·
Conmemoramos el
inicio de este 5o Sol, que es en el que vivimos
México,
21 de diciembre. – Witzilopoxtli, es la representación de nuestro padre Sol y
es el nombre que le damos en su viaje aparente de sur a norte, por el
horizonte, pero también lo llamamos KWAUHTLI, Águila, cuando tiene el efecto
inverso, al regresar del norte al sur, durante el solsticio de verano.
En
nuestra tradición oral, de manera simbólica, el momento en que KOYOLXAUHKI, la
luna, junto con sus hermanos los TZENTZOWITZNAWAK, las estrellas del sur,
atacaron a KOWATLIKWEH, la tierra, por haber sido preñada, sucediendo que
momentos antes del ataque se diera el nacimiento de WITZILOPOXTLI, el Sol,
venciéndolos y ahuyentándolos, logrando de esta manera vencer a la obscuridad
con la luz.
Leyenda
de la KoyolxaUHKI según el Códice Florentino, Lib. III. Cap. I
Traducción
directa del náhuatl hecha por el Dr. Miguel León-Portilla)Mucho honraban los
Mexicas a Huitzilopochtli; sabían origen, su principio fue de esa manera: En
Coatepec, por el rumbo de Tula, había estado viviendo, allí habitaban una mujer
de nombre Coatlicue.
Era
madre de los 400 Surianos y de una hermana de éstos de nombre Coyolxauhqui. Y
esta Coatlicue allí hacía penitencia, barría, tenía a su cargo el barrer, así
hacía penitencia, en Coatepec, la Montaña de la Serpiente, y una vez, cuando
barría Coatlicue, sobre ella bajó un plumaje, como una bola de plumas finas.
En
seguida lo recogió Coatlicue, lo colocó en su seno. Cuando terminó de barrer,
buscó la pluma, que había colocado en su seno. Pero nada vio allí.
En ese
momento Coatlicue quedó encinta. A ver los 400 Surianos que su madre estaba
encinta, mucho se enojaron, dijeron:
–
“¿Quién le ha hecho esto?
¿Quién
la dejó encinta?
Nos
afrenta, nos deshonra”.
Y su
hermana Coyolxauhqui les dijo:
-“Hermanos,
ella nos ha deshonradohemos de matar a nuestra madre, la perversa que se
encuentra ya encinta.
¿Quién
le hizo lo que lleva en el seno?
Cuando
supo esto Coatlicue, mucho se espantó, mucho se entristeció.
Pero
su hijo Huitzilopochtli, que estaba en su seno, le confrontaba, le decía:
-“No
temas, yo sé lo que tengo que hacer”.
Habiendo
oído Coatlicue las palabras de su hijo, mucho se consoló, se calmó su corazón,
se sintió tranquila.
Y
entre tanto, los 400 Surianos se juntaron para tomar acuerdo, y determinaron a
una dar muerte a su madre, porque ella los había infamado.
Estaban
muy enojados, estaban muy irritados, como si su corazón se les fuera a salir.
Coyolxauhqui
mucho los incitaba, avivaba la ira de sus hermanos, para que mataran a su
madre.
Y los
400 Surianos se aprestaron, se ataviaron para la guerra.
Y
estos 400 Surianos eran como capitanes, torcían y enredaban sus cabellos, como
guerreros arreglaban su cabellera.
Pero
uno llamado Cuahuitlíac era falso en sus palabras. Lo que decían los 400
Surianos, en seguida iba a decírselo, iba a comunicárselo a Huitzilopochtli.
Y
Huitzilopochtli le respondía:
-“Ten
cuidado, está vigilante, tío mío, bien sé lo que tengo que hacer”. Y cuando
finalmente estuvieron de acuerdo, estuvieron resueltos los 400 Surianos a
matar, a acabar con su madre, luego se pusieron en movimiento, los guiaba
Coyolxauhqui.
Iban
bien robustecidos, ataviados, guarnecidos para la guerra, se distribuyeron
entre sí sus vestidos de papel su anecúyotl, sus brazaletes, ‘ sus colgajos de
papel pintado, se ataron campanillas en sus pantorrillas las campanas llamadas
oyohualli. Sus flechas tenían puntas barbadas.
Luego
se pusieron en movimiento, iban en orden, en fila; en ordenado escuadrón, los
guiaba Coyolxauhqui. Pero Cuahuitlícac subió en seguida a la montaña, para
hablar desde allí a Huitzilopochtli, le dijo: –
“Ya
vienen.” Huitzilopochtli le respondió: – “Mira bien por dónde vienen.” Dijo
entonces Cuahuitlícac: -“Vienen ya por Tzompantitlan.”
Y una
vez más le dijo Huitzilopochtli: -“¿Por dónde vienen ya?” Cuahuitlícac le
respondió: -“Vienen ya por Coaxalpan.” Y de nuevo Huitzilopochtli preguntó a
Cuahutlícac: -“Mira bien por dónde vienen.” En seguida le contestó
Cuahuitlícac: -“Vienen ya por la cuesta de la montaña.” Y todavía una vez más
le dijo Huitzilopochtli: -“Mira bien por dónde vienen.” Entonces le dijo
Cuahuitlícac: -“Ya están en la cumbre, ya llegan, los viene guiando
Coyolxahuqui.”
En ese
momento nació Huitzilopochtli, se vistió sus atavíos, su escudo de plumas de
águila, sus dardos, su lanzadardos azul, el llamado lanzadardos de turquesa. Se
pintó su rostro con franjas diagonales, con el color llamado “pintura de niño”.
Sobre su cabeza colocó plumas finas, se puso sus orejeras. Y uno de sus pies,
el izquierdo, era enjuto, llevaba una sandalia cubierta de plumas, y sus dos
piernas y sus dos brazos ‘os llevaba pintados de azul. Y el llamado
Tochancalqui puso fuego a la serpiente hecha de teas llamadas Xiuhcóatl, que
obedecía a Huitzilopochtli. Luego con ella hirió a Coyolxauqui, le cortó la
cabeza, la cual vino a quedar abandonada, en la ladera de Coatépetl, montaña de
la serpiente.
El
cuerpo de Coyolxauhqui fue rodando hacia abajo, cayó hecho pedazos, por
diversas partes cayeron sus manos, sus piernas, su cuerpo. Entonces
Huitzilopochtli se irguió, persiguió a los 400 Surianos, los fue acosando, los
hizo dispersarse desde la cumbre de Coatépetl, la montaña de la culebra. Y
cuando los había seguido hasta el pie de la montaña, los persiguió, los acosó
cual conejos, en torno de la montaña. Cuatro veces los hizo dar vueltas.
En
vano trataban de hacer algo en contra de él, en vano se revolvían contra él al
son de los cascabeles y hacían golpear sus escudos. Nada pudieron hacer, nada
pudieron lograr, con nada pudieron defenderse. Huitzilopochtli los acosó, los
ahuyentó, los destrozó, los aniquiló, los anonadó. Y entonces los dejó,
continuaba persiguiéndolos. Pero ellos mucho le rogaban, le decían:
-“¡Basta
ya!” Pero Huitzilopochtli no se contentó con esto, con fuerza se ensañaba
contra ellos. Los perseguía. Sólo unos cuantos pudieron escapar de su
presencia, Pudieron liberarse de sus manos. Se dirigieron hacia el sur se
llaman 400 Surianos, los pocos que escaparon de las manos de Huitzilopochtli. Y
cuando Huitzilopochtli les hubo dado muerte, cuando hubo dado salida a su ira,
les quito sus atavíos, sus adornos, su anecúyotl, se los puso, se los apropió,
los incorporó a su destino, hizo de ellos sus propias insignias.
Y este
Huitzilopochtli, según se decía, era un portento, porque con sólo una pluma
fina, que cayó en el vientre de su madre Coatlicue, fue concebido. Nadie
apareció jamás como su padre. A él lo veneraban los mexicas, le hacían sacrificios,
lo honraban y servían. Y Huitziiopochtli recompensaba a quien así obraba. Y su
culto fue tomado de allí, de Coatépec, la montaña de la serpiente, como se
practicaba desde los tiempos antiguos.
Fuente:
Justino Fernández, “Una aproximación a Coyolxauhqui”, Estudios de Cultura
Náhuatl (México: UNAM, 1963), Vol. IV, pp 37-53