Alberga la colección pública en arte contemporáneo más grande
del país, con 2 mil 126 obras producidas por 364 artistas a partir de 1952 y 40
fondos documentales
El Museo
Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) fue inaugurado el 24 de noviembre de
2008 en el Centro Cultural Universitario como uno de los proyectos culturales
más importantes del presente siglo en México. Con la misión de coleccionar,
preservar, investigar, exhibir y difundir arte contemporáneo, alberga la
colección pública en la materia más grande del país, con 2 mil 126 obras
producidas por 364 artistas a partir de 1952 –año en el que se inauguró Ciudad
Universitaria– y 40 fondos documentales.
Su edificio, impactante por
dentro y por fuera, una obra de arte en sí mismo, fue diseñado por el arquitecto
Teodoro González de León. Cuenta con nueve salas de exhibición en tres mil 300
metros cuadrados. Además, en el contexto de la pandemia el museo inauguró su
Sala10 Virtual, que es una plataforma para piezas de video, así como nuevos
proyectos y exposiciones digitales.
Hasta el día de hoy, un total de
seis millones 247 mil personas han visitado las 178 exposiciones presenciales
que se han montado en estos tres lustros, de algunos de los artistas más
destacados de los siglos XX y XXI en el mundo, como Anish Kapoor, Ai Weiwei,
Yves Klein, Joseph Beuys, Cildo Meireles, Cai Guo-Qiang y Andrea Fraser; de
figuras mexicanas internacionalmente reconocidas como Manuel Felguérez, Helen
Escobedo, Vicente Rojo, Melquiades Herrera, Teresa Margolles y Carlos Amorales;
así como de los creadores radicados en nuestro país Melanie Smith, Jan Hendrix
y Francis Alÿs.
Y la lista continuará en el
futuro, en grande.
El museo nació bajo la dirección
de la historiadora del arte y gestora cultural Graciela de la Torre, su titular
hasta 2020, y desde entonces es encabezado por la curadora e historiadora del
arte Amanda de la Garza. Sus curadores en jefe han sido Olivier Debroise,
Guillermo Santamarina, María Inés Rodríguez y, a partir de 2014, Cuauhtémoc
Medina.
Como referente del arte visual a
nivel mundial, el MUAC es uno de los mejores museos de arte contemporáneo.
Forma parte de un circuito en el que se encuentran reconocidas instituciones de
Europa y Norteamérica, como el Tate Modern de Londres, el MoMA de Nueva York y
el Museu d’Art Contemporani de Barcelona.
Francis Alÿs, arquitecto y urbanista
Francis Alÿs: Juegos de niñxs 1999-2022 es
la propuesta con que el MUAC da inicio a esta celebración, de la mano de uno de
los artistas que, a lo largo de tres lustros, ha mantenido una presencia y un
diálogo constantes con el recinto universitario que custodia, entre otras,
piezas suyas como El colector (1990-1992), el
archivo de los dibujos-patrones The Liar, the Copy of the Liar, así
como el video Zócalo (1999-2017), el cual muestra un reloj de
sol que se forma con el asta bandera de la Plaza de la Constitución de Ciudad
de México.
Obras como éstas se han presentado en los recintos más
importantes del mundo, entre ellos el Guggenheim de Nueva York, el Centro
Pompidou, en París, o la feria Documenta, en Kassel, Alemania. Una trayectoria
por las cimas del arte actual que dio inicio en México, ciudad en la que el
arquitecto y urbanista llegó por primera vez en 1986, como parte de un programa
de apoyo a víctimas del terremoto de 1985.
Poco después, Alÿs regresaría para quedarse e iniciar un nuevo
camino en las artes visuales, una producción en la que el MUAC ha sido un
receptáculo y aliado natural, exponiendo el trabajo del artista en exhibiciones
individuales y colectivas. En palabras de Cuauhtémoc Medina: “Este es el
cumplimiento de una cita, la gran exposición de Francis Alÿs en el Museo
Universitario Arte Contemporáneo”.
Para Francis Alÿs (Amberes 1959), los juegos de calle que
practican niños y niñas alrededor del mundo son un universo subterráneo que la
modernidad ha puesto en peligro de extinción: las carreras de caracoles, en
Bélgica; la guerra de bolas de nieve, en Suiza; intrincados saltos de cuerda,
en Hong Kong; la matatena –juego que data de hace unos tres mil años– improvisada
con piedras, en África; o el juego de las sillas en una comunidad rural del
Oaxaca, México.
El juego, dice Alÿs, es el territorio en el que la niñez,
desde su propio mundo y con sus propias reglas, hace política: negocia, se
adapta, dialoga con su realidad y su contexto. “Es la manera que tienen los
niños de enfrentar la realidad que encuentran. Mientras los adultos hablan para
procesar sus emociones, sus traumas, los niños juegan […] El juego es como un
contrato no hablado entre ellos”.
Este territorio compartido, una forma de tradición de la
memoria que ha cruzado fronteras, es registrado con urgencia por el artista,
quien advierte una desaparición acelerada: el juego que se juega con el cuerpo
en el espacio es desplazado por los dispositivos electrónicos y las redes
sociales, la invasión de los automóviles o el recelo de los padres ante la
inseguridad, que priva a sus hijos de recrearse en lugares públicos.
El artista belga, afincado en Ciudad de México, comenzó en
1999 a registrar en video los juegos de los patios y las calles de diversas
latitudes. Pero fue hasta 2008 que continuó esta práctica artística con la idea
de conformar un archivo. Es así como surge Juegos de niñxs, una serie aún en
proceso, que constituyó uno de los hitos de la 59 Bienal de Venecia en el
Pabellón de Bélgica.
Bajo la curaduría de Cuauhtémoc Medina y Virginia Roy, la
exposición Francis Alÿs: Juegos de niñxs 1999-2022 está
integrada por 27 piezas de video y dos pinturas que se exhiben del 11 de
febrero al 17 de septiembre en el MUAC, después de presentarse en formatos
diversos por ciudades de Asia y Europa. “Somos los primeros en exhibirla en las
Américas”, comenta Medina.
“Será una de nuestras exposiciones más importantes del año.
Con ella iniciamos la celebración de los 15 años de la fundación del MUAC”,
destaca la directora del museo, Amanda de la Garza.
Lúdica obsesión
La obsesión de Alÿs con el juego es cosa de siempre, cuenta el
artista durante la presentación de la muestra, en conferencia previa a su
apertura. Uno de sus primeros guiños se remonta a El colector (1990-1992) un
perrito magnético con el que evocó un juego de infancia. “Jugaba de niño
jalando un imán por las calles y por el patio de la escuela; los juegos per se y
su mecánica siempre han sido muy importantes en mi obra”.
El artista belga considera que el grado de desarrollo de un
país o de su enclave social no es determinante en los mecanismos del juego: los
hay comunes en diversas latitudes y estratos, como la rayuela, el resorte –más
practicado por las niñas– o el avión: esa alegoría del tránsito del infierno al
paraíso, y de vuelta, a través de la Tierra.
Si bien la práctica de Alÿs comenzó como un registro puro del
juego, con el tiempo la cámara se abrió para mirar los contextos. La
documentación de una tradición, en el presente, se convirtió en el cometario de
un escenario social, político, económico y cultural más amplio: un compendio de
maneras en que los niños integran a su realidad, realidades adultas,
registradas con una mirada antropológica.
“No juzgo”, asegura el artista. Así en la ciudad iraquí de
Mosul, en donde el régimen del Estado Islámico impuso, entre una serie de
prohibiciones (haram), la del uso de balones de futbol por considerarlo un
deporte occidental, una palomilla organiza una “cascarita”. “El partido se
jugaría increíblemente con un balón imaginario. La ausencia de una pelota se me
hizo extremadamente confrontativa con lo que esos niños vivían. Esto fue
filmado en el mes de la liberación de Mosul”.
Fuente UNAM.