Por
Héctor Guerrero
La
adulación se define como un elogio excesivo y recurrente de las “cualidades” de
otro.
A
través del tiempo, la humanidad siempre ha padecido de tener entre su núcleo
social un ser indeseable, despreciable, adulador, besamanos, palero, gorrón,
come cuando hay, queda bien y todos los motes por el estilo.
La
historia se encarga de poner el mote a tal o cual, lo que es cierto es que
todos lo conocemos, lo detectamos, a pesar de la vergüenza o la repulsión que
cause, existe y de alguna extraña manera los acogemos y ya lo increíble es que,
a veces los encumbramos al poder.
Toda
sociedad, está condenada a tener a algunos de ellos, a veces solo uno, o se
juntan dos o tres o cuatro de un jalón, pero siempre están.
¿Por
qué subsisten? Porque siempre hay alguien dispuesto a ser adulado, venerado,
adorado y que a la vez construye un séquito de lacayos que practican un
servilismo hasta grosero, exagerado, humillante a veces.
Lo
anterior pasa incluso con personas ya fallecidas, actores, actrices, músicos,
cantantes, artistas o figuras públicas de alto impacto.
Por
ahí dicen que para lo único que no está preparado el cerebro es para lidiar con
eso que llaman “fama”.
Así,
desde faraones, emperadores, reyes mayas o aztecas, hasta aberraciones como
Franco, Maduro, Kim, Pinochet, Putin, China y un laaaargo etc.
Cada
sociedad tiene el suyo, cada uno de ustedes puede imaginarlo, desde el
comisariado ejidal, hasta donde apunte su horizonte. Es más, en casa todos
tenemos un aspirante a dictador ¿O no?, quizá a veces somos nosotros.
El
encogido, pequeñito ego del adulado necesita al adulador, pues así es la
adulación, no puede existir si no quien la demande, son simbióticos, pero al
revés.
El
Adulado siempre tiene un aprecio divino, sobrenatural, hacia sí mismo, como los
bebés, que tienen la necesidad de ser el centro del mundo y manifiestan un
total desinterés por la situación de los demás. Los que somos padres saben de
lo que hablo.
En
fin, el ser servil, adulador, todos sabemos que es una manera de
menospreciarse, de tener la certeza de ser poca cosa, con tal de formar parte
de esa grandeza, de ser cobijado por el manto protector del mesías en turno.
Con la
sola idea de que eso puede suceder, el adulador se siente más que pagado, más
que con alguna dádiva o torta o frutsi, ya no digamos un cargo político, mucho
menos la posibilidad de ser el segundo o la marioneta.
Una
vez que ya se siente instalado en su “Pandora”, el adulador ya no le importa si
se humilla o no ya su horizonte apunta a buscar la aceptación, reconocimiento,
bendición de su objeto de deseo.
Quiere
mutar, ser esa crisálida que va a renacer a imagen y semejanza del ególatra que
adula. Es como narcisismo, pero al revés. En fin.
Sin
duda que la adulación es un mal muy despreciable, por eso quizá el gran Dante
Alighieri ubicó a los aduladores en lo más profundo del infierno, más profundo
que el de los homicidas y ladrones.
¿Y
cuál es su condena? encontrarse inmersos
en excrementos humanos, ahí en esa parte se narra que encontró a dos
personajes, uno de ellos, Alessio Interminelli, y otro una prostituta de nombre
Thais.
¿Cómo habrá
sido el comportamiento de estos seres?, la sumisión, la adulación, el
sometimiento y demás conductas para terminar ahí?
Yo me
pregunto en el infierno mexicano ¿quiénes estarían compartiendo la misma
suerte?
O
mejor aún, ¿quiénes van para allá?
¿Habrá
tanto espacio en el infierno para todos nosotros?
Sin
duda, dice un buen amigo que: “en el infierno cabremos todos” (y todas, claro).
No sé
ni siquiera por qué estoy hablando del tema, yo quería no fallarles y ser
experto en terrorismo subterráneo, pero creo que ya no tengo mucho espacio.
Quería
hablarles del perfil criminal y la mente siniestra de la señora que fue
detenida por aventar unas aspas de plástico a las vías.
Iba a
hablar del espectáculo lamentable que día con día se convierte Claudia
Shienbaum y los que denuncian sabotaje.
Pero,
bueno, creo que hay bastante sobre el tema. No creo que mi comentario cambie al
mundo, lo que si puedo decir en una palabra es lamentable, lo que pasa en el
metro, la señora cantando en los vagones, los que defienden lo indefendible.
Para
ellos les espera sin duda en vida el octavo círculo de Dante.
Esos
aduladores que van desde quien toca la puerta del palacio, hasta quien recibe
las migajas que avienta el aciano a sus palomas. Se las comen todas. TODAS.
Ya
para cerrar el tema decía ese loquillo de Freud: “Uno puede defenderse de los
ataques; contra el elogio se está indefenso.”
¿Será?
Tiempo
al tiempo.
@hecguerrero