Por Edgar Hernández*
Fuera de toda lógica y sentido común resulta que
López Obrador apele a los “Derechos Humanos” del “Chapo”, olvidando los decenas
de miles de asesinatos perpetrados por el narcotraficante.
Es el mismo sospechoso maridaje que despierta cuando
al arranque sexenal ofreció “Abrazos, no balazos” en su trato con el crimen
organizado.
Y ese ofrecer disculpas por llamar “Chapo” a Joaquín
Guzmán.
Es la misma duda que hoy provoca la tan inmediata
respuesta presidencial de apoyo para su traslado a una prisión mexicana luego
que el capo, condenado a cadena perpetua en una cárcel de Nueva York, se queja
porque no le pega el sol y la comida es de pésima calidad.
Si al señor presidente se le olvida que las disputas
delincuenciales y la ausencia de seguridad pública arrojaron al país a una
lucha fratricida que suma no menos de medio millón de muertos, a la república
no.
¿De qué derechos humanos estamos hablando?
Cifras oficiales dan cuenta que en México han sido asesinadas alrededor de 350 mil personas
y más de 72 mil continúan desaparecidas de enero de 2006 a mayo de 2021.
Son cifras hechas públicas por The
Washington Post.
Mientras los números del Sistema
Nacional de Seguridad Pública dan cuenta que tan solo en el régimen de AMLO -de
2018 a diciembre del año pasado- 130 mil mexicanos fueron asesinados como
resultado de las disputas criminales en donde el Cartel de Sinaloa, en manos de
los “Chapitos”, ha jugado un papel estelar.
¿De toda esa pila de cadáveres, cuántos llevan
la etiqueta de El Chapo… Err, perdón, del señor Guzmán Loera?
¿De qué derechos humanos estamos hablando?
No podemos olvidar que la de El Chapo es
una historia de horror y muerte.
Cuando fue extraditado y juzgado en
Estados Unidos se supo de sus métodos de tortura empleados a través del Cártel de
Sinaloa, que incluía inyecciones de adrenalina cuyo objetivo era acrecentar
el mayor tiempo posible la sensación de dolor.
Ahí presente en los tribunales
norteamericanos se guarda el registro de Hugo Hernández, miembro de un cártel
rival, quien fue cortado en 7 pedazos con una motosierra y repartido en
varias bolsas de plástico que fueron abandonadas en una calle de Los Mochis, en
el estado de Sinaloa.
Los homicidas le desollaron la piel
del rostro para coserla en un balón de fútbol.
Otro procedimiento, ordenado por el
señor Guzmán, consistía en poner a las víctimas en tambos o botes
metálicos que eran llenados hasta la superficie con agua hirviendo.
En otros casos solo les prendían
fuego.
Encerrar a las víctimas con grandes
felinos era otra de sus prácticas. En muchos casos tigres y leones fueron
utilizados para ocasionar muertes violentas y dolorosas.
Los actos
de crueldad y sadismo utilizados por el Cártel de Sinaloa son equiparables
con los métodos de tortura del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en
inglés), según Joshua Fruth, un oficial estadounidense especializado en
inteligencia militar.
El 22 de febrero de 2014, cuando cayó preso por segunda vez en su historia como narcotraficante,
a Joaquín Archivaldo Guzmán Loera (petiso, medía 1.64 metros) no le tembló la
voz para confiarle a sus captores que a lo largo de su vida había matado
entre 2 mil y 3 mil personas, entre ellos al capomafia Ramón
Arellano Félix, fundador del cartel de Tijuana.
Por ello y
miles de muertos más así como por el daño social que provocan los enervantes
que distribuye por todo el mundo, lo condenaron a cadena perpetua más 30 años
de prisión.
Ni una vida
le alcanzaría para purgar sus delitos.
Hoy el señor presidente por él procura
y apela al respeto de sus derechos humanos, vaya paradoja.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo