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La sociedad lectora necesita ser la
promotora de los libros entre quienes no tienen acceso a ellos, llaman Alberto
Manguel e Irene Vallejo durante la entrega de la Medalla Carlos Fuentes
Más
que la organización de eventos masivos de promoción de la lectura como es la
Feria Internacional del Libro de Guadalajara, a donde concurren las personas
que ya tienen acceso a los libros, los lectores deberían llevar los libros a
las personas que no disponen de ellos, pues aún en estos tiempos parecen ser un
privilegio. Sobre esta idea insistió el escritor argentino Alberto Manguel
durante la inauguración del Salón Literario de la edición 36 de la FIL
Guadalajara, donde recibió la Medalla Carlos Fuentes junto con la escritora
española Irene Vallejo.
“El
gran desafío, y disculpen que lo diga así en público, no es decirle a Irene
Vallejo que el libro es maravilloso y qué lindo es leer y qué divertido, y qué
es lo que se pierden los que no leen; no, el verdadero desafío es ir a los que
no son lectores todavía. Todos tenemos la capacidad de ser lectores, pero
muchos somos privilegiados”.
Por
ejemplo, recordó que en Colombia al gobierno se le ocurrió hace unos quince
años que, al momento de edificar viviendas económicas, además de
acondicionarlas con cocina, recámara y baño, les construyeran una pequeña
biblioteca donde colocaron unos pocos libros. La medida, dijo, permite que para
la persona que ingresa a la casa “la biblioteca se convierta en un espacio
común como la cocina, como el inodoro, no como una cosa extraordinaria que
viene de fuera. Creo que tenemos que hacer un gran esfuerzo para no
contentarnos desde este sillón y decir qué linda es la lectura, sino salir a
ver a quién no lee y ver cómo podemos hacer para que ellos sean lectores”.
Vallejo
recordó que desde el comienzo de su historia el libro fue un objeto que sólo se
permitían poseer los privilegiados en las escuelas sacerdotales, con los reyes
y los aristócratas, toda vez que este transporta el conocimiento y hace más
sabios a quienes los leen.
“En
sus primeros momentos, quienes disfrutaban de los libros se aseguraban de dejar
fuera a las personas, a la mayoría de la sociedad, y custodiaron celosamente a
ese tesoro de palabras. Fueron necesarios siglos y siglos de esfuerzo para que
los libros se vayan expandiendo, para que fueran recibiendo a las personas que
quedaron excluidas, y ese ha sido un gran logro colectivo”.
Vallejo
se congratuló de ser parte de la FIL por vez primera en su vida, gusto que,
dijo, era mayor por hacerlo al lado de su gran maestro, Alberto Manguel, de
quien supo después de que un amigo suyo le regalara un tomo de su libro Una
historia de la lectura, y le anticipó que ese libro cambiaría
su vida.
“Fue
así realmente, porque yo descubrí que existía esa fascinante historia de la
lectura; que no siempre se leyó de la misma forma; que el acceso a los libros
no fue como yo tuve el privilegio de conocer, de manera inmediata, fácil; que
los libros no son ese objeto que damos por sentado, sino que tuvieron detrás
peripecias, aventuras, esfuerzos, logros, riesgos, búsqueda y todo eso llegó a
mí a través de ese maravilloso libro”, expresó la autora española.
Rosa
Beltrán fue la encargada de dirigir la charla entre Vallejo y Manguel, a
quienes, entre otras cuestiones, preguntó si también leían autoras contemporáneas.
Vallejo recordó que se percató de que la biblioteca de su familia era habitada
solo por autores varones y que no fue sino hasta que leyó El
diario de Ana Frank, cuando vio la importancia de explorar los
mundos literarios y ensayísticos de las mujeres.
“Existe
un poco la idea de que los libros escritos por mujeres tienen como objetivo un
público de mujeres, mientras que lo que escriben los hombres es universal. Pero
esa universalidad se rebaja a sí misma si no incluye a más de la mitad de la
humanidad”, dijo Vallejo, mientras que Manguel, en cambio, respondió con un
rotundo “No” a la misma pregunta. “Yo leo literatura, a mí no me interesa ni la
nacionalidad ni el sexo del autor (…). No quiero juzgar un libro porque el
autor sufrió en su infancia y tuvo problemas, eso no tiene que ver con la obra,
claro, hablo de una lectura ideal y no es posible, pero me esfuerzo, en no
pensar en si el autor es hombre, mujer, trans, gay o lo que sea”.
Silvia Lemus, quien fue esposa de Carlos Fuentes, se encargó de entregar a ambos autores las medallas de este año.