollo; por ejemplo, mujeres con
epilepsia y embarazadas que toman fármacos antiepilépticos durante la gestación
pueden alterar el desarrollo cerebral de su bebé. En este sentido, el ácido
valproico se ha relacionado con niños con un trastorno del espectro autista.
La interacción y
sus implicaciones
El científico
explica que en el Laboratorio de Neurociencias de la FP, a su cargo, se ha
desarrollado un modelo animal que consiste en administrar ese fármaco en ratas
durante los primeros días de gestación, de manera que las crías al nacer tienen
alteraciones parecidas a los pacientes humanos, problemas de comunicación y, en
ocasiones, malformaciones.
Asimismo, se ha
observado que si son estimuladas y crecen en un medio enriquecido, es decir,
conviven con otras ratas, corren en juegos mecánicos, etcétera, sus daños son
significativamente menos graves. Las que se mantienen aisladas presentan
problemas de memoria, incluso malformaciones en cara y patas. Por ello, la
recomendación para las personas con Asperger es tener una estimulación
constante que les ayude a mejorar los síntomas.
El investigador
argumenta que el cerebro genera energía eléctrica, la cual se manifiesta en
forma de ondas de frecuencia y amplitud variable. En la región sensitivomotora,
ubicada en la parte central frontal del cerebro, se registran las ondas MU; en
una persona sin Asperger se presentan cuando está relajada y tranquila, pero
desaparecen cuando se mueve u observa que otros lo hacen, lo cual indica que
somos capaces de leer las intenciones de los demás. En alguien que lo tiene las
ondas MU desaparecen sólo cuando él mismo realiza el acto; es decir, no
entiende las intenciones de los otros.
Ese tipo de ondas
son importantes para la comunicación. Sin hablar podemos comprender al otro, al
observarlo, por su expresión; por eso estos pacientes tienen problemas de tipo
social, en la escuela, el trabajo, etcétera.
Muchas veces el
diagnóstico de este síndrome se conoce después de los cuatro años de edad,
cuando los síntomas se vuelven más notables y la familia se da cuenta de que el
pequeño no puede comunicarse adecuadamente; no obstante, desde antes es posible
detectarlo. “Si la madre nota que el bebé no se comunica por medio de la
mirada, la desvía o no reacciona ante ella con una sonrisa, podrían ser señales
de que algo no funciona de forma adecuada”.
Entre más temprano
se busque la ayuda de un especialista, es mejor porque se empieza de forma más
temprana la terapia y se aprovecha la plasticidad cerebral, es decir, la
capacidad de ese órgano para modificar sus conexiones neuronales, y propiciar
que las habilidades del pequeño sean más eficientes.
Como parte del
tratamiento para este síndrome, hay distintos tipos de terapia o estimulación,
de acuerdo con los síntomas de cada persona; por eso, debe ser individualizada,
“porque cada paciente es diferente”, estima.
Además, puede
proporcionarse un tratamiento cognitivo conductual para controlar otros
problemas del estado de ánimo, como la ansiedad; también prescribir fármacos,
“pero hay que tener muchas precauciones porque pueden tener efectos colaterales
nocivos. Se debe buscar un balance entre éstos y la terapia”.
Se aíslan, tienen
una mente rígida y no entienden el lenguaje figurado; si les dices que está
lloviendo a cántaros, ellos creen que efectivamente el agua cae de esos
recipientes. Lo entienden literalmente”
Importancia del
sueño
Ayala Guerrero
recalca la importancia de que los pacientes tengan calidad del sueño y evitar
que sea fragmentado. En este sentido, recomendó tener en cuenta las reglas de
higiene respectivas: acostarse y levantarse a la misma hora, evitar luz y
ruido, tener una temperatura adecuada constante en el lugar donde duermen, así
como no ingerir bebidas excitantes como café y refrescos de cola, entre otros.
“Los que duermen mejor, controlan mejor sus síntomas; los que no lo hacen,
presentan problemas de aprendizaje, memoria y se altera su sistema
inmunológico”.
Este síndrome,
aclara el especialista, afecta a los pacientes y a toda la familia, en
particular, a las mamás, porque ellas los cuidan y en ocasiones tienen que
abandonar sus actividades laborales.
El Día Internacional
del Síndrome de Asperger se conmemora desde 2007 en la fecha que coincide con
el aniversario del nacimiento de Hans Asperger, psiquiatra austriaco que
describió por primera vez el trastorno en 1943.
Fuente: UNAM