CDMX,
2 de diciembre. -Todas aquellas conductas o sustancias que en un primer momento
nos proporcionan placer o reducen la sensación de malestar tienen el potencial
de despertar en nosotros una adicción, es decir, una imperiosa necesidad de
recurrir a ellas.
El uso
de las redes sociales no es la excepción. Desde hace varios años se ha visto
que éstas poseen una enorme capacidad adictiva, sobre todo entre los adolescentes
y jóvenes.
“Al
igual que el tabaco, el alcohol o la cocaína, el hecho de entablar relaciones
virtuales con otros usuarios que comparten nuestros gustos o intereses, sumar
más seguidores a nuestras cuentas de Facebook, Instagram, TikTok, Twitter… y
recibir likes por lo que publicamos ayuda a sentirnos menos mal o, de plano,
muy bien, felices. Sin embargo, el uso intensivo y descontrolado de éstas puede
causarnos graves problemas”, dice Luis Carlos Faudoa Mendoza, académico del
Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la
UNAM.
Si
alguien adopta un hábito y lo lleva al extremo, podrá predominar en su vida y
afirmarse que se ha convertido en una adicción, alertó.
“En el
caso de las redes sociales, esto se manifiesta mediante pensamientos
recurrentes. Por ejemplo, alguien puede estar en la escuela, el trabajo o una
función de cine con sus amigos, y lo único que desea es ver su cuenta de
Facebook, Instagram, TikTok o Twitter. En una fase posterior, poco a poco
desplazará las otras actividades que antes le proporcionaban placer o
satisfacción, como estudiar, trabajar, leer un libro, practicar un deporte,
etcétera, para centrar toda su atención en su celular o computadora”, añade.
Otra
característica de esta adicción es el malestar que la persona experimenta
cuando, por una u otra razón o circunstancia, no puede acceder a ellas.
“Es
como un síndrome de abstinencia. La persona puede sentirse triste y ansiosa,
enojarse con más facilidad y, por lo tanto, padecer también taquicardia,
respiración agitada y fatiga. Asimismo, al centrar toda su atención en las
redes sociales, es posible que sufra una alteración en sus horarios de
alimentación y sueño que dé lugar a la aparición de una comorbilidad, un
trastorno de ansiedad o una depresión.”
Imperiosa
necesidad
Según
el académico universitario, en lo que atañe a esta adicción, lo importante no
es el tiempo que se pasa en estas redes, sino la imperiosa necesidad de
usarlas.
“Si
alguien tiene pensamientos recurrentes asociados a las redes sociales, se le
dificulta realizar otras actividades luego de que se le obliga a dejarlas y es
víctima de una especie de síndrome de abstinencia, estamos ante un caso de
adicción.”
No
siempre es necesario desarrollar una adicción a las redes sociales para sufrir
un daño o un perjuicio mientras las estamos usando, ya que su consumo nocivo
muchas veces nos lleva a adoptar conductas negativas, como compararnos con
otras personas, lo cual puede afectar nuestra autopercepción y nuestra
autoestima, ingresar en plataformas de alto riesgo (pornográficas, de venta de
drogas) o exponernos continuamente al acoso de otros usuarios”, indica Luis
Carlos Faudoa Mendoza.
Cómo
gestionarla
El
primer paso para que una persona gestione esta adicción es darse cuenta de que
efectivamente le está causando graves problemas en su vida diaria. Una vez dado
este paso, podrá buscar el mejor camino para efectuar un cambio.
“Claro,
puede ir con un psiquiatra, un psicólogo o un psicoterapeuta. Yo no sugiero la
abstinencia absoluta, porque las redes sociales ya son parte de nuestro día a
día, pero sí es recomendable: ser consciente de que he decidido usar una red
social, en lugar de coger a cada rato mi celular o mi computadora para
escrolear o ver cuántos likes he recibido; preguntarme cómo me siento antes de
usarla: ansioso, tranquilo, excitado…; fijarme cómo me siento cuando entro en
ella: eufórico, sereno, contento…; deshabilitar las notificaciones para no
tener refuerzos intermitentes que me empujen a consultar constantemente mi
celular o mi computadora; establecer un horario para el uso de mis redes
sociales; y hacer una lista de los sitios donde no puedo usarlas, como el
comedor, la escuela en horas de clases y mi cuarto después de las ocho de la
noche. Estas medidas me permitirán ir controlando los estímulos. Al principio
resultarán complicadas, pero conforme se vaya formando un nuevo hábito, serán
más sencillas”, concluye el académico.
¿Y SI
SE ESFUMAN NUESTROS RECUERDOS?
¿Qué sucedería si, de repente, las redes sociales
desaparecieran y toda la información que sus usuarios guardan en ellas
(fotografías, videos, mensajes, textos…) se esfumaran en el ciberespacio?
“A pesar de que son muy pocas las personas que
revisan esa información, estoy seguro de que, si se cancelara la posibilidad de
hacerlo, nos sumiríamos en un estado de profunda angustia y ansiedad. No
obstante, lo más probable es que, después de un periodo de duelo, saldríamos de
ese estado y, gracias a los recuerdos que alojamos en nuestra memoria
autobiográfica, podríamos reconstruir muchas cosas que hubiéramos perdido”,
responde Faudoa Mendoza.
Fuente:
UNAM