Ciudad
de México, 21 de diciembre. – El contexto multifactorial —crisis sanitarias,
guerras, efectos del cambio climático, inseguridad, violencia y falta de
oportunidades laborales— ha repercutido de manera diferenciada en el mundo. Dos
de estos impactos que se correlacionan son el incremento de la emigración y la
escasez de capital humano. Es decir, países de rentas altas con poblaciones
envejecidas, que influyen de manera directa en el mercado laboral, financiero y
de bienes y servicios. Por otro lado, naciones de rentas bajas, con incrementos
en sus habitantes, pero que no cuentan con oportunidades socioeconómicas y
están decididos a migrar.
El
inicio de la década de 2020 dejó claro que la movilidad humana es un
acontecimiento constante, duradero y continuo, y que el tránsito de las
personas entre fronteras sigue respondiendo a la búsqueda de oportunidades para
progresar socioeconómicamente. El 3.6 por ciento del total de la población del
mundo son migrantes, y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) destaca que
en su mayoría buscan mejores oportunidades de trabajo. Esta tendencia al alza
en la cantidad de personas que migran difícilmente tenderá a disminuir, aun con
contextos migratorios restrictivos que orillan al uso de cruces peligrosos,
como el mar Mediterráneo o la selva del Darién.
Por
otro lado, la ONU advierte que la tendencia de envejecimiento de la población
se convertirá en una de las transformaciones sociales más significativas del
siglo XXI, y que la falta de mano de obra cualificada es ya una problemática
para ciertas economías desarrolladas, como Europa, Canadá y Estados Unidos.
El
déficit de crecimiento poblacional experimentado por países como Alemania y Canadá
les ha obligado a tomar medidas específicas a fin de facilitar la inmigración
ordenada, para regular y así poder incorporar mano de obra extranjera de
temporada o cualificada y solventar un déficit anual de cerca de medio millón
de trabajadoras y trabajadores.
Alemania
necesita integrar 400,000 trabajadores extranjeros anuales en todos los
sectores de su economía. Por ello se perfila una reforma a la Ley de
Inmigración, que modera las exigencias para laborar en ese país y lograr una
estrategia de contratación masiva.
Canadá́,
conforme el Plan de Niveles de Inmigración 2022-2024, proyecta dar residencia a 1.3 millones
de nuevos inmigrantes, con énfasis en personas con experiencia y habilidades
laborales, familias y refugiados. Para esa nación, con una población de 38.2 millones de
habitantes, la inmigración, no la tasa de fecundidad, ha impulsado su
crecimiento demográfico.
Por
otro lado, países como Níger aseguran que los Estados africanos y europeos
deberían implementar un sistema de cuotas para inmigrantes, según su demanda de
empleo, ya que, con base en su experiencia, las inversiones europeas en África
no son suficientes para detonar el desarrollo y ofrecer una mejor calidad de
vida a las personas en sus países de origen.
Es
decir, especialistas consideran a la migración internacional como un factor
para mitigar los efectos económicos negativos del envejecimiento de una
sociedad, y solventar los puestos de trabajo. Sin embargo, el fenómeno
migratorio enfrenta desafíos propios, como la irregularidad, que a su vez
genera tensiones geopolíticas.
Lo
cierto es que considerar a la migración como solución a la escasez de mano de
obra conlleva facilitar aspectos de integración social, respetar los derechos
humanos y las normas laborales internacionales, además de aplicar modelos
regionales, integradores y dignos. De esta forma, el fenómeno migratorio se
materializaría como uno de los factores de desarrollo sostenible más
importantes.
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