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En ocasión del Día
Internacional por la Tolerancia, Claudio Arturo Tzompantzi Miguel afirma que la
educación es crucial para cuestionar las verdades absolutas y aprender que no
se debe dañar al otro
Ciudad
de México, 14 de noviembre. – La tolerancia no es una indulgencia ni es indiferencia,
sino respeto y entendimiento de que las diferencias en cultura, formas de
expresión y creencias nos enriquecen. Es decir, es un primer paso para
construir la democracia.
Así lo
asegura el académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, Claudio Arturo
Tzompantzi Miguel, con motivo del Día Internacional por la Tolerancia, que se
conmemora el 16 de noviembre. Esta celebración fue instituida por la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1996, con el fin de buscar la
comprensión mutua entre las culturas y los pueblos.
“Algo
fundamental en este día es el respeto a la otredad, a la diferencia, lo que nos
hace una sociedad más equitativa, plural y democrática, y es una de las tareas
más importantes de la vida: aceptar la diferencia”, señala.
Más
que una aceptación pasiva del otro, es comprender cómo se desarticula la
intolerancia que adquiere formas de injusticia, violencia, discriminación,
marginación, etcétera.
La
tolerancia, agrega el universitario, está enmarcada por preceptos como justicia,
no violencia, compasión -es decir, que todo el mundo esté libre de
sufrimiento-, la creación de comunidad.
Estos
principios son fundamentales hoy que las sociedades sufren una polarización a
partir de ideas, creencias y valores, por conceptos como raza, clase, género,
orientación sexual para calificar a los “otros”.
Mente
cerrada
“Todos,
todas, todes somos, en algún momento, un otro. Estas ideas y creencias hacen
pensar que unos somos más que otros y así se crean diferencias, condiciones de
desigualdad, valores, actitudes que tenemos hacia la otredad.
“Por
ejemplo, ante la migración, pensamos que esos otros vienen a robarnos algo
propio: nuestro trabajo, la tierra, nuestra cultura y entonces tenemos una idea
de que son nuestros enemigos. Al verlo así -que es una forma de intolerancia-,
negamos también que su diferencia puede ser enriquecedora”, explica el experto
en temas de derechos humanos y género.
Actualmente
los problemas de intolerancia tienen que ver con la discriminación, el odio
hacia las mujeres, la homofobia -aversión hacia cualquier otra identidad
sexo-política que no sea la heterosexual-, el nacionalismo exacerbado.
El
universitario detalla que en nuestro país son preocupantes los problemas por
cuestión de género. Por ejemplo, en el caso de ellas se piensa que su lugar es
el hogar, que deben ser madres, sumisas y cuando rompen con ello hay
intolerancia, violencia pues no se acepta que puedan ser iguales al otro.
Están
también los problemas raciales. Aunque la mayoría de la población en México es
morena, persiste la visión de que a quienes les dan los trabajos y brindan
oportunidades es a las personas de tez blanca.
De
acuerdo con la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020, 73.3 por ciento de los
mayores de 15 años considera que la clase social es el principal motivo de
discriminación en nuestro país.
Además,
24.2 por ciento dijo que no le rentaría un cuarto a una persona con VIH-Sida;
24.2 por ciento a un inmigrante; 22.5 a un gay o lesbiana y 16.4 por ciento a
alguien de un partido político distinto al de su preferencia.
De
igual forma, 11.5 por ciento de los encuestados no le rentaría a una persona de
una religión distinta; 6.5 por ciento a un adulto mayor; 6.2 por ciento a una
persona con discapacidad; 5.5 por ciento a quien tiene la piel morena; y 5.4
por ciento a un indígena.
“La
intolerancia la podemos entender como una mente cerrada, que no es plural, que
tiene miedo a ver la diferencia o no sabe qué hacer con ella. Estas mentes
cerradas producen y reproducen estas ideas de ver al otro como enemigo, pero
hoy nada es cerrado, todo es abierto y cambiante”, asevera el académico.
Detalla
que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO) establece varios aspectos para trabajar a favor de la
tolerancia. Uno es contar con un marco legal que busque la igualdad entre
hombres y mujeres, que proteja los derechos indígenas, de grupos
desfavorecidos. “Que tengamos una normatividad que nos invite a pensar que esa
diversidad nos hace más democráticos”.
Construir
democracia y paz
La
educación también es crucial, pues si la intolerancia surge de mentes cerradas
que adoptan ideas y creencias como verdades absolutas, debe fomentar el cuestionamiento de esas
creencias, así como la escucha al otro.
Además,
inculcar no dañar a los otros por ningún motivo. “Es darnos cuenta que el otro
es digno, es una vida que vale igual que la nuestra y que las personas siempre
estamos en convivencia”.
El
acceso a la información es importante para que la población cuente con datos
veraces, oportunos, relevantes, que le permita romper con ideas y creencias que
generan intolerancia, a fin de construir democracia y paz.
“También
está la toma de conciencia, lo que hacemos individualmente: qué opino de las
mujeres siendo hombre y de la violencia que están viviendo; qué opino de la
diversidad sexual y de género que cada vez conocemos un poco más y va más allá
de una supuesta naturaleza y heterosexualidad; cuál es nuestra actitud sobre el
racismo y el clasismo. ¿Una persona vale por sus pertenencias, por cómo viste o
su tono de piel?”, cuestiona el académico.
La
Declaración de Principios sobre la Tolerancia enfatiza que esta no es solo un
deber moral, sino un requerimiento político y legal para los individuos, los
grupos y los Estados. La sitúa en el marco del derecho internacional sobre
garantías fundamentales, elaborados en los últimos 50 años, y pide a los
Estados que legislen para proteger la igualdad de oportunidades de los grupos e
individuos de la sociedad.