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El
crítico e investigador universitario recibirá el Reconocimiento Danza UNAM 2022
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29
de enero, Sala Miguel Covarrubias
Por: María Eugenia
Sevilla
Foto: cortesía
Gabriel Ramos.
Alberto Dallal
(CdMx, 1936) el amor a la danza le entró por los pies. Cuenta que era un niño
cuando acompañaba a su madre a hacer diligencias en comunidades apartadas a lo
largo y ancho del país, y quedó impactado al ver que los chicos con quienes
jugaba a la roña o a los encantados lo hacían todo descalzos: correr, andar por
las carreteras y, más tarde, bailar.
“Me dio curiosidad
cómo hacían todo como si trajeran zapatos y supe que tenían una capacidad extra
en los pies, y empecé a admirarlos”, narra quien se convirtió, al paso de los
años, en un edificio de la investigación y la crítica dancística en México,
cuya trayectoria de seis décadas recibirá el Reconocimiento Danza UNAM 2022.
De regreso en
casa, en la colonia Guerrero, quería hacer todo descalzo. “Era yo el loquito
que se quitaba los zapatos para jugar en el recreo”.
En secundaria
jugaba frontón, a mano y con los pies desnudos. De joven lo practicó en las
canchas de la que sería su casa toda la vida, la recién inaugurada Ciudad
Universitaria, con las plantas curtidas: “No me quemaba el calor del suelo, ni
se metían las piedras entre los dedos. Cuando tuve amigos con auto les decía:
me bajo y te encuentro tres kilómetros adelante, y me iba corriendo”.
En la admiración
de los pies llegó a un pueblo oaxaqueño cuyo nombre no recuerda. Iba siguiendo
a los danzantes en sus peregrinaciones. “Esa es mi entrada en la danza: la de
los indígenas. Maravillado observé que era un ritual, no les importaba lo que
pensara la gente; esa es la diferencia entre las danzas indígenas y las
occidentales: ellos pensaban en comunicarse con los dioses prehispánicos y
bailaban para ellos”, explica.
“En el atrio de la
iglesia había un señor, quien los llamó a bailar en ese pueblo, cuya curiosa
tarea es que reparte mezcales: cuando descansan los danzantes hay que brindar y
echarse el mezcal rápidamente, y va uno entrando en esta especie de mundo
onírico en que vemos a verdaderos dioses bailando sobre la Tierra, durante
muchas horas, en las que –quizá gracias al mezcal– vas descifrando qué nos van
diciendo: batallas, enfrentamientos, muertes, nacimientos…”
Al anochecer, el
joven Dallal fue invitado a departir con los danzantes en una casa en las
montañas.
“Me asusté porque
podía uno casi tocar las estrellas con la mano. Empecé a alucinar y a entender
por qué las leyendas prehispánicas tienen que ver con los astros: los indígenas
nos invitan a ver un mundo casi inaccesible para occidente, pero a ellos los
hace vibrar y funcionar. Es la primera vez que estoy hablando de todo esto
porque para mí fue una experiencia muy seria.”
Dallal entró a la
disciplina por la pluma. No le interesaba bailar sino explicar aquellas
revelaciones que encontraba en las danzas populares, y más tarde, en la
tradición occidental. “Para mí fue estudiarlas, teniendo en cuenta que México
es un país de danzantes”.
Periodista,
historiador, crítico y académico, Dallal estudió danza no para ser bailarín,
sino para entender los movimientos corporales; su pasión, asegura, fue siempre
la investigación y el periodismo, que comenzó a cultivar desde que iba en el
segundo año de preparatoria. Un oficio que desplegó, entre otros espacios, como
director de la Revista de la Universidad de México y de la revista Anales del
Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, donde es investigador.
“Soy buen
bailador, ¡pero de mambo y chachachá! Todo el mundo cree que soy un bailarín
frustrado, pero al contrario: dije ‘yo no puedo hacer lo que ellos hacen’, no
estaba dispuesto a hacer eso. Tengo este prurito de que el bailarín es un dios
que baila.”
Por eso, abunda,
es tan estricto en su crítica. “Es descubrir las entrañas de la danza, explicar
por qué este personaje es un dios o un semidiós. Quienes bailan tan bello se
han metido en los secretos de las coreografías, ya no son humanos, ya no pueden
vivir como tales, tienen que estar entregando su cuerpo constantemente a una
vida diferente a la de todos: el autosacrificio”.
La trayectoria de
Dallal ha quedado plasmada en innumerables publicaciones y más de 40 libros, de
los cuales 17 abordan la disciplina, como La danza contra la muerte (1979) o
Los elementos de la danza (2020); además, ha cultivado la poesía, el cuento y
la novela.
Estos 60 años de
idilio entre danza y escritura han transcurrido, en parte sustancial, dentro de
la UNAM. “Es mi madre, es mi casa”, dice quien también es profesor en las facultades
de Filosofía y Letras y de Ciencias Políticas y Sociales.
Por su aportación
reflexiva y de investigación, “fundamental en la danza y en las artes
escénicas, como una forma de crecer críticamente hacia otros terrenos creativos
y de expansión artística”, Alberto Dallal recibirá el Reconocimiento Danza UNAM
el 29 de enero a las 18 horas en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural
Universitario.
Fuente: UNAM